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¿Un continente en la pobreza o en desarrollo?

La celebración del Día de África encuentra todavía guerras fraticidas, hambrunas, desigualdades, pueblos preteridos y desplazados, degradación ambiental, junto a un rápido crecimiento económico, quizá el mayor del planeta, y una búsqueda incesante del bienestar y la paz

Autor:

Juana Carrasco Martín

«Las huellas de las personas que caminaron juntas nunca se borran», dice un proverbio del pueblo kongo.

Breve es la sentencia, y sabia, sobre el destino variable por el quehacer diario de quienes sienten los ideales de libertad y bienestar de los pueblos presentes en el panafricanismo, que aún están por concretar. Y se recuerdan cada 25 de mayo, Día de África, porque en 1963 se fundó la Organización para la Unidad Africana (OUA), con el fin de promover la unidad y la solidaridad de este sufrido y alegre continente donde pobreza, riquezas y desarrollo se dan la mano.

A la organización que lidió contra el colonialismo, imperante entonces en no pocas naciones, la sucedió el 9 de julio de 2002 la Unión Africana, cuyo propósito adquiría metas mayores: incrementar la integración económica y política y reforzar la cooperación entre sus Estados miembros.

Los tambores de guerra son tambores de hambre (Proverbio Sudafricano)

Que hay problemas que parecen insolubles, cierto. El Norte africano se estremece y las contradicciones internas se han agudizado con la injerencia de algunas de las ex metrópolis coloniales y del nuevo imperio, presentado como socio, aunque la más de las veces lleva en exhibición falsas primaveras que solo sirven para su negocio de las armas y su sed de petróleo. Esa ambición se derrama hacia el sur, donde se dividen Estados y se mantienen o fomentan guerras de desangramiento tribal, étnico o confesional.

Con sarcasmo, las profecías que cada año se hacen sobre África se regodean en el «esperando la próxima crisis humanitaria», sin mirar más allá de la triste superficie de la guerra en Mali, el enfrentamiento Sudán y Sudán del Sur, la violencia disparada en la República Centroafricana, Somalia, la República Democrática del Congo, o la escalada en Nigeria con el grupo extremista islámico Boko Haram.

Pero no ven las causas subyacentes, y no es referencia exclusiva a la larga historia de unas tribus contra otras, sino al fomento de esas contradicciones por quienes invierten en las riquezas inconmensurables de este continente para sacarle las máximas ganancias.

El proverbio acholi se ratifica: «Un amigo trabaja a la luz del sol, un enemigo en la oscuridad».

Coincidentes con esta exacerbación de los conflictos, que se dirimen en los enfrentamientos bélicos, Estados Unidos ha creado un nuevo mando para sus tropas especiales, el African Command (Africom). Durante años en las sombras, los US Navy SEALs (las fuerzas de operaciones especiales de la Marina estadounidense) y otras unidades, salen a la palestra, acompañados incluso de películas hollywoodenses que magnifican su valor y habilidades para hacerlos confiables y hasta reconocerlos como «salvadores».

Pero van a establecer presencia estable, permanente, en un «crecimiento exponencial», decía un artículo en Tom Dispatch de los politólogos Nick Turse y Tom Engelhardt, donde exponían la prioridad de esas fuerzas en los más inmediatos presupuestos del Pentágono, y aseguraban: «los mayores focos de sus actividades serán en África». En concreto, durante 2013 participaron en actividades en 49 de los 54 países del continente. Y hasta allí están llegaban también otros «guerreros», los robóticos que trabajan en la sombra: los drones.

Otro comentario, esta vez del diario español El País, aseguraba: «La guerra sigilosa, con drones o fuerzas especiales, se ha convertido en años recientes en el método preferido de un presidente reacio a comprometer a sus ejércitos en conflictos lejanos. Y, por la presencia creciente de grupos islamistas radicales, África es uno de los escenarios de esta guerra.

«En marzo, el presidente reforzó la participación de EE.UU. en la búsqueda del jefe rebelde Joseph Kony con el envío de aviones militares y 150 miembros de las fuerzas especiales a Uganda. En enero, unas decenas de fuerzas especiales aterrizaron en el oeste de Túnez para asesorar a las fuerzas armadas tunecinas en tácticas antiterroristas. Son dos ejemplos. En el norte de África y el África subsahariana, unos 5 000 militares estadounidenses realizan regularmente misiones militares o de instrucción, según datos citados por Los Angeles Times».

Como argumento, las «intervenciones humanitarias», cuando en realidad son las fuerzas que garantizarán los intereses económicos en un continente pletórico de riquezas y en desarrollo, aunque las consecuencias sociales de tanta guerra y explotación son el hambre, los refugiados y los desplazados.

Según cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) el número de refugiados en la región es de 12 millones de personas y en el África Subsahariana los desplazados internos son 10,4 millones, casi un tercio del total mundial, que es de 28,8 millones.

Estas personas obligadas a abandonar sus hogares se enfrentan a la inseguridad, a múltiples privaciones, a la dura tarea de la supervivencia, al más devastador efecto en sus vidas, al hambre o la desnutrición…

Trabajar el campo es duro, pero más dura es el hambre (Proverbio Kikuyu)

El desarrollo de África es desigual. Allí está Sudáfrica, uno de los cinco países Brics, las naciones emergentes cuya economía en alto crecimiento está desplazando a los más poderosos del mundo, y también están los diez Estados más pobres: Níger, Etiopía, Mali, Burkina Faso, Burundi, Somalia, República Centro Africana, Liberia, Guinea y Sierra Leona, con lo que ello implica en carestías económicas, en alimentación, educación, salud y nivel de vida en general.

