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Cuestión de cálculos

Al conseguir el segundo éxito, los dirigidos por Jorge Ricardo Gallardo no solo evitaron la capitulación, sino que «sembraron» cierta dosis de presión en las filas enemigas. Todo hace presagiar un tenso juego esta noche

Autor:

Raiko Martín

Dijo Roger Machado, al término del quinto juego de esta final beisbolera, que en los planes de su equipo estaba ganar, al menos, un partido en territorio enemigo. Logrado el objetivo, tenemos que pensar que la defensa de la corona transcurre por cauces esperados, y que la estrategia de la manada de los Tigres marcha sobre rieles, apegada a los cálculos.

No dudo que haya sido ese el propósito original con el que la novena avileña aterrizó en Vueltabajo, sobre todo después de agenciarse los dos triunfos iniciales. Pero creo también que, después de los dos «match point» desaprovechados, son los locales del duelo de esta noche (7:15 p.m.) quienes menos deben descuidar el factor sicológico. Y me explico.

Perder tres partidos en línea parecía mortal para el elenco pinareño, y no pocos pensaron, entre los que me incluyo, que la sentencia era cuestión de tiempo. Desde entonces, la coronación de los pativerdes tomó visos de utopía, por lo que salvar el honor ante una inminente barrida se convirtió en la razón de ser —o pelear— sobre el diamante. Con el orgullo a salvo, quedaba la opción de vender lo más caro posible la derrota.

Pero sucede que al conseguir el segundo éxito, los dirigidos por Jorge Ricardo Gallardo no solo evitaron la capitulación. De paso, apuntalaron su orgullo de guerreros y «sembraron», aunque el manual mande a desconocerlo públicamente, cierta dosis de presión en las filas enemigas, que hace muy poco apreciaron la capacidad de los Vegueros para remontar fuera de casa una diferencia como la arrastrada ahora.

La ventaja de jugar contra los pronósticos es la posibilidad de soltar lastre en cuestiones de presión, y nunca los pinareños fueron favoritos en este cruce. Perder aparece, al menos en el libreto de las probabilidades, antes que la opción de igualar la serie, de ahí que salir al campo sin mayores tensiones puede servir como un plus a sus posibilidades.

De equilibrarse la batalla, entonces la cifra de pascales se repartirá entre ambos bandos para asumir la última escaramuza. Entonces estaría en juego, sin opción de fallo, el trono del béisbol cubano, razón suficiente para que los niveles de presión escalen hasta valores máximos.

Ahora, la cuota de confianza para la visita viene aparejada a la presencia hoy en el box de Yosvani Torres, el líder de su rotación, quien llega con deseos de redimirse de una apertura el pasado domingo ante su público que quedó en el plano de lo discreto.

Sin embargo, además de la condición de anfitriones, a favor de la representación avileña obra la solidez de un grupo que ha adquirido, con su protagonismo en los últimos años, la necesaria madurez para lidiar con momentos como los que se le avecinan. En ese sentido, valga el siguiente dato: según una revisión hecha por nuestro estadístico Benigno Daquinta, solo Osbel Rodríguez (tercer receptor), y los refuerzos Yasmani Insua, Lázaro Blanco y Guillermo Avilés, no han jugado una final en el béisbol cubano.

Dachel Duquesne, el designado para «amarrar» el triunfo de la consagración presenta balance de 1-2 frente a la armada vueltabajera, y llama la atención que en cada uno de esos tres enfrentamientos lanzó cinco entradas o más y lo más que pudieron anotarle fue tres carreras en una de esas presentaciones. Todo hace presagiar un tenso pulso.

Reportes de medios avileños divulgaron que en la alineación del sexto juego solo estaría ausente el experimentado inicialista Yorelvis Charles, pues todo parece indicar que el paracortos y capitán Yorbis Borroto ha superado la luxación sufrida en el cuarto desafío. Del otro lado, la «impedimenta» siempre ha sido más nutrida, aunque se espera que William Saavedra pueda regresar a la inicial.

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