Un team de francotiradores yanquis en Afganistán, con propósitos bien definidos. Autor: AP Publicado: 21/09/2017 | 05:24 pm
Cuando Wade Michael Page disparó en el templo Sikh de Oak Creek, en el estado de Wisconsin, el pasado 7 de agosto, el FBI dijo casi de inmediato que la masacre que costó la vida a seis personas era autoría del «terrorismo doméstico» y su relación con «grupos de supremacía blanca».
Sin muchos más datos, porque la documentación del proceso se mantuvo alejada de la mirada de los periodistas, se conoció por investigadores de los grupos neonazis en Estados Unidos, que el asesino —que se dijo cometió suicidio, tras ser herido en el enfrentamiento con un policía— era un condecorado ex especialista de operaciones psicológicas del Ejército, donde había entrado con ideas antisemitas y se unió a otros elementos de extrema derecha y neonazis.
Autoridades oficiales y la generalidad de los medios se abstuvieron de hacer una vinculación directa entre esta violencia sangrienta que a cada rato aflora en Estados Unidos y el entrenamiento que muchos de los asesinos reciben o han recibido como integrantes de las fuerzas armadas del imperio, necesitada de brazos para disparar, sin importar de donde vengan.
En el desesperado reclutamiento de voluntarios se ha ido poniendo en práctica el principio de «no preguntes, no digas» y abren las puertas de sus barracas a neonazis, miembros de pandillas y bandas gangsteriles, y criminales. Cualquiera les sirve para pelear sus selectivas «guerras contra el terrorismo».
Sin embargo en alguna prensa estadounidense salieron a flote artículos sobre el tema, que también ha ocupado espacio en los llamados cuartos de debate de Internet. En uno de esos foros digitales del diario The New York Times, el investigador Matt Kennard, autor del libro Irregular Army: How the US Military Recruited Neo-Nazis, Gang Members, and Criminals to Fight the War on Terror (Ejército irregular: Cómo los militares de EE.UU. reclutan neo-nazis, miembros de bandas, y criminales para combatir en la guerra contra el terror), escribió:
«Las fuerzas armadas lo deberían saber mejor después de los ataques terroristas como el atentado con bomba de Oklahoma City que fue llevado a cabo por sus veteranos extremistas. Un número significativo de veteranos supremacistas blancos que están de vuelta en Estados Unidos, y lucharon fuerte y con armas y entrenamiento ganados en Iraq y Afganistán, pudiera atemorizar a cada norteamericano».
Luego del 11 de septiembre de 2011, cuando George W. Bush y su cerebro detrás del trono, Dick Cheney, lanzaron la cruzada supuestamente antiterrorista, se tomaron oficialmente medidas y se divulgó hasta la saciedad en los medios un pensamiento xenófobo, muy especialmente enfocado contra los pueblos árabes y la religión musulmana, que además de la invasión y ocupación de Afganistán y de Iraq, acorraló bien de cerca a los ciudadanos estadounidenses o a los inmigrantes de esos segmentos, y avaló a los grupos de supremacía blanca en su política de odio racial.
La lista de quienes han servido como militares y han expresado violentamente sus posiciones extremistas es extensa.
Southern Poverty Law Center (SPLC), una organización que lucha contra la discriminación, las injusticias y desigualdades y las violaciones de los derechos humanos y civiles en la sociedad norteamericana, exponía recientemente su preocupación porque los grupos de odio estimulan a sus miembros a unirse al ejército para recibir entrenamiento y experiencia de combate, que puedan utilizar más tarde para perpetrar sus crímenes en Estados Unidos, según citaba el diario Christian Science Monitor.
SPLC, en su sitio web, explicaba que el ataque criminal contra el templo Sikh fue el más reciente en una serie de incidentes y complots terroristas realizados por la derecha radical, situación que consideran explosiva y que ha ido aumentando en los últimos tres años, dado la creciente adversidad socio-económica en Estados Unidos y la elección por primera vez en su historia de un Presidente negro.
Racismo definitivo
Todo parece indicar que, siguiendo la estrategia trazada por los grupos terroristas domésticos, los miembros de esas organizaciones buscan algo más que entrenamiento en el uso de las armas dentro de las fuerzas armadas, se dedican a hacer proselitismo entre esas personas que llegan ya con un grado desarrollado de tendencia a la violencia y otras aberraciones delictivas y trastornos psíquicos, que por demás se exacerban en los escenarios bélicos, donde los crímenes se cometen con el autorizo oficial y en nombre del «patriotismo, la democracia y la libertad».
