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Cuba y la vuelta en U de Donald Trump

El 3 de enero de 1961 el Gobierno de Estados Unidos rompió relaciones con Cuba, a 59 años, la diplomacia vuelve a resentirse cuando segmentos extremistas tensan la situación

 

 

Autor:

Juana Carrasco Martín

Pifias, torpezas y ofuscamientos mediante, los «razonamientos», dichos y las decisiones de Donald Trump sobre Cuba son auténticos desatinos.

Con su proximidad a los intereses políticos del grupo anticubano de Miami, el Presidente de Estados Unidos lleva las relaciones de su país con la Mayor de las Antillas por un camino de verdadera regresión que pudieran retrotraer la historia hasta el 3 de enero de 1961, cuando el entonces Presidente, Dwight Eisenhower, mediante el rompimiento de las relaciones diplomáticas, le pavimentó a John F. Kennedy la fracasada aventura de la invasión armada y la derrota mercenaria en Playa Girón.

Kennedy, quien apenas se sentó en el Despacho Oval de la Casa Blanca 17 días después de aquella rúbrica del general Ike que ponía fin a un vínculo estrecho y —hasta el 1ro. de enero de 1959— de sumisión de La Habana a Washington, quedó comprometido con sanciones, agresiones, actividades contrarrevolucionarias y un infame bloqueo económico, comercial y financiero —oficializado el 3 de febrero de 1962, aunque desde el 19 de octubre de 1960 se aplicaron decretos de embargos—, que fue recrudeciéndose con el paso de los años y convirtiéndose en código a cumplir por cada presidencia con las leyes Torricelli y Helms-Burton.

Detrás de las decisiones de la Casa Blanca a lo largo de estos años, sea un demócrata o un republicano quien ocupe la presidencia, ha estado presente la ambición estadounidense, una codicia de tan profundas raíces en la historia como que uno de sus padres fundadores, Thomas Jefferson, formuló esta frase:  «América tiene un Hemisferio para sí misma».

Ella sirvió de base para la Doctrina Monroe, cuyo autor fue  John Quincy Adams —aunque se le atribuye enteramente al presidente James Monroe, quien la presentó en 1823—, y que en una frase condensaba la política de rapiña del naciente imperio: «América para los americanos». Gentilicio y territorios que se atribuyeron desde entonces.

Ahora, Trump y su gente han sido capaces de resucitar con todas sus letras la Doctrina Monroe para aplicarla en todo el continente, y entre sus apetencias más evidentes está Cuba, aquella donde se habían adueñado de entre el 80 y el ciento por ciento de todos los consorcios dedicados a los servicios públicos, de sus riquezas minerales, de las haciendas ganaderas y la refinación de petróleo; del 40 por ciento del azúcar, y del 50 por ciento de los ferrocarriles.

No hay relaciones con Washington, sí con el pueblo

Cuando en Washington se anunció el cierre de su Embajada en La Habana, aquel martes 3 de enero de 1961, el pueblo uniformado que integraba las Fuerzas Armadas Revolucionarias y los milicianos pueblo en armas, estaba movilizado en las trincheras, dispuesto a dar la vida en defensa de la soberanía y la independencia que se había conquistado.

Las tensiones estaban al máximo con las constantes agresiones, sabotajes, violencia de las bandas contrarrevolucionarias y las claras evidencias de una posible invasión armada que se sabía organizada, financiada y ordenada por la Agencia Central de Inteligencia.

El rompimiento de las relaciones diplomáticas era prácticamente una declaración de guerra, y recibió de inmediato la contesta-impugnación del Consejo de Ministros que presidía el máximo líder de la Revolución, el Comandante en Jefe Fidel Castro. Respuesta premonitoria: «El pueblo de Cuba considera rotas sus relaciones con el Gobierno de los Estados Unidos, pero no con el pueblo de los Estados Unidos, y esperamos que esas relaciones algún día vuelvan a restablecerse oficialmente, cuando los gobernantes de los Estados Unidos comprendan, al fin, que sobre bases de respeto a sus derechos soberanos, sus intereses legítimos y dignidad nacional, es posible mantener relaciones sinceras y amistosas con el pueblo de Cuba».

El águila depredadora voló sobre la isla mayor del Caribe y entre sus acciones, además de las ya mencionadas invasión de abril de 1961 y la orden presidencial sobre el embargo económico y comercial a Cuba, destacar la Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre de 1962, el estímulo a la emigración ilegal, la Ley de Ajuste Cubano de 1966 que propició la salida masiva desde el Mariel, la llamada «crisis de los balseros» de 1994, la aprobación de la Ley Torricelli del 24 de septiembre de 1992 que incluyó el bloqueo a subsidiarias de empresas estadounidenses en otros países y el 12 de marzo de 1996 la promulgación por el presidente Bill Clinton de la Ley Helms-Burton.

