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Educación y humanismo vs. el cyborg y el zombi (I)

Frente a la avalancha colonizadora global estamos obligados a encontrar nuevos caminos para seguir formando sujetos críticos, creadores, libres y emancipados, capaces de identificar las trampas de la guerra cognitiva, de enfrentarlas con acciones cotidianas y de construir el futuro en comunidad, colaborativa y solidariamente

Autor:

Jaime Gómez Triana

La colonización cultural es un fenómeno sobre el que es imprescindible reflexionar permanentemente y que involucra a la humanidad toda, pero que afecta en particular a los pueblos del sur global, sometidos a una incesante avalancha de productos seudoculturales, a través de los cuales se busca imponer y normalizar un modelo de sociedad centrado en el individualismo, la banalización, el culto a lo trivial, el carpe diem, para decirlo con la célebre frase de Horacio, el «vive el momento» y «dale mínimo crédito al futuro».

No hay duda de que la educación es el proceso social más comprometido con el futuro de la humanidad, por lo que consideramos que la relación entre escuela y descolonización cultural es verdaderamente crucial y debe ser analizada con profundidad, sistemáticamente, con vistas a generar en nuestras comunidades los antídotos necesarios para contrarrestar el veneno individualista, que hoy vemos asociado a expresiones retrógradas, intolerantes, totalitarias y, digámoslo sin pudor, neofascistas.

No quiero seguir adelante sin decir que la hoy llamada guerra cognitiva constituye una amenaza atroz, entre otras cosas por sus mecanismos sutiles, invisibles, que acaban por convertirnos en blanco y activo al interior de una no percibida campaña bélica contra nuestros propios intereses. Ahora mismo, el principal teatro de operaciones militares es el cerebro humano. No debemos olvidar, sin embargo, que esta guerra de nuevo tipo, omnipresente en la vida cotidiana y que se dirige contra las personas de manera segmentada, individualizada, coexiste con uno de los genocidios más cruentos de la historia humana, esta vez transmitido en directo a través de las disímiles pantallas a las que estamos conectados.

El número de civiles fallecidos en Gaza en esta semana se suma a la reciente cifra de víctimas publicada por el Ministerio de Salud de Palestina, que registró 37 347 muertos y 85 372 heridos desde el pasado 7 de octubre. De los fallecidos, según datos publicados por Unicef, más de 15 700 son niños, a los que habría que sumar otros miles no contabilizados, atrapados aún bajo los escombros y sin posibilidad alguna de ser rescatados. Además, 37 000 menores sufren hoy de malnutrición grave en la Franja y 17 000 han quedado huérfanos y por esa razón son infinitamente más vulnerables.

Desde el inicio de la campaña militar, el 7 de octubre del pasado año, más de 700 000 alumnos han sido privados de asistir a clases en Gaza, 88 000 de ellos a la universidad. Al menos 286 escuelas públicas y 65 afiliadas al Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Medio (UNRWA) fueron bombardeadas por las fuerzas de ocupación sionistas. Se sabe que estas masacres no comenzaron en octubre pasado y que el deseo de borrar a Palestina de la faz de la tierra es de larga data, pero la heroica resistencia de ese pueblo es hoy inspiración para miles de jóvenes en el mundo que, pese a la desinformación constante, levantan su voz y condenan enérgicamente, poniendo el cuerpo, el genocidio.

Desde Cuba también levantamos nuestra voz en apoyo a Palestina, con la peculiaridad de que aquí el propio Presidente Díaz-Canel encabeza las marchas. Nos guía una idea martiana que atraviesa todo el ideario de la Revolución Cubana: «Patria es humanidad». Lo que se hace contra los habitantes de Gaza se hace contra nosotros. Tenemos claro que, sin niños, adolescentes y jóvenes, sin familias, sin comunidad, no hay educación posible y tampoco futuro.

¿Qué escuelas formaron a los que hoy cometen o auspician el genocidio? ¿Qué docentes enseñaron a quienes colaboran para invisibilizar o minimizar la crueldad sionista? ¿Qué escuelas y qué maestros debemos sostener, promover y potenciar para hacer frente a la cultura de la muerte, para celebrar la vida?

