Esta nueva temporada traerá tendencias, estilos, formas de hacer el precioso arte de los payasos. Autor: Yuris Nórido Publicado: 21/09/2017 | 05:40 pm
Sería genial que por estos días en que las artes escénicas andan alborotadas por la llegada de la edición 15 del Festival de Teatro de La Habana (y de centro y occidente también), se cruzara un mago en mi camino, para convidarlo a dividirme en poco más de 70 personitas que pudieran atravesar los más de 20 espacios que, entre el 25 de octubre y el 3 de noviembre, se pondrán en disposición de quienes aprecian el arte de las tablas.
Cierto que habrá diez días para «desorbitar» los sentidos después de que el 24, este popular evento con tres décadas de historia, dé la arrancada oficial en la sala Avellaneda con el espectáculo Anna Karenina, de la afamada compañía rusa Teatro Estatal Académico Evguéni Vajtángov, pero de todas maneras sé que deberé ir espantando la angustia, tristemente convencida de que ni el más diestro ilusionista logrará el milagro de brindarme el don de la ubicuidad.
Para ayudarme, algunos amigos cercanos me regalan sus consejos, haciéndome ver que de cualquier modo las obras del patio se quedan en casa y que, de seguro, vendrán otras oportunidades para aplaudirlas, si es que ya no lo hicimos cuando en su momento conquistaron los principales reconocimientos que en el mundo del teatro se disputan en Cuba —al estilo del consagratorio Premio Villanueva de la Crítica, por ejemplo. Mas, con todo y ello, hay piezas anunciadas en cartelera, que me atraen como potente imán.
Entre todas, no pocas que vienen del «interior» de la Isla y que ahora, de seguro, nos darán el gusto del asombro. Porque si tiene el sello de Freddys Núñez Estenoz (Teatro del Viento), entonces no debería perderme Adiós y Welcome, que une en un solo espectáculo a dos obras renombradas: El último bolero y Weekend en Bahía.
Lo mismo digo si pienso en Pedro Franco, quien luego de impresionarnos acá con su poética gracias al Por gusto que montó con su proyecto El portazo, de la Asociación Hermanos Saíz de Matanzas, reaparece en la escena con Antígona, un sólido texto de Yerandy Fleites. Eso para no hablar de la tropa de Teatro de Las Estaciones que conduce con maestría Rubén Darío Salazar. Alicia en busca del conejo blanco se titula este reciente espectáculo que no tuve oportunidad de apreciar cuando estuvo en el Teatro de la Orden Tercera, en La Habana Vieja.
Para el estreno 30 de esta agrupación, Salazar se decidió por dos textos de un clásico, Lewis Carroll: Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, que sirvieron como punto de partida para concebir esta obra en la que Rubén quiso «aprovechar una narración de todos los tiempos, que ha sido inspiración de atractivas visiones artísticas desde su nacimiento en el siglo XIX», y así ponerse a soñar que también se puede «volar en la imaginación, hacer la magia desde nuestra propia realidad», con el apoyo de esperpentos, marottes mimados, muñecos parlantes, objetos animados, teatro de sombras...
Y hablando de teatro de sombras, ahí está Andando x la sombrita, de La Edad de Oro (Camagüey), un espectáculo que a pesar de que no narra una historia, nos llena de luz en nuestra butacas con ese magnífico trabajo que realizan con el cuerpo, manos, elementos escenográficos y, por supuesto, con esos ingeniosos títeres que son producto de una generosa imaginación.
Cierto que mucho y bueno han programado los organizadores de este Festival para celebrar una merecida fiesta de 15, en la que los pequeños tendrán para escoger. Si me preguntan a mí, les digo que por nada de este mundo se pierdan las dos propuestas que vienen de Las Tunas. El problema será con los padres, porque es muy posible que luego que descubran la gracia, la frescura, la emoción de Narices, de Teatro Tuyo, o Los pícaros burlados, de Los Zahoríes, los chiquillos querrán repetir una y otra vez.
El de Narices y Los pícaros burlados es un envidiable don que poseen puestas al estilo de la sureña El ruiseñor, de El Retablo (Cienfuegos); Historia de una media naranja, de Teatro Alas (Pinar del Río) y Se durmió en los laureles, que trae la bendición del arte en mayúscula del maestro René Fernández, quien protagonizará el segmento dedicado a los Premios Nacionales de Teatro, junto a otras tres inmensas figuras: Nelson Dorr (Otelo), Pancho García (La Legionaria) y José Milián (El flaco y el gordo).