También forman parte del incremento de las tensiones, la batalla por el regreso del niño Elián González y por los cinco cubanos que cumplieron largas condenas en cárceles de Estados Unidos injustamente acusados de espionaje y condenados por el tribunal de Miami; así como las nuevas restricciones de viajes a Cuba del 30 de junio de 2004 y el aumento del financiamiento a los llamados «disidentes», al mismo tiempo que en los años subsiguientes brindaron refugio seguro a terroristas confesos como Luis Posada Carriles.

Paréntesis de esta larga e intensa historia de agresiones y sanciones pudieran ser el establecimiento de las Secciones de Intereses en el año 1977, durante el Gobierno de Jimmy Carter, para resolver cuestiones bilaterales, y la firma el 15 de diciembre de 1984 de los primeros Acuerdos sobre Inmigración. El mismo Clinton que cedió ante la Helms-Burton, el 28 de octubre de 2000 autoriza la venta de alimentos y medicinas a Cuba «si paga en efectivo y de inmediato».

 

En busca de una relación civilizada

Con el Gobierno de Barack Obama, especialmente en su segundo mandato, se produce una atenuación de las tensiones.

El 13 de abril de 2009, el mandatario estadounidense levanta restricciones de viajes y envíos de remesas a Cuba y adopta medidas para facilitar las comunicaciones (que más tarde tendrían otras flexibilizaciones) y el 19 de julio se reanuda en Washington el diálogo migratorio.

Entonces, en su Reflexión «Del bloqueo no se dijo una palabra», Fidel escribe: «Están creadas las condiciones para que Obama emplee su talento en una política constructiva que ponga fin a la que ha fracasado durante casi medio siglo. Por otro lado, nuestro país que ha resistido y está dispuesto a resistir lo que sea necesario, no culpa a Obama de las atrocidades cometidas por otros gobiernos de Estados Unidos. No cuestiona tampoco su sinceridad y sus deseos de cambiar la política y la imagen de Estados Unidos. Comprende que libró una batalla muy difícil para ser electo, a pesar de prejuicios centenarios».

Sin embargo, Washington mantiene sus pretensiones sobre Cuba y el garrote asume la forma de una incrementada guerra de las ideas para fomentar la disidencia, fundamentalmente entre la juventud. La Agencia de Ayuda al Desarrollo (Usaid) está tras la red social ZunZuneo, destapada en abril de 2014, y otros engendros similares.

Precisamente en ese año, el forcejeo mengua y tras más de dos años de conversaciones no públicas, el 17 de diciembre de 2014, el General de Ejército Raúl Castro y Obama anuncian el inicio del proceso para el restablecimiento de relaciones bilaterales, al tiempo que regresan a la patria Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, quienes pueden reunirse —por fin— con sus hermanos de lucha René y Fernando González.

Punto culminante en esta nueva etapa es el inicio de las rondas de negociaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas anunciadas simultáneamente el 1ro. de julio de 2015 y la reapertura de las Embajadas en Washington y La Habana, que estuvo precedida de medidas como sacar oficialmente a Cuba de la lista de los países patrocinadores del terrorismo, el 29 de mayo.

 

Necedades y Desatino

Un nuevo inquilino en la Casa Blanca, a partir de enero de 2017, rompió esta cadena de buenos augurios en el camino emprendedor de lograr una relación civilizada y entre iguales. La extrema derecha se apoderó nuevamente de las riendas del imperio y de esas bridas tiraron rápidamente los vividores del negocio anticubano.

A las muchas necedades y desatinos de Donald Trump en las relaciones exteriores de Estados Unidos, se unieron las cometidas contra Cuba. El magnate-presidente llegó con la marcha atrás puesta y el embrague en Miami. Una a una ha ido revirtiendo lo logrado bajo un período de sensatez.

Al referirse a la situación, especialmente en el año 2019, el Presidente Miguel Díaz-Canel dijo en sus palabras ante la Asamblea Nacional del Poder Popular: «Cuando se escriba la historia de estos días, habrá que reservar un capítulo al año 2019 por el modo brutal, demente, podría decirse, en que durante este año escaló la agresión a Cuba, prácticamente, al ritmo de más de una medida por semana; es decir, una “vuelta de tuerca” cada siete días para asfixiar a nuestra economía», y detalló: «Se cancelaron, restringieron o prohibieron, cruceros, vuelos, remesas, servicios médicos, financiamientos, transportación de combustible y seguros.  No hay un área libre de la cacería, del cerco, de la persecución.  Tampoco queda proyecto o acción revolucionaria ajena a la difamación».

Tal parece que Donald Trump apuesta a situar a Cuba y Estados Unidos en el 3 de enero de 1961.

 

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