Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Lealtad en el juego terrorista

Autor:

Juana Carrasco Martín

El proceso-farsa del terrorista Luis Posada Carriles en El Paso tuvo este jueves un nuevo capítulo cuando uno de sus compinches fue también encarcelado por desacato, puesto que se negó a testificar en la investigación de un gran jurado federal en el estado de Texas.

En juego sigue la pretensión del asesino confeso de entrar por la puerta ancha a Estados Unidos, es decir, que la administración de George W. Bush le conceda la categoría de residente, dados los servicios prestados por Posada al imperio durante una larga trayectoria como agente de la CIA y mercenario en Vietnam, en Venezuela, en Centroamérica… siempre dispuesto a poner los explosivos o apretar el gatillo, con el pueblo cubano en la mirilla o personas de otras nacionalidades, según sea el lugar donde decida ejecutar.

Ahora, el amigo que no quiere hablar, Ernesto Abreu, a quien identifican las agencias informativas como un empresario de Miami, hizo uso de la Quinta Enmienda de la Constitución estadounidense de no autoincriminarse para no contar cómo fue que Posada Carriles entró a Estados Unidos.

Según su padre Ernestino Abreu, otro connotado terrorista y viejo secuaz de fechorías del organizador de la voladura en pleno vuelo de un avión de Cubana en 1976, Abreu está en una celda en Chaparral, Nuevo México, desde que el pasado 6 de julio fuera detenido en El Paso cuando rehusó prestar declaración. Por ahora, la oficina del fiscal del Distrito Oeste de Texas ni confirma ni niega esta versión.

Otros involucrados han sido también convocados a corte para la audiencia que está programada para el 14 de agosto, según el leguleyo que defiende a Posada, el abogado Eduardo Soto. Entre ellos José «Pepín» Pujol, quien ya solicitó antes el amparo de la Quinta Enmienda, pero no fue detenido, como tampoco otro cómplice de trastadas, Rubén López Castro, a quien también le preocupa compartir calabozo, aunque por el momento no ha dicho ni tan siquiera esta boca es mía.

Sin embargo, lo más interesante son las declaraciones que hiciera el viejo Abreu: «No puedo sentirme feliz porque mi hijo está en prisión. Pero estoy orgullos de que él sea un hombre de principios».

¿Cuáles son esos principios? Pues habría que atenerse a las andanzas del viejo Abreu, de quien el Herald de Miami dice que cumplió tres años de prisión en Cuba cuando fue capturado intentando introducir «un cargamento de armas» en la Isla, y si alguien duda de otros avales que se les pregunte a los inquilinos de la Casa Blanca con los que ha tenido relaciones estrechas e intereses comunes en la intención de aniquilar a la Revolución Cubana.

Abreu, el hijo, goza de la amistad de Posada, al punto de que fue uno de los tres individuos de Miami que le acompañaron en un vuelo charter fletado en Miami cuando fue alevosamente «perdonado» y puesto en libertad por la entonces presidenta de Panamá Mireya Moscoso —un buen pago mediante, como pudo conocerse después.

Así que hizo de rodrigón en aquel viaje de Panamá a Honduras. Despues de esa etapa quieren que se pierda el rastro para no reconocer que Luis Posada Carriles entró a Estados Unidos por Miami y a bordo del yate Santrina. Precisamente el fulano en cuestión, es decir Abreu, era el presidente de la supuesta empresa de investigación acuática Caribe Drive & Research, socio en ella de Santiago Álvarez, compradora de la embarcación que llevó al terrorista mayor hasta el nido de Miami, procedente de Isla Mujeres, México.

He ahí el porqué Ernesto Abreu se niega a declarar. Sería uno de los protagonistas de una acción ilegal de tráfico de personas, o persona, pues en este caso el archiconocido pasajero terrorista, ha dicho una y otra vez que cruzó la frontera México-Estados Unidos, por tanto tendría que encarar cargos de perjurio por mentirles a las autoridades norteamericanas.

Con el casito de Abreu, serían tres los cómplices de Posada puestos tras las rejas. Así están su benefactor Santiago Álvarez y Osvaldo Mitat, otro amigote, esperando juicio para septiembre, tras ser atrapados con un importante alijo de armas, y no precisamente adecuadas para cazar palomas.

De todos los conspiradores, solo se dispuso a hablar, y lo ha hecho, Gilberto Abascal, y en los círculos del terror anticubano se le tilda por eso de traidor.

Así transcurre el supuesto proceso al torvo personaje de extensa e intensa actividad criminal contra Cuba, desde que la CIA y sus agentes especiales se encubrían en la Universidad de Miami bajo el cógido JMWAVE, y prestaban servicios como soldados a sueldo del organismo de espionaje y ejecutores de sus trabajos más sucios, avales que consideran suficientes para ganarle a Luis Posada Carriles el «honor» de la ciudadanía estadounidense y a sus cómplices el agradecimiento eterno del EE.UU. de los Bush.

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