Messi es, con Maradona, el más extraordinario artista Autor: Tomada de Pájaro Rojo Publicado: 24/02/2018 | 08:57 pm
Diego Armando Maradona era una especie rara. Un tipo distinto. Enigmático. Corría por los campos de Italia los domingos por la tarde y, de vez en vez, quebrantaba algunas cinturas y cortejaba con su elegancia la vista del pobre aficionado al fútbol, que sin desprender un vestigio de rebeldía, aceptando inauditamente el pudor por arrastrarse detrás del adalid vestido de celeste, se sometía a pagar el precio de una butaca solo para verle.
Víctor Hugo Morales solía marcar el gol que coronaba a Uruguay como campeón del mundo. Era una volea increíble, casi chilena, que salía de su pierna derecha con potencia hasta al ángulo de la portería. Luego levantaba la copa y la mojaba sutilmente con sus lágrimas. Gritaba con locura su éxito, como si del estadio su voz saliera por los cuatro vientos a todos los rincones del planeta. Pero todo era de noche. Mientras dormía. A decir verdad, nunca tuvo un ápice de suerte con la esférica en los pies. Era un chico medio torpe, descreído en la cancha. Bendita impericia futbolística que nos regaló a uno de los más grandes narradores.
La jugada de todos los tiempos
Tarde del 22 de junio de 1986. Maradona en el césped, corriendo y domando al balón; Víctor Hugo en la zona de prensa, haciendo caños y sombreros con el micrófono. Ambos eran un espectáculo. Mientras sobre la grama un rayo inmutaba al graderío, en un rincón del estadio Azteca, con el puño apretado y los ojos cristalinos, el relator uruguayo narraba con locura el mejor gol de la historia, porque era su ídolo quien lo convertía, porque ganaba Argentina, porque amaba este deporte.
«Ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona y arranca por la derecha el genio del fútbol mundial (…) ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta...Goooooool... Gooooool... ¡Quiero llorar! ¡Dios santo! ¡Viva el fútbol! ¡Golazo! ¡Diegol! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme. Ma-ra-do-na: en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos, ¡Barrilete cósmico! ¿De qué planeta viniste, para dejar en el camino tanto inglés…?»
Así lo contaba el de la tierra charrúa, y evocarlo provoca una nostalgia evidente en su rostro. «Iba Diego envuelto en una aureola amarillenta corriendo contra esos ingleses y dejándolos en el camino, venciéndolos con la magia del más grande jugador de todos los tiempos. Además, en medio de la belleza de la jugada, de la osadía que hay que tener para llevarla a cabo, de la enorme habilidad de la que hay que hacer gala, está el hecho deportivo de la eficacia, porque la jugada termina en gol… pensemos qué hubiera sucedido si esa pelota pasa por el lado del palo y no entra».
Fue un gol reivindicativo, además, por la circunstancia de aquel mundial, pues solo habían pasado cuatro años de la guerra por las Malvinas: «México, el anfitrión, estaba en contra de la Argentina. Yo estaba muy enojado con México, recuerdo que dije al aire que allí no regresaba más ni engrillado; hoy en día tengo a mi hijo casado con una mexicana y me he cansado de ir a México… las cosas de la vida. A mi alrededor tenía a periodistas que yo veía hablar mal todo el tiempo de la Argentina.
«Entonces nos encontrábamos contra los ingleses, contra los mexicanos, pero además, no hay nada más lindo, salvo comer pollo con las manos, que tener razón. ¡Cómo se disfruta cuando uno tiene razón! Yo había sostenido que a ese equipo le iría muy bien, y al ganarle a Inglaterra, Argentina se ubicaba entre los cuatro mejores del mundo», añade.
Evoca Víctor Hugo que «el gol, entonces, se lo gritaba a toda esa gente, lo cual unido al sentimiento de tener razón, y a Diego, a quien admiraba y admiro como el primer día, provocaron lo que en criminología se llama un estado criminal, que es cuando la mente borra todo. Yo estoy seguro de que tuve un apagón en mi cabeza, y de ese apagón nació un grito alocado, una sucesión de frases inconexas que se fueron hilvanando hasta decir algo que es muy vigente todavía: “la jugada de todos los tiempos”», narra como si fuera hoy aquella tarde de junio del 86.
El pudor ante el éxito
El éxito casi siempre es sinónimo de orgullo. Casi siempre, sea por instinto humano, sea por egoísmo, el éxito es motivo para presumir. Víctor Hugo, como Diego, es un rara avis. «En ese momento sentí vergüenza, y al escucharlo por primera vez quedé aterrorizado, pensando: “es como si una noche me emborracho, me desnudo y salgo a correr por la avenida principal de Buenos Aires y me filman”».