Casualmente, El flaco y el gordo se convirtió en clásico con la firma del más notable de nuestros dramaturgos, Virgilio Piñera, quien en esta cita recibe también sentido homenaje a través de La boca, de El Taller. Se trata de un unipersonal que nos propone un acercamiento desde el sentimiento sincero y el respeto al autor de piezas como Electra Garrigó, Aire frío y Dos viejos pánicos.
¿Ya lo ven? Era lo que pensaba... Resulta muy difícil no dejarse atrapar por el entusiasmo cuando conoces del rigor de la selección de las muchas obras que se irán moviendo de escena en escena, algunas de las cuales saldrán incluso de la capital (incluyendo títulos de la muestra internacional), para también arrancar aplausos en espacios teatrales de Pinar del Río, Artemisa, Mayabeque, Matanzas, Cienfuegos, Villa Clara y Sancti Spíritus.
Es lo que se prevé que suceda, por ejemplo, con montajes al estilo de Sopa, de Títeres de Cachiporra, compañía que con una trayectoria de cuatro décadas (fue fundados en 1973), aprendió a decir mucho a través de sus fabulosos muñecos cuando hasta el silencio era un peligro en los duros tiempos de la dictadura militar de Uruguay.
Idéntica suerte le sonreirá al chileno Álvaro Solar, entre los más asiduos a la convocatoria bianual de La Habana. Y es que para la Perla del Sur se anuncia la actuación del multifacético Solar (es actor, director, músico, diseñador gráfico), quien ahora regresa con Calcetines, mentiras y vino, una obra musical amparada por halagos del tipo: «Le queda porque él dibuja sueños, verbalmente, musicalmente, mímicamente, acústicamente, lleno de humor. Pero, ¿qué “hace” Solar realmente? No hay término que reúna todo este fuego artificial de comedia, pantomima, canto, arte instrumental, arte coral y filosofía...».
Con similares elogios irrumpirá en La Habana Anna Karenina que el día de la apertura del evento, encontrará a un público bien dispuesto, el cual, tras haber admirado en los alrededores del mismísimo Teatro Nacional de Cuba el nuevo empeño de D’Morón Teatro, Troya, una leyenda de barro, seguirá con deseos de más y más.
En tierra cubana, Anna Karenina pondrá en evidencia los preceptos estéticos de quien fuera actor y director del Teatro de Arte de Moscú, Evguéni Vajtángov: «Cada espectáculo debe ser una fiesta. Si no hay fiesta no hay espectáculo».
Así pensaba este extraordinario artista, considerado en su momento como el mejor maestro del Sistema de Stanislavski, justo la personalidad a quien está dedicado el Festival, en el aniversario 150 de su natalicio.
Dondequiera que se presenta Teatro Estatal Académico Evguéni Vajtángov, la crítica especializada se empeña en asegurar que el secreto de una vida tan larga (más 90 años tiene esta compañía) «se basa en el ardor juvenil de sus actores y directores, en un fuerte deseo de comprender las complicaciones y problemas morales de nuestra época, despertar y crear en el espectador los sentimientos de la bondad», razón más que suficiente para que el título Anna Karenina no falte en mi agenda.
Igual me haré aguas la cabeza intentando decidir hacia dónde dirigiré mis próximos pasos buscando descubrir las principales tendencias del arte escénico de hoy en el mundo, presentes en los montajes provenientes de 19 países, entre los que también se hallan Alemania, Argentina, Brasil, México, España, Estados Unidos, China, Francia...
Y claro, esta también será una excelente oportunidad para poner a mover el pensamiento, por medio del ya acostumbrado evento teórico, que está conformado por paneles, el foro: Unima Cuba: 3 motivos titiriteros para dialogar y una evolución visual; talleres... Eso sin contar que, del 22 al 26 de octubre, se reunirán en La Habana la Junta Directiva y el Consejo Ejecutivo del Instituto Internacional de Teatro (ITI), que convocará a importantes personalidades de las artes escénicas a nivel internacional.
Ya lo aseguró a la prensa el popular actor y director Julio César Ramírez, responsable de velar por la validez artística del Festival, que este que muy pronto nos toca la puerta, se convertirá en la fiesta que los teatristas y el pueblo cubano merecemos. Y yo definitivamente le creo.