Entre el grupo de destacadas actrices y actores de la serie, destaca Daisy Quintana (a la izquierda en la primera fila) con su personaje de Laura, la siquiatra. Autor: Tomada del Portal de la Televisión Cubana Publicado: 22/01/2025 | 09:29 pm
La serie Los gatos, las máscaras, las sombras, que se estrenó recientemente en Cubavisión, se adentra en uno de los problemas sociales más graves y silenciados: la violencia hacia mujeres y niñas. Bajo la dirección de Elena Palacios, esta producción no solo busca narrar una historia, sino también generar una reflexión profunda sobre las dinámicas de poder, las desigualdades de género y el impacto que estos temas tienen en la sociedad.
Elena Palacios, con una destacada trayectoria en el ámbito audiovisual, ha trabajado en proyectos que han abordado temas de género, aunque esta serie representa su incursión más directa y ambiciosa en el tratamiento de la violencia. En Los gatos, las máscaras, las sombras, la directora encontró en el formato seriado una oportunidad única para explorar con mayor profundidad y sensibilidad las complejidades de este fenómeno.
Para abordar de manera adecuada las complejidades de este tema, la experimentada realizadora contó con la asesoría de Ivón Ernand, doctora y especialista en género, y Karina Paz, profesora de estudios de género en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (Famca). Ambas colaboraron estrechamente en la creación de la serie, con una perspectiva clara: que el tratamiento de la violencia no solo fuera realista, sino también respetuoso con las víctimas.
Sobre esta serie de 12 capítulos, que promete generar una conversación necesaria sobre cómo la sociedad puede cambiar para erradicar la violencia de género y proteger a las mujeres y niñas, la directora Elena Palacios compartió:
«Hay una motivación profundamente personal en mi trabajo. No solo soy directora, escritora y guionista; también soy una mujer consciente y comprometida con los temas de género. Me identifico como feminista, y no temo decirlo. Creo que es importante insistir en el término, porque, aunque los feminismos son plurales, muchas personas siguen asociando la palabra con algo negativo o exclusivo de las mujeres, cuando en realidad va mucho más allá.
«A lo largo de mi carrera, he reflexionado sobre la importancia de incluir a los hombres en estos análisis. Como decía Betty Friedan, una feminista de la segunda ola: “El hombre no es el enemigo, es otra víctima”. Comparto esa idea, pero también creo que, debido al desequilibrio histórico de poder, es esencial poner el foco en las violencias contra mujeres y niñas».
Palacios también mencionó que la serie nació de su propia necesidad de visibilizar estas dinámicas y de generar un espacio de cambio: «Como creadora, siento la responsabilidad de insistir en estos temas, de estudiarlos y de presentarlos de una forma que invite a la reflexión y al diálogo. Es un desafío personal y profesional que me apasiona profundamente».
—La serie muestra la violencia de una forma más sugerente que explícita. ¿Qué busca transmitir con este enfoque?
—El tratamiento visual y narrativo de la violencia fue una decisión meditada. Si bien mostrar escenas explícitas puede parecer necesario en algunos casos, puede generar rechazo en el público o incluso en las instituciones que apoyan el proyecto. Decidí optar por la sugerencia porque permite al espectador imaginar lo que sucede, lo cual puede ser mucho más poderoso e impactante.
«Esto no significa que eliminemos la violencia de la serie. Hay momentos en los que es inevitable mostrarla de forma explícita, pero incluso en esos casos cuidamos cada detalle, desde la narrativa hasta la puesta en escena, para garantizar que el mensaje sea claro y respetuoso. La ficción tiene el poder de movilizar emociones y generar conciencia de una manera que otros formatos no siempre logran, y eso es algo que debemos aprovechar con inteligencia».
—Laura, la siquiatra interpretada por Daysi Quintana, parece ser un personaje clave. ¿Qué rol juega dentro de la narrativa?
—Se trata de una siquiatra especializada en violencia de género, y su personaje fue inspirado en Ivón Ernand, quien aportó una visión invaluable al proyecto. Quisimos mostrar no solo el impacto de la violencia en las víctimas, sino también en quienes trabajan directamente con estos temas.
