Una página común de despojo y lucha. Breve historia de la planta donde Chávez y Correa apostaron nuevamente por la integraciónFAJA DEL ORINOCO.— No podía tener mejor telón de fondo el encuentro entre líderes de naciones con la mira en una independencia política que pasa, ineludiblemente, por la soberanía económica: la Empresa Siderúrgica del Orinoco recorrida el viernes por Hugo Chávez y Rafael Correa en otra apuesta por la integración, es una de las grandes industrias que el Gobierno bolivariano ha arrancado de las manos al capital extranjero.
SIDOR, como se conoce a la gigante productora de acero, es considerada la mayor de su tipo en Sudamérica y ha sido testigo, como en todos lados, del escarnio que las privatizaciones en masa dictadas por el neoliberalismo en los 80, significaron para la región.
La decisión de levantar sus primeras plantas se remonta a la década de 1950, luego que el descubrimiento de hierro en la localidad de Bolívar, donde se asienta, conminara al gobierno de turno a pedir la participación de una firma italiana. La empresa creció con la inauguración de las nuevas líneas de producción que la hicieron fuerte, y con el «concurso» de otras empresas europeas... pero hasta 1997 fue propiedad de Venezuela.
Entonces, la fiebre privatizadora dictada en las recetas del Fondo Monetario también halló víctima en el presidente del momento, Rafael Caldera, quien dio vía libre a su venta mediante licitación pública ganada por el consorcio Amazonia, que se llevaba así las mayores ganancias dejando a los venezolanos apenas ¡el 20 por ciento! de las acciones.
Según se ha revelado, previamente la siderúrgica fue desmantelada para justificar una entrega amparada además por la legislación, como otros tantos rubros venezolanos que se vendieron: desde septiembre de 1993, la Ley de Privatización figuraba en la Gaceta.
... Es la historia reciente de una Latinoamérica donde, por eso, Evo Morales tiene que decretar la nacionalización del gas que le ha permitido dar una pensión vitalicia a los ancianos y casi levanta a la oligarquía en armas; Cristina Fernández de Kirchner pierde la puja con una agroindustria engreída que, estando conformada por productores locales, no apuesta a los suyos sino al mejor comprador en el exterior, y también la razón por la cual un presidente como el ecuatoriano Rafael Correa batalla por una nueva Constitución que establezca la imperiosa necesidad de que el Estado rija la economía.
No indica otra cosa el ayer reciente de Venezuela... y de SIDOR. Como el petróleo, la electricidad, la tierra, la telefonía y el cemento, entre otros rubros que toda nación debe tener bajo su control, el Gobierno bolivariano recuperó esta acería, aunque la renuencia de los emporios extranjeros a perder sus ganancias mantenga vivo, desde abril, el litigio de traspaso e indemnizaciones.
Sin embargo, con lo que se llevó Ternium —firma del grupo italiano Techint, y a cargo de SIDOR dentro de Amazonia—, debería bastarle para darse por resarcida. Según cifras extraoficiales citadas por sus trabajadores y, por tanto, dignas de crédito, solo de 2005 a 2007, los propios reportes anuales de la firma aseguraban que ganó más de 3 000 millones de dólares en ‘líquido’.
Ahora, y a pesar de su autenticidad y valía, la recuperación del enclave trata de ser capitalizada por una oposición que manipula y vuelve a atizar el miedo a la nacionalización alegando otra vez, mentirosamente, que se acabará la propiedad privada. En verdad, se trata apenas de devolver lo que es suyo a la nación. El demonio —eso no lo dicen— fueron las privatizaciones que dieron todo al gran capital extranjero y dejaron exangües e inermes a los Estados.
¿Cómo podrían nuestras naciones latinoamericanas desarrollarse, mejorar las políticas sociales —como le recomienda Europa—, y romper la dependencia del Norte, si los industrializados siguen creciendo con lo que se llevan y no hay dinero para el gasto social aquí? Para entenderlo mejor, basta ver todo lo que falta por hacer en nuestras naciones, y el empeño de los nuevos gobiernos nacionalistas por mitigar la gigantesca y heredada deuda social...
