En la antesala de un día patrióticamente iluminador, algunos apuestan a la confusión, el desconcierto y el desánimo.
Mientras la inmensa mayoría de los jóvenes se aprestaban a dar amoroso ardor virtual a la llama martiana que los patriotas honrados llevamos dentro, otros pretenden apagarla tras el escándalo mediático de un viejo cerco manipulador, que no sirve sino a los intereses de quienes buscan ver a Cuba sometida y humillada.
Llegan hasta las puertas de una institución de la Revolución, parte del corazón espiritual del país y de su infranqueable cordillera de resistencia, con la misma arrogancia cínica de los que en los últimos cinco años dictaron más de 240 medidas para doblegar la dignidad de un pueblo sometido a la brutalidad de la más poderosa y criminal de las dictaduras planetarias.
Se acostumbraron tanto a disfrazarse para los demás, que al final terminan disfrazándose para sí mismos. Por sobre su máscara se descubre el rostro de los más vulgares golpeadores de los sueños y anhelos más caros de su pueblo, actúan como propagandistas de su más persistente enemigo.
Cómo responderían, un 28 de enero, al significado de esenciales ideas martianas: «Lo que sí acataré yo toda mi vida es la voluntad manifiesta de mi tierra, aun cuando sea contraria a la mía»; «La Patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se le sirve, pero no se la toma para servirse de ella…». ¿Acaso estarán animados por la esperanza de los anexionistas de obtener la libertad sin pagarla a su precio?