«Yo sentía eso por el gol hasta que me empezó a dar, que sé yo, una especie de renombre, porque a la gente le gustaba. Entonces me dije que quién era yo para negar lo bueno que podía haber en ese gol con lo negativo que yo le encontraba, y ahora estoy a buenas con él, pero no lo escucho», reconoce.
Sin embargo, aclara el carismático relator que «cada vez que me hacen una entrevista se ven obligados a poner el gol y ahí estoy yo con mi grito y mi locura, y lo que antes era pudor ahora es cansancio. Parecería que es lo único que he hecho en mi vida como relator, aunque si así fuera está más que justificado».
Por el que sí confiesa sentirse orgulloso es por el gol conocido como «la mano de Dios», el cual relató tal como lo percibió, con la imparcialidad propia de un profesional: «Como un hecho de gran valor para mí es que lo recuerdo. Si lo escuchas, verás el compromiso con la verdad, pese a que pudiera perturbar o molestar la felicidad del oyente. Vi la mano en el momento de producirse y así lo hice notar en toda la narración. Una anécdota increíble es que desde estudios en Buenos Aires me decían que el gol había sido con la cabeza, legal...».
Fútbol moderno en la mirilla del relator
Pese al crudo momento que atraviesa al fútbol, desarraigado muchas veces de su esencia y sometido a intereses mercantiles, Víctor Hugo no cree que el sino de este deporte esté enterrado bajo montañas de dólares.
«Comparado con el siglo pasado, en la actualidad se juega mejor. La velocidad es un componente esencial en el deporte. Claro que, con más rapidez en el juego, la precisión escasea. Pero la valla está más alta. Los cambios no son de un año para el otro, pero en décadas, se advierten las variantes. No me afilio a que el tiempo pasado fue mejor. Cada época tiene su belleza y hay que saber descubrirla».
Ante la pregunta de quiénes son los mejores jugadores del mundo, fue tajante: «Luis Suárez, Cristiano Ronaldo, Neymar, los nombres obvios, a Messi ni tengo que mencionarlo, él es con Maradona el más extraordinario artista. De los más grandes que he visto están también Bochini, Zidane, Francescoli, Juan Ramón Carrasco, Baggio, Sócrates, Falcao, Zico… Cada uno de ellos ha sido artista del juego».
Acerca del mundial que se disputará en Rusia el próximo verano, no dudó en reconocer a Argentina, Brasil y Alemania como los principales favoritos: «Los albicelestes tienen al as de espadas, que es la carta más poderosa del juego, con Lionel Messi. Si Messi no estuviera en Argentina la selección albiceleste igual estaría entre las diez mejores selecciones y con él hasta puede ganar el mundial».
«Brasil ha resurgido de entre las cenizas, está muy fuerte y será un animador seguramente hasta semifinales. Alemania es muy sólida y organizada, una lástima que se apagara Italia, mientras España no es la misma de otros años, Bélgica siempre es una promesa que después suele quedarse en el camino, y Francia no se puede obviar. Aun así, tengo la esperanza de que se cuele algún otro de América Latina, si pudiera ser Uruguay, yo agradecido, aunque hay un nivel colombiano hoy más alto», asevera con la esperanza puesta en los conjuntos latinoamericanos.
Los milagros del fútbol
Decía Eduardo Galeano que «cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece».
«Los intelectuales, incluido el amado Galeano, entienden el fútbol con el mismo lirismo de su poesía. Aman la libertad del jugador, la creatividad, mientras abominan de la táctica y la estrategia, y mi punto de vista es que cuanto mayor son las dificultades, más valor tiene la creatividad. Me gusta el colectivismo y no el sermón individualista. Hasta los artistas están obligados a la solidaridad en el juego».
—¿Qué herramientas debe tener un buen narrador deportivo?
—Las herramientas del relator son físicas. Voz, golpe de vista, facilidad de palabra; las del periodista, el esfuerzo por entender y comunicar de la manera más instructiva posible. Yo, por ejemplo, amé la radio desde niño y desde los 16 años prácticamente nunca me quedé sin micrófono.
—¿Conoce algo de fútbol cubano?
—Las últimas veces que he visitado el país he percibido una gran pasión por este deporte, lo cual no me sorprende y marcará un ascenso en la capacidad. El tema es organizar un gran torneo nacional y mantenerlo. Cuba podría invitar grandes equipos para que hagan allí la pretemporada y enfrentarlos como sparring. Solo compitiendo llega la superación. El biotipo cubano le va fantástico al fútbol. Cuba debe ya pensar en el tema.
—¿Cuál es el sentimiento de Víctor Hugo cuando está en una cabina, sentado, narrando fútbol?
—Si me siento físicamente bien, pocas cosas me otorgan motivos para celebrar la vida como el relato. Es una sensación de felicidad plena. Es mi pequeño arte, mi desafío, mi incógnita…