Me siento feliz con esta presea, dijo a la prensa al término de la competencia. Autor: Roberto Morejón Rodríguez Publicado: 30/07/2021 | 06:15 pm
TOKIO.― De aquella niña que en 2008 dijo al mundo «he llegado» queda la sonrisa inspiradora y una confianza en sí misma que lo mismo deja fuera de combate a rivales que a escépticos. Anda, tantos años después, subiéndose todavía al podio olímpico y cargando a su Cuba en el pecho.
Idalys Ortiz conquistó su cuarta medalla en citas estivales (1-2-1), con tres finales seguidas, después de aquel bronce iniciador en la capital china cuando era una perfecta ilustre desconocida.
Es tan grande que ella misma no se imagina por encima del resto. Prefiere recortar unos metros a los elogios: «no se trata de superar a Driulis González, mi ídolo desde joven, sino de igualarla. Ella también ganó cuatro medallas olímpicas (1-1-2) y eso tiene más valor que el color de una u otra», dijo con una de sus técnicas favoritas: la modestia.
«Incluso, si decidiera buscar una quinta presea tampoco sería para ponerme por encima de nadie, sino con el ánimo de seguir su legado, el de ella y tantas otras que son inspiración para el judo cubano», y con esas palabras completó su ippon de humildad ante la prensa cubana acreditada a estos Juegos.
En el Nippon Budokan, templo del judo japonés, era Idalys contra Idalys, superándose a sí misma, como suele decir cuando le preguntan por rivales. «En los deportes de combate nadie regala nada, se gana o se pierde, y yo vine para estar en el primer bando».
«Esta plata es una hazaña, son muchos años de sacrificio, muchas horas entregadas al deporte. Cuando las demás no detuvieron nunca su preparación en tiempos de COVID-19, yo apenas tuve dos meses y medio de entrenamiento; perdí a mi padre, para él también es este resultado; y otra vez, como en Río de Janeiro, Cuba llegaba al último día del judo sin una presea, y como entonces, sentí un poco de presión, pero no dejé que mi deporte se fuera sin medallas».
Solo la japonesa Akira Sone, de apenas 21 años y capaz de meter más de 78 kilogramos de anatomía en sus escasos 1.63 metros de estatura, pudo después de 8:52 minutos de combate celebrar un triunfo sobre la leyenda del Caribe.
Era viernes de dioses sobre el tatami. La cubana y el francés Teddy Rinner subían al podio olímpico por cuarta vez seguida. Él festejó su bronce igual que los títulos de Londres y Río de Janeiro, y ella no cabe de gozo en esa plata que brilla tanto como la bandera que refulge en su judoguis.