Frente a la avalancha colonizadora global estamos obligados a encontrar nuevos caminos para seguir formando sujetos críticos, creadores, libres y emancipados, capaces de identificar las trampas de la guerra cognitiva, de enfrentarlas con acciones cotidianas y de construir el futuro en comunidad, colaborativa y solidariamente.

Combatir la colonización cultural a partir de la puesta en valor de lo más auténtico de la cultura latinoamericana y caribeña ha sido precisamente la misión de la Casa de las Américas desde que fuera creada por Haydée Santamaría, en abril de 1959, a pocos meses del triunfo de la Revolución Cubana. Es extraordinario que la Revolución liderada por Fidel en ese momento de fundación no haya mirado su propio ombligo, sino que haya pensado en el continente todo y haya fundado una institución para que nuestro pueblo tuviera acceso a ese amplio y diverso caudal cultural que nos era afín de manera natural. En nuestra América estaba la familia espiritual a la que pertenecíamos y debíamos reconocernos en esa identidad más amplia, más compleja, más rica.

Debo decir también que esa Casa ha estado cerca de las escuelas, de la universidad desde su inauguración, recibiendo estudiantes, ofreciendo cursos, encauzando investigaciones. Somos una unidad docente de la Universidad de La Habana y cada año pasan por nuestra institución alumnos de al menos cuatro facultades que hacen prácticas y se incorporan a nuestros eventos y proyectos.

También trabajamos para y con las infancias. El Premio Casa de las Américas en la categoría Literatura para niños y jóvenes se instituyó en 1975 y, desde esa fecha, se han publicado obras fundamentales de la cultura latinoamericana dirigidas a lectores en edad escolar en las colecciones Premio y Colibrí de nuestro Fondo Editorial.

También fue la Casa la sede en los años 80 de los primeros Encuentros Latinoamericanos de Educación Popular que animados por Frei Betto no solo difundieron las ideas y el pensamiento de Paolo Freire entre nosotros, sino que propiciaron el debate, el encuentro y la colaboración entre educadores de todo el continente. Como resultado de esos encuentros comenzamos a atesorar bibliografía sobre el tema, lo cual hace a nuestra biblioteca una de las más importantes para el estudio del pensamiento y la práctica de la Educación Popular.

Desde esa misma biblioteca seguimos trabajando con niños y niñas, fundamentalmente de las escuelas más cercanas, y con infantes con necesidades educativas especiales que son convocados a nuestros talleres para potenciar y promover la inclusión. Trabajar con los más pequeños en la promoción de la lectura, construyendo libros con portadas de cartón, reconociendo las especies botánicas de las zonas, identificando los riesgos que presupone para las familias la inundación costera que sufrimos cada cierto tiempo y las diversas maneras de disminuir el impacto, están entre las tareas que más disfrutamos.

Potenciar el conocimiento de la cultura de nuestro continente, de su historia, forma parte de nuestra misión y nos emociona cuando son los propios alumnos de quinto o sexto grado quienes hablan a sus padres de ese símbolo nuestro que es el Árbol de la vida o sobre el Martí de Eduardo Abela que se atesora en el salón de la presidencia de la Casa.

Me refiero a la Casa de las Américas, en su misión descolonizadora y en su vínculo con el proyecto educativo integral de nuestro país, no solo porque es la experiencia que mejor conozco, sino también por el lugar central que en este momento ocupa nuestra institución, junto a otras muy importantes, como la Oficina del Programa Martiano, el Centro Fidel Castro, nuestros ministerios de Educación y Cultura…, en la concepción e implementación de un Programa Nacional para enfrentar la colonización cultural.

(*) Intervención del Vicepresidente de la Casa de las Américas en el taller Descolonización cultural y evaluación de la calidad de la educación, realizado el 19 de junio, como parte de las sesiones de trabajo del 3er. Congreso Internacional Ciencia y Educación.

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