La necesidad de que el Sur retome lo suyo parece tan clara como oscuro fue el mandato que conminó a los malos o atenazados gobiernos anteriores, a vender.
Las corporaciones que en su momento compraron a precio de ganga a gigantes al estilo de SIDOR —y hasta servicios indispensables a la gente tales como el agua y la electricidad—, no solo explotan y se llevan la materia prima que revenden después al mismo país en productos elaborados con su propia riqueza, maquinaria onerosa de la sinrazón que lo despoja. Además, lo hacen sobre los hombros de los seres humanos. Una razón de más para tomar las riendas.
Contrataciones que jamás asientan al obrero en plantilla y libran a los dueños de darles prestaciones sociales, sueldo justo y jubilación, se extienden aún por Latinoamérica y engañan los índices de las instituciones internacionales, para las cuales jamás un subcontrato o un trabajador «en negro» será un sin trabajo, mientras cuentan como «subempleado» al menesteroso trabajador informal. Es buena parte de la realidad que ha movilizado a los pueblos en pos del cambio.
En SIDOR, hasta abril, las cosas no fueron distintas frente a un Estado que, estando ahora en función de ese mismo hombre, se encontraba, sin embargo, maniatado: había «otro dueño» que tenía a sus más de 9 000 trabajadores «tercerizados». Los paros y huelgas contra los patronos se mantuvieron durante 15 meses hasta que el Estado venezolano actuó, dictando la nacionalización...
«Fueron meses de una lucha muy difícil, la transnacional siempre nos trató como esclavos», relató en la fecha José Meléndez, dirigente sindical. «Ahora vamos a producir acero venezolano al servicio de la Revolución.»
Pero esa es apenas una de las metas. El derrotero final es crecer y proporcionar el bienestar a todos... Y eso no puede conseguirse sin independencia plena.
Una muestra de lo mal que las décadas pasadas dejaron las cosas en Latinoamérica la dio uno de los pequeños empresarios argentinos que, el jueves último, firmaron convenios de colaboración con Caracas mediante los cuales se levantarán aquí una veintena de nuevas fábricas, entre poco más de 200 previstas para fomentar el desarrollo agropecuario e industrial, y que permitirán producir aquí mucho de lo que se importa.
Hugo Cerveni, directivo de una PyME (pequeñas y medianas empresas) ubicada cerca de la localidad argentina de Rosario, agradeció «la oportunidad» a Chávez.
«Frente a las grandes transnacionales —dijo—, solos no se puede. Y nosotros queremos crecer con Venezuela».
Siderurgia del Orinoco «Alfredo Maneiro»
•SIDOR cubre un área que supera las 2 000 hectáreas y está ubicada en Guayana, capital del estado venezolano de Bolívar, en la rica Faja del Orinoco.
•En sus comienzos, durante los tiempos de Carlos Pérez Jiménez, la siderúrgica fue el motor impulsor de Puerto Ordaz y llegó a tener en nómina a cerca de 30 000 trabajadores.
•En tiempos recientes, Ternium no solo burló normas del contrato que le indicaban ejecutar inversiones ascendentes a 400 millones de dólares, sino que pretendió aumentar el capital por ese mismo monto para llevar a cero la participación del Estado, según denuncias de dirigentes sindicales de SIDOR.
•El Gobierno bolivariano no expropia per sé y busca acuerdos que permitan la permanencia de las empresas extranjeras, pero con las mayores ganancias para el Estado. Sin embargo, el presidente Hugo Chávez se ha negado a ceder ante actitudes prepotentes y de chantaje. En contraposición a las presiones, el líder venezolano ha anunciado que se invertirán otros mil millones de dólares en SIDOR, cuya producción servirá para impulsar el desarrollo de la economía nacional y, específicamente, el sector de la vivienda.
•El consorcio Amazonia está controlado por el grupo transnacional italo-argentino Techint-Ternium (Ternium es filial de Techint), y posee más de cien empresas en todo el mundo, junto a capital de otras naciones.
Fuente: «Lecciones de la nacionalización». Marea Socialista, junio 6 de 2008.