Rob Manfred, director de la Grandes Ligas Autor: USA TODAY Publicado: 21/09/2017 | 06:51 pm
Pese a que los directivos de Major League Baseball (MLB) han mostrado disposición para regularizar las relaciones contractuales con Cuba, las iniciativas para que nuestros atletas puedan jugar en el mejor béisbol del mundo sin necesidad de establecerse en un tercer país requieren del visto bueno de los políticos de Washington, que saben menos de deporte, pero sí de cómo bloquear todo lo que huela a naturalizar los vínculos entre las dos orillas.
Un acuerdo entre la Oficina del Comisionado de la MLB y nuestras autoridades de béisbol implicaría no solo el aumento exponencial del flujo de jugadores cubanos hacia los diferentes niveles de aquellas ligas, sino también un beneficio económico para Cuba, a partir de los tributos establecidos por cada atleta que llegue a firmar, y esa es unas de las razones que más escozor causa a quienes niegan los acercamientos, incluso, deportivos.
En la temporada recién concluida más de 20 peloteros cubanos jugaron en la Gran Carpa y una cantidad mucho mayor estuvo en ligas menores. Los que nacieron en la Isla tuvieron que emigrar y establecerse en otro país para poder aspirar a la agencia libre, condición indispensable para poder firmar.
Pero no basta con que abandonen su tierra natal, también deben rubricar una Declaración Jurada asegurando, entre otros datos, el lugar donde residen y pagan sus impuestos, y en ese documento debe quedar muy claro que no volverán a vivir ni a tener vínculos con el fisco en Cuba. Semejante humillación solo se le exige a nuestros coterráneos.
La idea es que ni un dólar entre a Cuba. Los jugadores rentados de otros países pueden cobrar sus salarios en sus lugares de origen, donde pagan los tributos que les fije la ley, y que a veces son menos que los montos exigidos en suelo estadounidense.
¿Cuánto ha dejado de percibir la Federación Cubana de Béisbol por los derechos de representación de atletas formados aquí?
Ese dinero pudiera dedicarse al desarrollo de nuestro béisbol, mejorar instalaciones y tecnología, adquirir implementos —incluso, comprarlos en el propio mercado estadounidense donde se venden los de mayor calidad, pero nos los niegan por la misma política de cerco económico—, invertir en la liga cubana, entrenar a las selecciones nacionales, sufragar viajes para topes de preparación y fomentar la práctica de este deporte desde las edades de aprendizaje, entre otro número considerable de usos; sin embargo, va a parar a cuentas de otros países por obra y gracia de las restricciones impuestas por las leyes del bloqueo.
¿Imaginan cuánto podría ganar el sistema del béisbol cubano con un pacto semejante al existente entre MLB y las Grandes Ligas japonesas? Un jugador nipón debe participar en al menos siete temporadas de su país para poder saltar a la Gran Carpa norteamericana; no obstante, si a alguna de las 30 organizaciones estadounidenses le interesa un atleta que no haya cumplido el tiempo establecido en su liga deberá pagar una prima millonaria para adelantar el traspaso.
Han habido proyectos legislativos para flexibilizar la política de Washington en lo que a vínculos con el béisbol cubano se trata y acompañar la voluntad del ente rector de las Grandes Ligas para naturalizar las relaciones contractuales; pero los políticos neoconservadores y anticubanos continúan empeñados en ponchar todo lo que pudiera significar un buen batazo que beneficie a ambos «equipos».
MLB hizo sus cuentas y sabe que un acuerdo así tendría un impacto muy positivo para ellos. Quieren, pero no pueden. Y después dicen que es Cuba…