África es posiblemente el continente más rico del mundo, pero sus recursos y riquezas naturales están controlados por las grandes transnacionales, en mayor parte de Estados Unidos y la Unión Europea, que las saquean, como también desvalijan a ese territorio de su capital humano, el intelecto y la mano de obra. Para esos consorcios esta región es la tierra de las oportunidades, y se esfuerzan en mantenerla en una situación de vulnerabilidad.

Precisamente, muchos de los conflictos de este continente virgen son alimentados desde el exterior en su pugna por controlar los recursos de su subsuelo: petróleo, gas natural, coltán y cobalto, materiales que «enriquecen a las empresas, pero extienden una sombra de pobreza por todo el continente», decía el blog marroquí Lemigrant.

Provee el 24 por ciento del petróleo a Estados Unidos; más del 80 por ciento del coltán que utilizan los grandes consorcios de los dispositivos electrónicos del mundo, como Nokia, Motorota, Ericsson, Sony; el 80 por ciento del cobalto utilizado en las baterías de iones de litio, el que se considera un componente fundamental en el desarrollo tecnológico.

Es la máxima productora mundial de diamantes, oro, bauxita y cobre; abastece de cacao y algodón a gran parte del mundo; pero le falta industrias y exporta casi todas sus materias primas que, además, están concedidas en buena parte a empresas extranjeras.  Cuenta con tierras fértiles para la ganadería y la agricultura, es rica en bosques y posee grandes bancos de pesca y de recursos hidráulicos.

La mayoría de los países africanos pueden optar por el desarrollo, por su abundancia potencial de recursos.

África es también el continente más joven, pues el 70 por ciento de su población tiene menos de 30 años, y son ellos quienes pueden impulsar el desarrollo, aún ante las grandes dificultades para llevar a cabo un crecimiento económico sostenible. Esta es una de las ventajas que le reconocen los expertos, la posibilidad de una fuerza laboral más joven y mejor capacitada, junto a los abundantes recursos naturales.

Si las oportunidades nacionales estuvieran abiertas para ellos, podría cumplirse otro proverbio africano: «Después de haber recorrido el mundo entero en busca de la felicidad, te das cuenta de que estaba en la puerta de tu casa».

El Pnud, en un informe sobre la economía recién dado a conocer durante la reunión anual del Grupo Banco Africano de Desarrollo en Kigali, Ruanda, asegura que este continente crecerá un 4,8 por ciento en este año 2014 y se acelerará aún más su avance en 2015, impulsado sobre todo por la demanda interna, proyectos de infraestructura y un creciente comercio continental de bienes manufacturados.

También se habla de una diversificación económica de la región como elemento que está contribuyendo al crecimiento económico de África.

Antoinette Sayeh, directora del Departamento de África del FMI, en una reciente entrevista concedida a la agencia noticiosa china Xinhua, afirmaba: «China, por ejemplo, se ha convertido en el socio comercial más importante del África subsahariana, concediendo su ayuda en los últimos años» a través de proporcionar un mercado robusto para las exportaciones africanas. «No ha sido Europa quien lo ha hecho», subrayaba.

Ese informe del Banco Africano de Desarrollo apunta, además, algo esencial: África debe invertir más en capacitación y en tecnología para alentar el desarrollo, dos temas motivo de ocupación, pero que también enfrentan los obstáculos que interponen los países altamente desarrollados, sobre todo en cuanto a la transferencia de tecnología se refiere. Sencillamente no están deseosos de enseñar a pescar…

Como bien se ha dicho, los africanos viven una relación paradójica de riqueza y pobreza, mas un proverbio minah lo define: «La mejor bendición para que haya una buena cosecha es una calabaza lleno de sudor». África necesita inversiones, pero aquellas que fomenten el empleo, que creen riquezas, y una mejor redistribución de ellas, y que den bienestar para toda la población.

El 2 de septiembre de 1998, en Durban, Sudáfrica, donde se reunía la XII Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, el Comandante en Jefe Fidel Castro advertía con palabras tan sabias como los proverbios africanos:

«Muchas cosas tienen que cesar, y para ello primero que nada tienen que cesar entre nosotros la desunión, las guerras étnicas y los conflictos entre nuestros pueblos, llamados a luchar por su desarrollo y el derecho a sobrevivir y ocupar un lugar digno en el mundo de mañana.

«Y algún día no nos separarán orígenes étnicos, ni chovinismos nacionales ni fronteras, ni ríos ni mares, ni océanos ni distancias. Seremos, por encima de todo, seres humanos llamados a vivir inevitablemente en un mundo globalizado, pero verdaderamente justo, solidario y pacífico.

«Ese día hay que ganarlo luchando», concluía Fidel.

Ese camino está marcado en otros proverbios de sus pueblos: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo pequeñas cosas, puede cambiar el mundo», o más simplemente: «Una sola mano no basta para subirse a la palmera».

Los africanos, con sus valores y dignidad, con su gran fuerza creativa, y en lucha contra la inequidad, construirán ese continente diverso y único que desprende energía, lleno de color, de zozobras y alegrías, de esperanzas y ganas de hacer y vivir.

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