Fabula Autor: Falco Publicado: 20/03/2021 | 08:12 pm
Vuelve la vida animal y sus principales protagonistas a la palestra tras la aprobación del Decreto-Ley del bienestar animal anunciada días atrás. Aquellos seres, que en la escala evolutiva de las especies aparecen detrás del hombre, y que a lo largo de la historia han demostrado eficacia, eficiencia y fidelidad, son finalmente protegidos por la ley.
Más allá del documento, pienso que el cariño, afecto, respeto y cuidado que profesamos a los animales nace desde nuestros sentimientos. Vienen arraigados en nuestra cultura y formación, tanto individual como social. Nadie ama a los animales porque lo indique un texto, no obstante, se agradece y aplaude dicho dictamen que protege a los más indefensos. Aquellos que, lamentablemente, algunos creen insensibles e innecesarios, más allá de lo que signifiquen como alimento, mercancía o fuerza de trabajo.
Los animales, tanto salvajes como domésticos, acompañan al hombre desde los albores mismos de la creación o del surgimiento de la vida en nuestro planeta, según el credo con que lo interpretes. Incluso aparecen antes que el homo sapiens, propiamente dicho. O sea, antes fuimos animales, aunque algunos aún no han evolucionado, con perdón de los animales.
La historia de la humanidad contempla la presencia de los animales muy ligada al hombre en todas sus manifestaciones: literarias, artísticas, musicales… Recordar aquel viejo tema que se popularizó a mediados del pasado siglo: «Había una vez un león, león, león, que no era león, león, león… ¿y qué cosa era?». Tenía garras, patas, orejas, boca, dientes y ojos de león, pero no era león, porque era la esposa del león: una leona. Sin dudas uno de los primeros pasos en la lucha por la igualdad de género animal, que también es importante, porque a diferencia del hombre, en los animales el macho suele ser el más bello, dejando a la hembra sin muchas posibilidades estéticas.
Para dar mayor importancia a la presencia de los animales fue creado un género literario el cual los coloca en igualdad de condiciones, y les da incluso el don de la palabra. Se trata de la fábula. Su más reconocido cultor fue el griego Esopo, cuyas prosas fueron recopiladas en un volumen titulado Fábulas de Esopo. Esta obra la han leído muchas generaciones y ha sido origen de múltiples creaciones audiovisuales. Es un eficaz mecanismo que busca como objetivo principal dar una lección a partir de una moraleja.
Son incontables los ejemplos que pudiera poner, sin embargo, quisiera proponerles esta fábula, de autor desconocido, que viene muy a tono con los tiempos que corren. Me refiero a las colas, aunque el significado no sea el mismo.
Cuentan que hace algún tiempo, una hermosa liebre yacía a la orilla de la carretera con una patica desgarrada a causa de una trampa de la que pudo salir con vida. Como estaba frágil apenas podía caminar y aguardaba tranquilamente cuando de pronto apareció un zorro mal intencionado:
—Hola preciosa. ¿Qué problema te aqueja? ¿En qué te puedo ayudar?
—Me he lastimado una patica, pero no es nada grave. Pronto vendrán por mí, ya he llamado al conejo —respondió la liebre.
El zorro rió con desparpajo, mientras se mofaba:
—¿El conejo? ¡¿Qué puede hacer por ti el conejo con esa cola tan pequeña?! ¡Jajaja! Mira mi cola… qué larga, qué gruesa, qué peluda… ¡Monta sobre ella y te llevaré a donde quieras!
—No, gracias, esperaré por el conejo —respondió la liebre con cortesía, evadiendo al taimado zorro, quien lanzó una carcajada mayor a la anterior.
En ese instante llegó el conejo conduciendo un flamante Lada. La liebre se montó en el auto y se despidió del zorro con una sonrisa. El zorro quedó perplejo y frustrado. Moraleja: Si tienes carro, no importa la cola pequeña.
Espero les haya gustado la fábula y recuerde que, tal como señaló Charles Darwin, «el amor por todas las criaturas vivientes es el más notable atributo del ser humano».