Orián Suárez en el cartel de la más reciente película de Tomás Piard. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:25 pm
Un rostro joven acaba de irrumpir en los cines de estreno de la Isla, para ponerle piel al protagonista de Los desastres de la guerra, el filme dirigido por el realizador cubano Tomás Piard. Es la de Orián Suárez una fisonomía cercana ya a algunas de las últimas ficciones contadas por la cámara criolla, con la cual no solo ha quedado resguardada su imagen apuesta y jovial, sino también su natural talento para apoderarse de la escena. Con él conversó JR para descubrir su historia.
—¿Cuándo te interesaste por el mundo de la actuación?
—Entré a la actuación gracias a mi mamá. Tenía alrededor de 18 años y había formado con algunos amigos un pequeño grupito de música, pues la euforia del reguetón se había apoderado de mí. Alguien nos dijo que hacía falta proyección escénica en el grupo, y entonces a mi mamá se le ocurrió acercarse a la Casa de la Cultura de Plaza y conversó con el profesor Humberto, para que con la ayuda de sus clases de teatro se pudiera desarrollar la proyección escénica que necesitaba el grupito.
«Así entré al Olga Alonso, allí me apasioné de un modo definitivo por la actuación, y poco a poco el grupo musical empezó a quedar a un lado de mis expectativas, pues había descubierto en las clases, y después en las puestas en escena, lo que realmente podría llenarme emocionalmente».
—De las tablas a la pantalla grande, ¿un golpe de suerte?
—No fue de la noche a la mañana. El salto comenzó cuando Tomás Piard convocó al grupo Olga Alonso para preparar una puesta suya titulada Ay, mi amor. A partir de este trabajo empecé a colaborar con otros proyectos de Piard como El más fuerte y La noche del juicio, y es con este director que me introduje dentro del sector profesional, después de seis años en el Olga Alonso.
—¿Qué significó para ti protagonizar Irremediablemente juntos?
—La película de Jorge Luis Sánchez fue una segunda escuela para mí, inolvidable. Se trata de un cine musical que lamentablemente en un país tan rítmico como el nuestro no se ha aprovechado. Aprendí mucho y complementé otras cosas como el baile. Fue una experiencia que me permitió perfeccionarme en la profesión, algo que solo se logra en el set, trabajando, pues sentado en la casa no se pueden absorber los «trucos» y «mañas» de esta carrera.
—Y ahora reapareces en el cine con el papel principal de Los desastres de la guerra...
—Fui el primer sorprendido cuando Tomás Piard me llamó y me dijo que estaba escribiendo una obra en la cual yo sería el protagonista, y que el personaje lo estaba delineando a partir de mis condiciones. Eso para mí fue un orgullo tremendo. Al terminar la filmación del filme de Jorge Luis, comencé a trabajar nuevamente con Piard.
—Si en Irremediablemente juntos tuviste que tomar clases de baile, ¿cómo te fue en esta ocasión con las prácticas de Wushu?
—Resultó una labor muy ardua, para la cual tuve que asistir a la escuela del profesor Vargas Lee. Junto a sus muchachos realizamos todas las prácticas de artes marciales que aparecen en muchas de las escenas del filme. Creo que es una experiencia singular porque en el cine cubano la pelea que vemos es la de la riña callejera, el golpe espontáneo, sin una técnica detrás. Pero esta vez necesitábamos una dirección especializada, que nos tomó casi un mes de entrenamiento antes de comenzar a filmar. Las características de los personajes así lo exigían, pues Piard los concibió como un homenaje a los Siete samuráis de Akira Kurosawa.
«Pero además del entrenamiento físico, el rodaje en las canteras de Guanabacoa también supuso un gran esfuerzo para todo el equipo de realización: rodamos bajo un sol avasallador en locaciones donde solo había rocas y polvo».
—¿Cómo defines al protagonista de esta historia?
—Mi personaje viene a ser el líder de estos siete varones que sobreviven a la postguerra nuclear, en medio de un mundo devastado y poblado por hombres salvajes y brutales. A raíz de este apocalipsis emprende un camino hacia el mar, inspirado en las enseñanzas de un maestro que tuvo, aun cuando desconoce lo que es y llega a dudar en un momento si ese lugar verdaderamente continúa existiendo. Es un personaje que de igual manera se desconoce a sí mismo y no sabe todas las potencialidades que él posee.
—Proyectos cercanos...
—Parece que he tenido la suerte de entrar por la puerta del cine. Ahora estoy trabajando en la película La emboscada, de Alejandro Gil, donde interpreto a una segunda figura, que da ciertos puntos de giro a la situación dramática de la historia.
—Tú, que has tenido la posibilidad de participar en tres filmes cubanos con papeles importantes, ¿piensas que el cine es una cantera fácil para los jóvenes actores?
—Creo que nosotros los jóvenes actores deberíamos tener un poco más de posibilidades a la hora de realizar nuestros trabajos. Realmente los realizadores se encasillan en dirigir a los actores más reconocidos, quizá por un problema de marketing o de seguridad. Sin embrago, los actores jóvenes tenemos a nuestro favor ese ímpetu de trabajar y de explorar nuevos terrenos, y no debemos ser menospreciados.
«Un actor joven al ver que no lo llaman puede frustrar su carrera y se pueden perder talentos, que los hay en cualquier parte, y no precisamente tienen que ser egresados del Instituto Superior de Arte. A veces en un casting te piden tu currículo y si no provienes de una escuela ni siquiera te toman en cuenta, y si tú no sabes lo que puedo dar no puedes catalogarme de una manera justa en cuanto a mi profesión.
«En lo personal, creo que he tenido la suerte de hacer cine cubano, y realizar dos protagónicos. Es algo que tengo que agradecerle a la vida. Pero la suerte la crea uno mismo y cuando te llega la oportunidad solo nos resta aprovecharla y sacarle hasta el último zumo. Hasta ahora no he tenido propuestas para hacer televisión, por lo que pienso que mi camino está en la magia del cine».