Además, el «enemigo» y las víctimas son los nativos de razas inferiores o herejes contrarios a los valores religiosos del Occidente civilizado.
En el año 2008, un informe comisionado por el Departamento de Justicia encontró que la mitad de todos los extremistas de derecha en Estados Unidos tenían experiencia militar.
Durante años, SPLC ha estado rastreando a ese «racismo definitivo» —así se llamaba el primer grupo de música rock que integró Wade Page y con el que grabó un disco bajo el nombre de Violenta victoria— y ha encontrado 1 018 grupos de odio distribuidos por todo el territorio de Estados Unidos, lo que significa respecto al año 2000, previo al atentado a las Torres Gemelas que sirvió de pretexto a Bush, el hijo, para iniciar las guerras infinitas del imperio, un crecimiento del 69 por ciento.
Otra cifra documentada por el SPLC es el fuerte resurgimiento del movimiento «Patriota», cuya actividad apunta como blanco al Gobierno y que en la década de los 90 del pasado siglo llevó a cabo no pocos atentados terroristas, el más terrible de ellos el de la bomba al edificio de Oklahoma City que hospedaba instituciones oficiales y también un jardín de la infancia. En total murieron 168 personas, de ellas 19 niños.
Los datos de esas milicias armadas aumentaron en un 75 por ciento en los tres primeros años de Obama, dijo SPLC, de 149 en el año 2008 hasta 1 274 en el 2011.
Uno de los reportajes del Christian Science Monitor con motivo del ataque al templo hace también alusión al informe del año 2006 de SPLC titulado «Unos pocos hombres malos», y que tomamos para este trabajo pero con un signo de interrogación, porque si en el estudio se habla de miles, es obvio que las tareas y misiones de las fuerzas armadas del Pentágono contra cualquier país que pretenda mantener su soberanía, se asemeja a las actividades terroristas de escala doméstica ejecutadas por los grupos extremistas violentos.
Acaso son manzanas podridas los vándalos de Abu Ghraib, el uso de la tortura en los detenidos en el campo de concentración que crearon en la Base Naval de Guantánamo y que tuvo antecedente en la prisión de Bagram, en Afganistán.
Y no ha tenido igual propósito de ejercer la violencia contra los musulmanes el Team Killer, el equipo de los asesinos que actuó en Afganistán tiroteando a un grupo de aldeanos que fueron a buscar en sus viviendas, o la acción «solitaria» del sargento Robert Bales cuando mató a 16 afganos, incluidos nueve niños, y a quien se le buscó justificaciones como que estaba ebrio, tenía estrés financiero, no le dieron una promoción que esperaba, tenía una herida traumática cerebral, también problemas maritales, vio cómo una bomba caminera le volaba la pierna a un compañero de unidad, sufría de estrés porque ya era su cuarta misión en el escenario bélico.
Estados Unidos ha militarizado su política exterior y con invasiones y ocupaciones intenta resolver los problemas —ahora la estrategia varía, es más fácil y seguro bombardear desde los drones, los aviones no tripulados, pero llenos de mortífera carga en busca de blancos selectivos que al final incluyen civiles. Son los asesinos del poder del Estado.
En casa también están militarizando a su policía, que sale a las calles armada y blindada como si estuviera en la primera línea de combate en una guerra regular, y algunos de esos agentes del orden lo imponen disparando primero y preguntando después, tal y como son las órdenes de guerra.
¿Cómo explicar los asesinatos cometidos por policías en el puente Dazinger, durante el paso del catastrófico huracán Katrina por Nueva Orleáns?
Según algunos grupos de supremacía blanca, cuando recomiendan a sus seguidores enrolarse en el ejército, simplemente se están preparando para una guerra racial doméstica. Y compran armas libremente, ¿y para qué tener un arma si no para darle empleo?, ¿y esa guerra racial doméstica tendrá que ver con el hecho avalado por el Buró del Censo de que la población de origen latino está creciendo exponencialmente?
Las interrogantes pueden ser muchas más, entonces ¿son solo unos pocos hombres malos? ¿O la maldad es intrínseca a una sociedad que hace culto a la violencia y al despojo de otros desde su mismo origen fundacional?