Más de 350 detenidos. Foto: AP Después de los remezones provocados por los muchachos de secundaria y vista la estoica resistencia de los mineros de La Escondida durante su paro de 2006, la sociedad chilena no había vivido un movimiento telúrico de tanta fuerza. Si se toma en cuenta que aquellas fueron protestas sectoriales podrá colegirse, además, que las movilizaciones desarrolladas la víspera en Chile tuvieron un ingrediente adicional: el carácter unitario no solo en la acción, sino en la exigencia.
Desde que, trabajosamente y atados todavía por las cuerdas de la dictadura, los chilenos comenzaron a transitar hacia la democracia, posiblemente esta sea la primera vez que sus trabajadores se mueven al llamado general de la CUT para enarbolar una demanda de tan disímiles implicaciones económicas, como homogénea textura: el fin de la desigualdad.
Mínimamente, el director de la Organización Internacional del Trabajo, Juan Somavía, consideró la medida como «un llamado de atención».
Sin embargo, el acatamiento a la convocatoria de la Central Unitaria de Trabajadores tiene lecturas de otras dimensiones en un país donde la represión de Pinochet primero, y después los contratos temporales propiciados por la privatización, acabaron con el sindicalismo y desmovilizaron a los sectores más combativos. Profesionales de la salud, maestros y subcontratistas del cobre engrosaron, este miércoles, las demostraciones, expresadas con cortes de ruta en las regiones.
Puede ser hartazgo o, sencillamente, lo que un joven dirigente de la enseñanza secundaria —«pingüinos», les llaman, por el uniforme escolar— comentó a este diario, más o menos de esta forma, hace algunos meses: «los jóvenes exigimos nuestros derechos porque nacimos en democracia».
No se sabe cuántos de las nuevas generaciones engrosaron las listas de los 350 manifestantes detenidos ayer en Santiago, según cadenas internacionales que reseñaron los partes de la televisión estatal, en franca discordancia con fuentes oficiales que solo hablaron de 80. En todo caso, primó la misma forma de pensar del estudiantado.
Un senador del Partido Socialista —integrante de la amplia Concertación para la Democracia en el gobierno, y núcleo político al que pertenece la presidenta Bachelet— rozó el tema cuando, interrogado después de recibir un fuerte golpe de los carabineros, deploró que no se legalizara la marcha que pretendía llegar a La Moneda, custodiada con policías a caballo, gases y carros lanza-agua. Los que están aquí se ganaron el derecho a la manifestación.
Para algunos observadores, los hechos evidenciaron grietas en la Concertación. Las denuncias de líderes de la CUT que responsabilizan al ministro de Hacienda, Andrés Velasco, por el rumbo económico reciente de Chile, fueron apoyadas «en las calles por senadores y diputados oficialistas», comentó DPA.
Opuesta a las acciones violentas pero siempre receptiva, la presidenta Bachelet llamó al diálogo e invitó a instaurar una denominada Comisión de la Equidad, que ayer mismo abrió sesiones.
No pocos analistas consideraron la jornada como epílogo donde desembocaron los capítulos de inconformidad en gremios que, uno a uno, se han manifestado contra el estatus en las semanas recientes: los forestales, los agroindustriales y, una vez más, los mineros.
Tampoco se ignora una realidad respaldada por cifras que, otra vez, exhiben el incuestionable crecimiento macroeconómico de Chile y, aún más, índice de reducción del número de pobres, pero con una mayor concentración de las riquezas. Cifras oficiales reportan que el cuatro por ciento de la población acapara la quinta parte de la renta.
Privatización de la enseñanza y virtual entrega del cobre a las transnacionales han constituido, hasta ahora, las heridas más dolorosas a los chilenos pero, todo indica que las molestias se empiezan a generalizar.