Paciente de sida muestra retrovirales en Tapologo, África del sur. Foto: Reuters Durante cinco días, cerca de 24 000 personas de 170 países se congregaron en Toronto, Canadá, para participar en la XVI Conferencia Mundial sobre sida, donde se discutió el proceder ante la impresionante propagación del Virus de Inmunodeficiencia Humana.
Prevención, distribución de antirretrovirales e investigaciones para combatir la epidemia, unidas a la aplicación a gran escala de los tratamientos contra el virus, sus logros y dificultades, fueron temas puestos sobre el tapete.
El siempre pendiente acceso a los medicamentos, disponibles para apenas el cinco por ciento de los infectados, fue tópico central, aunque algunos expertos hablaron de pequeñas victorias en el mejoramiento de la calidad de vida de los enfermos.
El imperativo moral de acceso universal al tratamiento del VIH parece estar hoy más claro; sin embargo, la mayoría de quienes precisan el tratamiento aún no tienen acceso a él, sobre todo en África, la región más sufrida.
La profesora keniana Ruth Nduati, de la Facultad de Ciencias de la Salud en la Universidad de Nairobi, exigió una atención más extensa de los menores, considerados las principales víctimas del sida, ya sea por sufrir la enfermedad heredada o por quedar huérfanos como consecuencia de la pandemia.
Las mujeres alzaron sus voces en la cita de Toronto. «Es hora de que los gobiernos den el poder a las mujeres, porque las mujeres son la columna vertebral de las naciones», exigió la sudafricana Musa Njoko expresando así el clamor femenino para defenderse del VIH/sida.
Durante estos cinco días, ellas trabajaron sobre cinco temas: acceso a la asistencia, tratamiento y apoyo; participación significativa de las personas que viven con el HIV; los prejuicios y la discriminación.
«Si no tienes nada que comer y estás infectado con el VIH, entonces sufres dos enfermedades: sida y hambre». Así lo simplificó el haitiano Joseph Jeune al explicar cómo las terapias con antirretrovirales sirven de muy poco sin una buena alimentación.
ONUSIDA, por su parte, recordó datos de esta lamentable alianza: 6,4 millones de personas infectadas necesitan alimentos de aquí al 2008. ¿Costo? Menos de 850 millones de dólares, solo medio dólar al día cuando se trata de alimentar a un enfermo y a su familia. El hambre también facilita la transmisión del virus.
Washington volvió a salir mal parado. El enviado especial de ONU, Stephen Lewis criticó el rudimentario plan de emergencia de EE.UU. para África y señaló que peca de «incipiente neocolonialismo» al querer decirles a los países africanos cómo luchar contra el sida.
Concluido Toronto, tras un cuarto de siglo de identificado el virus, la epidemia sobrepasa los esfuerzos del mundo. Solo se ha ganado en experiencia sobre la necesidad de prepararnos, pero todo hace indicar que en los próximos 25 años el sida seguirá con nosotros.