«Laura es un personaje complejo. Por un lado, es una profesional experta; por otro, enfrenta los mismos retos y dificultades que cualquier persona en su vida personal. Tiene adolescentes en casa, y aunque es especialista en violencia, a veces le cuesta identificar lo que ocurre en su propio entorno. Su dolor personal, que se intuye en ciertos momentos de la serie, la impulsa a buscar apoyo terapéutico.
«Este personaje no solo aporta profundidad a la narrativa, sino que también sirve para humanizar a quienes trabajan en el ámbito de la violencia de género, y mostrar sus desafíos y vulnerabilidades».
—¿Cómo logró un equilibrio entre la dureza del tema y la estética visual?
—Creo que el contraste entre la belleza visual y la dureza del contenido puede ser muy efectivo. En el capítulo 12, por ejemplo, ocurre una tragedia devastadora, pero la forma en que filmamos esa secuencia, con cámara lenta, movimientos cuidados y una iluminación que juega con los claroscuros, crea un impacto emocional único.
«Para mí, el arte debe ser estéticamente atractivo, incluso cuando trata temas difíciles. No creo que la crudeza visual sea siempre necesaria para transmitir un mensaje potente. La narrativa y la estética pueden integrarse para lograr un impacto más profundo en el espectador».
—¿Qué elementos consideras clave para que una producción tan fuerte en su contenido logre conectar de una manera tan honesta con el público?
—Para mí la honestidad y la belleza están directamente relacionadas con lo que uno es. Si uno es honesto con lo que quiere comunicar, si tiene claridad sobre lo que desea expresar y adónde quiere llegar, entonces esa es la base para la honestidad del producto final, para la belleza de lo que se está creando. Más allá de la forma en que se logre, ese enfoque nos acompañó desde el principio, tanto a mí como a quienes me apoyaron en este proyecto.
«En cuanto a la serie, yo no estaba prestando mucha atención a las reacciones del público, ya que estaba enfocada en la producción, pero espero que conmueva. Espero que llegue a la gente, que alguien se sienta identificado o vea algo que le resuene.
«Hay temas que quise abordar en la serie, pero no tuve tiempo para profundizar en ellos. Uno de esos temas importantes, más allá de la violencia en sí, es el concepto de la “buena víctima”. Ivonne y yo hablamos mucho sobre esto, y es algo en lo que seguimos insistiendo. Es el mito de que existen mujeres buenas, que merecen respeto, compasión y reacciones protectoras ante lo que les ocurre, y mujeres malas, provocadoras, que se “lo buscan”, que sufren las consecuencias de su comportamiento o forma de vida. Este es un mito que debemos derribar, especialmente en las narrativas sobre violencia de género.
«Otro punto importante que tratamos es el de la indiferencia y la campaña en que se basa en el eslogan “No mirar también es violencia”. Es esa actitud de ver algo injusto o violento, como en una fiesta o reunión de amigos, y decir “no es mi problema”, como si fuera solo entre la víctima y el agresor. Ese tipo de desinterés es también una forma de violencia, y lo hemos tratado de señalar de manera sutil, pero clara, a lo largo de la serie. Es un mensaje que espero que continúe resonando en cada momento».
En Los gatos, las máscaras, las sombras, cada elemento del título funciona como una potente metáfora que atraviesa la narrativa. Los gatos, silenciosos y sigilosos, simbolizan las verdades ocultas, aquellas que se deslizan en la oscuridad de una sociedad que muchas veces prefiere no ver. Las máscaras representan las apariencias, las fachadas que cubren el dolor y la violencia, tanto para quienes la ejercen como para quienes la sufren. Y las sombras, con su naturaleza esquiva, aluden a las historias no contadas, los secretos y los ecos de quienes han sido silenciadas.
La serie invita a quitar las máscaras, iluminar las sombras y enfrentar las verdades que acechan como gatos en la penumbra, exigiendo ser escuchadas.