Fidel y Chávez ante la monumental maqueta de la batalla de Carabobo. Autor: Granma Publicado: 21/09/2017 | 05:22 pm
CARACAS.— Entre la declaración de la independencia y la conquista definitiva de esta por los patriotas venezolanos, debieron transcurrir nueve años, 11 meses y 15 días y algunas horas.
Estaciones germinales: desde el 5 de julio de 1811, con la carta de emancipación, al 24 de junio de 1821, cuando el genio de Bolívar la selló con la épica batalla de Carabobo.
El decenio de beligerancia de la Gran Colombia contra el imperio español y sus adeptos sumó 80 grandes batallas, incluyendo la del 24 de mayo de 1822 —la de Pichincha, que condujo a la liberación de Ecuador—, y el combate de Maracaibo, que permitió el control definitivo de la ciudad de Caracas.
En Carabobo, Bolívar volvió a brillar como el más grande general en la historia toda de América Latina, ordenando a tres de sus mejores capitanes: José Antonio Páez, Manuel Cedeño y Ambrosio Plaza, y miles de hombres buenos.
El 24 de junio de 1821, sobre las 9:00 de la mañana, el Libertador dispuso un punto de observación en las alturas de Buena Vista, de donde dirigió una operación fulminante en la que intervinieron 6 500 patriotas (4 000 infantes y 2 500 hombres de caballería) y poco más de 4 200 soldados realistas. Eso sí: bien armados y esmeradamente entrenados, quienes portaron incluso un par de mortíferas armas de artillería.
La magistral estrategia dirigida por el Libertador, que concluyó con el triunfo en las lomas y valles de Carabobo y la persecución de las tropas realistas hasta su base fortificada en puerto Cabello, dejó 200 bajas entre las tropas anticoloniales y 2 908 entre los adversarios —incluidos presos, heridos, muertos y desaparecidos.
Tras Carabobo, sobrevendría el famoso efecto dominó. Una tras otra fueron cayendo las plazas realistas.
Por lo abrupto del terreno, y la capacidad de Bolívar para mover sus tropas y sorprender el enemigo, y por el arrojo de los oficiales y combatientes de infantería y caballería patriotas, esta batalla aún se estudia en las academias militares, como una de las grandes estrategias bélicas conocidas.
La otra batalla de Carabobo
Hugo Chávez es un hombre que ha obtenido grandes victorias, pero también ha debido atravesar enormes dificultades.
Está marcado por la estrella y el sino de Bolívar.
El que haya bautizado su campaña presidencial, hacia los comicios del próximo 7 de octubre, como la Otra Batalla de Carabobo, no es, empero, referencia a su luz y cruz.
La Revolución Bolivariana tiene mucho con qué defenderse y garantizar su continuidad, tanto en lo material como en lo espiritual.
Las grandes inversiones sociales, la sólida economía y la promisoria capacidad productiva que desarrolla bastarían, si se tiene un poco de sentido común, para garantizar el voto mayoritario de los venezolanos.
Los pueblos no son tontos, aunque a veces se equivoquen.
Pero tampoco solo de «pan» vive el hombre. Chávez lo sabe.
De ahí que su campaña electoral, su programa de Gobierno y el destino de su país lo haya asido al cordón umbilical que une y marca a esta nación, la primera que alcanzó la independencia en América del Sur.
De eso es de lo primero y más que él habla. El 7 de octubre, Venezuela va por su segunda y definitiva independencia, y con ella los destinos de Nuestra América. Ese día las mayorías populares del continente y el mundo se merecen otro Carabobo. Y este pueblo parece dispuesto a darlo.
Venezuela y Cuba, espíritu de Carabobo
Volvió a ser una apoteosis de pueblo; y leyendas que aún se cuentan. Fue igual que su llegada a Venezuela en enero de 1959. Pero ya no era un solo Comandante. Ahora iban a ser dos grandes de América, Fidel Castro Ruz y Hugo Chávez Frías.
Uno, el legendario guerrillero y sabio estadista; otro, el joven militar que comenzaba un camino de éxitos —-y tropiezos— que hoy han hecho de la Revolución Bolivariana el faro de América y, quizá, del mundo, en el despuntar del siglo XXI.
Del jueves 26 al lunes 30 de octubre del año 2000, Fidel cubrió aquí unas cien horas de trabajo de las que, seguro, muy pocas durmió, como siempre fue costumbre en él —según se cuenta.
«Ha sido un viaje magnífico, excelente y de consecuencias para nuestras relaciones y hermandad y para nuestra lucha común de unidad bolivariana y martiana. Es lo mejor que pude haber hecho en mi vida», resumía el Comandante al final de su gira, en una teleconferencia con periodistas de varios países.
Los campos de Carabobo no podían faltar en la nueva cita de ambos gobernantes. Como un Encuentro entre estrategas, tituló mi colega y amiga Nidia Díaz, la crónica sobre la estancia de ambos, el 29 de octubre de 2000, en el conjunto monumental que homenajea aquel combate (en Granma, 30/10/2000).
«Hoy es de esos días que no se olvidan, que toman asiento para siempre en el recuerdo. Bajo un fuerte sol, vestidos de campaña y vueltos hacia la altura de Buenavista, Fidel y Chávez disfrutaron del genio militar de Simón Bolívar al reconstruir, en el escenario mismo de los hechos, aquel 24 de junio de 1821 cuando El Libertador decidió lanzarse a tomar los campos de Carabobo, en una batalla que decidió la independencia de Venezuela», escribía Nidia.
«Fidel quería saber mucho más. Cantidad de hombres, el por qué de la táctica militar elegida, cómo pudo el prócer hacer llegar las instrucciones a los Bravos de Apure o a la División de Páez (...). Cómo fue posible hacer avanzar la caballería por las empinadas laderas de las colinas sin caminos».
Preguntas que hacer; historias que contar
El camarógrafo de la televisión Omar de la Cruz, con quien comparto por estos días trabajo aquí, fue testigo de aquella visita, como parte de los equipos de prensa que la cubrían.
Días atrás, también bajo un sol abrasador, nos recordaba a los reporteros y un grupo de médicos que colaboran en la misión Barrio Adentro en el estado de Carabobo, cómo, de tanto querer saber, Fidel se viró hacia el joven historiador militar que le describía el combate sobre una maqueta, y le preguntó: «Qué desayunaron ese día las tropas de Bolívar»...
Pero el Comandante también iba a ser inquirido por Chávez —recuerda Nidia en su escrito. Y ante tantas preguntas, «evocó pasajes de la guerra revolucionaria cubana en la Sierra Maestra y de las estratagemas que a veces tuvieron que emplear para confundir al enemigo».
De aquel día, y en aquel lugar, aún se conserva la placa que recuerda que desde allí mismo, Chávez, teniendo como invitado a Fidel, realizó su programa dominical Aló Presidente, el cual concluyó con la frase «amor con amor se paga».
Se refería a la visita del Comandante y a la cooperación que entonces ambos países iban a consolidar con la firma, un día después, del Convenio de Cooperación Integral mutuo, que ya había sido abonado desde finales de diciembre de 1999.
Entonces, cientos de trabajadores de la salud cubana acudieron a ayudar al país sudamericano tras la catástrofe natural que asoló poblaciones enteras entre la Cordillera de la Costa y el Mar Caribe, dejando miles de muertos y damnificados.
Fue, así, el inicio de una relación que no se detiene. Que se fortalece. Y ha llevado a marchar juntos a Cuba y Venezuela en el mejor espíritu americano, el de la batalla de Carabobo.