En el último juego de la subserie entre Pinar del Río y Artemisa ocurrieron situaciones desagradables que implicaron varias expulsiones. Autor: Juan Moreno Publicado: 21/09/2017 | 05:56 pm
Ha empezado la pelota en Cuba, y no ha rodado tan bien como debiera, a pesar de que apenas vamos por nueve juegos. Las costuras de la disciplina siguen un poco flojas y por ahí, lo que pudiera ser un batazo contundente a favor del buen espectáculo deportivo (y cultural también), ha quedado, a veces, en un desagradable foul a las mallas.
Poco a poco, y años tras años, se van convirtiendo en rutina las discusiones de las jugadas de apreciación, los cascos tirados como si fueran los culpables de los ponches, las palabras groseras, los saltitos irrespetuosos.
Pero ya no es solo eso. Ahora es frecuente que todo el mundo salga de sus bancos a protestar, a emprenderla con los árbitros. O con los atletas del equipo contrario. ¿Será béisbol o fútbol rugby? Por momentos, uno no sabe.
Que un imparcial se equivoque al tomar una decisión en cuestiones de segundos, sucede en todas las ligas. No es lo deseado, pero sucede. Incluso, en aquellas donde los árbitros se forman en escuelas muy bien dotadas, con toda la tecnología imprescindible para que adquieran los conocimientos y las habilidades necesarias.
Pero eso no justifica emprenderla con ellos por sus probables desaciertos. Y si alguien tiene que expresar su desacuerdo es el manager, con cordura, con respeto, sea cual sea la situación del juego y las implicaciones del veredicto.
Hay que exigir porque vuelva la sensatez, el diálogo, la cortesía y el respeto a la hora de discutir. La pelota es un deporte que se juega caliente, pero por encima de él debe estar la disciplina, el sentido del espectáculo y cada atleta y directivo no debe olvidar que son paradigmas de muchos niños y jóvenes.
Y a los árbitros también habrá que ayudarlos en su formación, garantizarles condiciones básicas, y es hora de que cuenten con su propio gremio, no sujeto a la Comisión Nacional, para evitar que un ente sea juez y parte a la vez.
Habrá que endurecer los reglamentos, o hacerlos cumplir, simplemente; ser más severos con los infractores. Pero severos de verdad, que se sienta el rigor de la ley.
Ojalá no tengamos que llegar al extremo de tener que impartir clases de educación formal a los equipos, pero si fuera necesario, pues habría que hacerlo, para que la pelota en Cuba sea sana, culta, vistosa, pilar de la identidad nacional.