UN leve alivio ha seguido al franco desencanto —para ser eufemísticos— que dejó el primer anuncio de que un ente regulador velará por el empleo que haga Haití de los fondos que le den los países donantes… según lo que acuerden finalmente el 31 de este mes.
Haití tendrá voz. Eso, por un lado, según los trascendidos de hoy a tenor —¡casualidad!— de la visita que como buenos amigos realizaron Bill Clinton y W. Bush, este lunes, a la nación caribeña, promotores como son de una Fundación para Haití que en EE.UU. los presentó casi abrazados con Obama, y que debe haberles dejado —sobre todo al republicano—, su buena ganancia mediática.
A propósito de su presencia en Puerto Príncipe se ha dicho ahora que en ese «órgano paralelo», como lo ha denominado el cable de EFE y que entrará en vigor junto al fondo para la reconstrucción —de modo que la comunidad internacional sepa «en qué» los «botarates» haitianos gastan el dinero—, estará copresidido por el propio ex mandatario demócrata y —¡menos mal!—, por el primer ministro de Haití, Jean Max Bellerive. Ello indica que esta vez, los intereses del pueblo haitiano serán escuchados y tendrán buenos defensores allá, donde todo lo deciden. Porque, si no fuera así, ¿adónde habrían ido a parar los tantísimos llamados que han reivindicado, a tenor del sismo, que los haitianos de una vez deben ser los hacedores de su destino? Pero claro que eso no podrán lograrlo sin el respaldo desinteresado de esos mismos que depredaron al país.
Con más penas que glorias, como siempre, puede hablarse de Bush. Dijo PL que su llegada no fue todo lo bien vista que habría deseado, a pesar de que esta vez no se equivocó, y dijo, muy correctamente, que había que ayudar en «las debilidades» de los haitianos. Pero no podía ser bien recibido. Más de uno recordó la labor de zapa y la participación directa que al propio tiempo tuvo su administración para sacar del camino al ex presidente Jean Bertrand Aristide. Y no es esa, en verdad, una buena carta de presentación ante aquel pueblo.
Y en cuanto a Clinton, del que no puede perderse de vista su calidad como enviado especial de la ONU, hubo llamados bien encentrados hacia la unidad en la reconstrucción y, sobre todo, a ponerse a disposición del país necesitado cuando afirmó que «debemos ayudar (…); no con nuestra propia visión, sino con la del pueblo haitiano».
De todos modos siempre hubo sugerencias cuya viabilidad y efectividad habrá que ver como, por ejemplo, su seguridad de que las pequeñas y medianas empresas serán las que tengan el peso decisivo para dinamizar la economía haitiana, para lo que sugirió la entrada de negocios extranjeros que por arte de magia podrían proveer a los haitianos hasta de 100 000 empleos. ¿Otra receta? ¿Será esa la que lleve al desarrollo de los haitianos?
De peor augurio, sin embargo, fue la reunión sostenida casi de modo paralelo por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Si bien ha sido el primer organismo financiero internacional que abre la boca después del terremoto, la propuesta consensuada de que su capital se incremente a
70 000 millones de dólares para poder aumentar los préstamos a los países que lo necesiten, y ver si de una vez pueden condonar la deuda de Haití, pasó por una larguísima discusión provocada por la oposición de ese mismo que Ud., lector, se imagina: Estados Unidos.
La decisión será adoptada finalmente, o no, este martes. Veremos si el resultado da la razón a los que advierten: una cosa es decir... y otra es hacer.