Eladio Secades Rodríguez. Autor: Archivo del autor Publicado: 22/02/2024 | 08:59 pm
Laidi Fernández de Juan. Un nombre que ya han visto en estas páginas y que verán muchas veces. Se trata de una de las más importantes escritoras cubanas contemporáneas, ferviente defensora de nuestro patrimonio cultural, en particular del humor. De manos de ella conocí a Eladio Secades Rodríguez. Y digo bien, porque de sus manos recibí (con simpática dedicatoria) el libro Estampas, realizado por ella y que recoge gran parte de la obra de este cronista por excelencia, escritas entre 1941 y 1958.
Gracias a Laidi, y su profunda investigación, pude deleitarme con la literatura más exquisita aparecida en nuestra prensa de todos los tiempos. Fue Eladio un destacado periodista, que brilló en la crónica deportiva, y que reactivó el costumbrismo en el papel periódico del pasado siglo.
Como siempre, ofrezco datos de nuestros protagonistas con la confesa intención de incitar la curiosidad de nuestros lectores. Que se sientan tentados a buscar, conocer, aprender más de estos «regañones» que hicieron del humor eficaz lenguaje, y garboso toque popular al buen periodismo.
Eladio Secade Rodríguez, nació en La Habana, en 1908, de padre español y madre cubana. Comenzó a publicar en el periódico La Lucha, en los años 20. En 1945 obtuvo el certificado de Aptitud Periodística y posteriormente ingresó en el Colegio Nacional de Periodistas.
Según consta en su currículo: escribió para múltiples publicaciones cubanas como Alerta, Carteles, Bohemia, y Zig-Zag. Fue cronista deportivo en El Mundo, además escribió trabajos de este corte para El Heraldo y Diario de la Marina. Dirigió el Suplemento Deportivo de Bohemia.
Además de su intenso recorrido por el periodismo deportivo, sus crónicas con espíritu costumbrista, llamadas estampas, que publicó en Cuba, gozaron de abierta popularidad y total aceptación por especialistas e investigadores, que lo reconocieron por haber rescatado este género en la palestra literaria de entonces.
Incorporó voces del lenguaje popular en su discurso, y buenas dosis de humor con innegable enfoque social amarrado a la idiosincrasia del cubano.
Su obra deviene cita obligada para todo investigador que pretenda acercarse a nuestras costumbres. Muestra de buen periodismo, sin dejar de transmitir la actualidad, lo noticioso, desde el humor y la literatura.
En algunos artículos que he revisado se asegura que su estilo dejó un rastro imperecedero que asimilaron, tiempo después, otros nombres reconocidos del periodismo y el humor como Héctor Zumbado y Manuel González Bello. Con beneplácito he descubierto que otros reconocidos periodistas y escritores, entre ellos Amado del Pino y Martha Valdés, han valorado el alcance y transcendencia de las crónicas costumbristas de Secades.
Muchos, a lo largo del tiempo, han apreciado su obra. Pepín Rivero, director del Diario de la Marina, aseguró: «Dueño de una facultad de observación poco común, de un sentido del ridículo no menos notable, de un estilo muy suyo, con el que pretende, y lo logra, convenir la forma con el fondo, Eladio Secades, todo sencillez, todo honestidad, todo consecuencia, es uno de los periodistas más célebres de los últimos tiempos...».
El escritor Gastón Baquero, amigo de Secades, afirmó: «Las estampas de Secades no son otra cosa que un espejo fiel, certero, de figuras y hechos que forman parte de la sociedad, que nos dicen con mucha profundidad —la profundidad no tiene nada que ver con la pedantería ni con el retorcimiento— cómo somos».
El notable escritor, periodista, ensayista y filósofo Jorge Mañach, le otorgó a su estampa Juzgados correccionales, el prestigioso premio Justo de Lara, como mejor trabajo periodístico del año 1942.
En la contraportada del libro Estampas, publicado en 2004, por ediciones Unión, su autora, Laidi Fernández de Juan comenta sobre Eladio: «Su postura solidaria ante los desventajados de cualquier sociedad resulta de una pavorosa vigencia, de modo que algunos de sus escritos parecen de hoy y no de cinco décadas atrás. Triste condición de actualidad, que nos anima a reavivar el recuerdo de quienes lo leyeron en su momento, y a ofrecerlo, como lujo delicioso y necesario, a las nuevas generaciones de lectoras y lectores». Desde entonces, se han sumado 20 años, y aún me atrevo, con toda razón, a proponer su impostergable lectura.
El guapo criollo
Me parece una aventura ensayar una semblanza del guapo criollo. El guapo es uno de los tipos más frecuentes en las corrientes de nuestra vida. Casi todos nosotros tenemos algo de valiente y algo de Tenorio. Nuestro censo está dividido en cubanos que se fajan y en cubanos que no se fajan. El valor es un estado mental. Para ser valiente, o para ser cobarde, no hay más que empezar. El cubano precavido llegará a la temeridad, si un día le dicen los amigos: «contigo sí es verdad que no hay problema». Ya se le habrá colgado el cartel de guapo y tendrá que sostenerlo toda la vida. Aquí el cartel de rico se sostiene dando limosnas en público; y el cartel de guapo, recibiendo bofetadas. También en público. Lo importante, lo vistoso, lo admirable es fajarse. Pertenecer a la población nacional que se faja cuando llega la hora. Fajarse cuando llega la hora es terminar despeinado, con un arañazo en las narices, la camisa rota y el nudo de la corbata desarreglado. Y al día siguiente buscar un amigo que a su vez sea amigo del Secretario del Juzgado Correccional. Este valor que condena a los hombres a las posturas menos gallardas, porque pocas cosas hay tan ridículas como «dos fajaos», es muy apreciado por el vulgo. Nosotros decimos que fulano se faja, con el mismo tono de admiración que emplearíamos para decir que fulano es un estadista eminente. La simpatía al bravucón y al perdonavidas, no es otra cosa que una triste fórmula de la cobardía de los demás.