El capitalino Marcel Hernández (izquierda) regresó a la selección nacional con un gol trascendental. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 05:09 pm
Nada vale más en el fútbol que un gol. Si han transcurrido casi tres partidos sin lograrlo, el monto se multiplica. Y conseguirlo se torna imprescindible cuando se está perdiendo con un equipo como el de Nicaragua, inferior en el papel y sobre el césped, pero que este jueves hizo del orden una virtud para llevarse un empate 1-1 frente a la selección cubana en el primero de los dos partidos amistosos pactados.
Duelos como estos son propicios para las pruebas y si algo necesita el técnico Raúl González Triana es calibrar sus variantes. No obstante, lo más claro que sacó el estratega avileño fue que su formación titular de turno no es la mejor de las opciones.
Sobre el pasto del Pedro Marrero se vio otra vez a un equipo denso y sin demasiadas ambiciones. Con una virtud casi camaleónica, nuestra selección sigue adaptándose a los ritmos visitantes, como si sacrificara su velocidad por precisión cuando se impone en muchos momentos la presión y pisar el acelerador para el desborde.
Desde la estática que presupone renunciar al toque al espacio, no quedó más remedio que probar una y otra vez desde la larga distancia. Y solo cuando Cervantes se sacó uno de los contados centros desde el fondo, el reaparecido Marcel Hernández pudo poner en verdaderos aprietos al cancerbero pinolero.
En la otra valla, Odelín Molina vivió en paz hasta que el árbitro santiaguero Marco Brea señaló la pena máxima a favor de los visitantes. Pudo ser o no ser porque Reysander Fernández no supo guardarse las manos y Norflan Lazo puso el mayor histrionismo posible. La inocencia del zaguero avileño fue castigada además con una cartulina amarilla y del resto se encargó Raúl Lequía, certero en el disparo y tranquilo en la celebración.
Más allá de marcar la momentánea diferencia, la penalización dejó lista la escena para apreciar la reacción del equipo en los siguientes 45 minutos. Intentó Triana revolucionar primero desde las bandas, donde el debutante Alberto Gómez no pasaba de la discreción y Alain Cervantes escenificaba uno de los peores partidos de su trayectoria. Y qué decir de la timidez de Alianni Urgellés y Joel Colomé, quienes apenas se acercaron con el balón a la línea de fondo.
Pero si poca claridad aportó la entrada de Dagoberto Quesada por el «Beto» Gómez, todo lo contrario sucedió con la incorporación de Yaudel Lahera en el frente de ataque. En pocos minutos el jovencito capitalino puso en entredicho la titularidad de un Roberto Linares errante durante casi toda la tarde.
Entonces el equipo cubano ganó en verticalidad y entendió que si le ponía una velocidad más, tendría su recompensa. Se desperezó Cervantes y comenzó a crear peligro. También Marcel abandonó un poco el exceso de conducción del balón y se sacó dos pases al espacio que casi terminan en gol si el arquero Denis, el Pulpo, Espinoza no hubiera exhibido su maestría.
Cuando todo parecía imposible y se jugaban ya los minutos de descuento, falló la zaga pinolera y ocurrió el milagro. El derechazo de Marcel desde la frontal del área encontró las redes y terminó la agonía. Al menos hasta mañana, cuando estos equipos se vuelvan a ver las caras, y los nuestros se decidan a acudir otra vez con fortuna a su cita con el gol.