Un pájaro acercándose a mi sueño
porta un mensaje con la pesadumbre
del partir lejano, dejo a su dueño
(abandona ya la certidumbre
de vivir, reflejada en quieto ceño
la estática moldura donde lumbre
de su mirar brillara con empeño
al ofrecer verdad en el vislumbre
futuro de su tiempo) solo. Hermano
tu agonizar constante ha terminado
con ese trago último. Está tu alma
quizá bajo las piedras o en la mano
tan tristemente izquierda a mi costado
que siente por tu muerte extraña calma.
~
En el principio un ángel alargaba
como hacia un alguien más su sabia mano
primicias dirigiendo del humano
olvido que llegó: rota la traba
paterna del origen, niño, andaba
iluso su principio, como un llano
despeligrado, hogareño plano
que a la muerte condujo. Cuando aldaba
múltiple de morada, sorprendiendo
a todos, resonaba en cada puerta;
la costumbre lo iba recibiendo
sin importarle mucho y por alerta
le impedía el paso. El ángel sonriendo
ignora todo y se ocupa de su huerta.
~
No puedo hablar de él como no era:
No fue poeta.
Los versos que escribiera, balbuceaban la voz,
iban saliendo,
pero por muchas cosas se quedaron
a mitad de camino.
No fue pintor.
He visto emocionado los dibujos.
Y sin embargo, la mente, el corazón, la mano,
quedaron en el aire como un trazo empezado.
No fue músico.
Porque aquellas sonatas
eran signos borrosos, no cuajados,
que sólo algunos pocos escucharon.
No fue padre.
Se guardó su simiente en la pureza
de los hijos futuros.
Fue un niño a quien recuerdo
diciendo afirmativamente y siempre:
Quiero.
¡El ser que mutilásteis,
asesinos,
era, en resumen, todo lo posible!
~