El doctor Alexander Labrada Torres es uno de los tantos médicos cubanos que protegen las fronteras para evitar la entrada del nuevo coronavirus. Autor: Roberto Díaz Martorell Publicado: 23/03/2020 | 08:55 pm
Nueva Gerona, Isla de la Juventud.— La alarma del reloj suena a las 5:00 a.m. y el doctor Alexander Labrada Torres la apaga por instinto. Su cuerpo cansado se resiste a salir de la cama, pero la responsabilidad como médico le da el empujoncito final y, como hace varias semanas, se alista para cumplir con el deber.
A su lado la esposa, Yuraika González, prepara diligente el desayuno y ayuda con la mochila. No se puede quedar nada: guantes, nasobuco, gorro, el agua para beber, el vaso…, y el beso de despedida tras el café bien fuerte para recargar las pilas. Alex sale en bicicleta y recorre la distancia entre su casa y la terminal de embarque de pasajeros Viajeros, en Isla de la Juventud, donde es el jefe de la atención en frontera frente al COVID-19.
«La responsabilidad es inherente a todo médico y cumples con el rigor que corresponde, sobre todo cuando diariamente te toca velar por la salud de más de 500 personas, y cuando hay dos viajes más de mil, además de la tripulación. A eso se le suma que cada uno se conduce de manera diferente y a veces es muy difícil el diálogo», dice mientras organiza el trabajo en la terminal.
Primero se prepara con todos los aditamentos establecidos para casos como estos, luego reparte los recursos a los trabajadores que, obligatoriamente, interactúan con las personas y vela por el cumplimiento de las medidas previstas. Se para. Observa que todo marcha y casi sonríe.
«Es mi responsabilidad monitorear cada embarcación que sale o llega a Isla de la Juventud; lo hago junto al enfermero del catamarán para verificar la termometría y la pesquisa activa de algún sintomático respiratorio. El primer viaje comienza con el chequeo de boletines desde las 5.30 a.m., y cuando zarpatenemos un contacto con el director de la entidad junto al consejo de dirección para evaluar la implementación de las medidas higiénico-sanitarias en todas sus dependencias.
«Y si sólo fuera un viaje terminaría con el recibimiento de la embarcación sobre las 3:00o 4:00 p.m., pero los lunes, miércoles y viernestocan dos y en el segundo se inicia el control sobre las 2:00 p.m. Ese segundo viaje llega a Nueva Gerona pasada la medianoche y en ocasiones hasta las 4:00 a.m., y ya a las 5:30 a.m. comienza un nuevo día.
«Agradezco mucho a mi esposa; sin su apoyo sería muy difícil completar estos horarios, casi siempre llego a la casa a comer y dormir. Sin dejar de mantenerme informado de la situación higiénico-epidemiológica del país y del municipio», comenta al tiempo que toma asiento para «refrescar» el cansancio provocado por la intensidad del trabajo y dormir a deshoras.
Pero Alex no está satisfecho aún; todavía percibe que gran parte de la población no comprende la magnitud de la situación y mantiene conductas inadecuadas, «que en Isla de la Juventud no se reporten todavía casos confirmados de COVID-19 no elimina las condiciones de vulnerabilidad para el contagio y eso es evitable si se cumplen cabalmente las medidas del Ministerio de Salud Pública», explica.
«Me canso y me repongo; cumplir con mi responsabilidad médica es la vitamina diaria que consumo. No podemos darnos el lujo de no identificar a un sospechoso de COVID, pues sé que con mi trabajo protejo a una isla completa que espera lo mejor de mí», acota.
En la terminal marítima Viajero de Nueva Gerona no se reportan casos positivos confirmados, pero están en alerta máxima y se monitorea cualquier síntoma respiratorio o febril en quienes salgan o entren al territorio por esta vía. «Aquí contamos con un puesto o sala de aislamiento, se realizan audiencias sanitarias a los pasajeros durante la estancia y cuando abordan la embarcación se desinfectanlas manos con hipoclorito de sodio», explicó.
Durante la travesía hacia el puerto de Batabanó, en el catamarán viaja un personal de enfermeríacon los suministros médicos necesarios para actuar en caso de alguna emergencia y además durante las tres horas de viaje se observa la conducta de los pasajeros, para en caso necesario activar el protocolo previsto.
Narra Alex que el día más crítico sucedió con el primer italiano que llegó al territorio con síntomas catarrales y él se encontraba de guardia en el Hospital General Docente Héroes del Baire. «Todo fue muy rápido, sin tiempo a capacitación, y no teníamos mucho conocimiento de la enfermedad. Fue una noche larga sin pegar un ojo y preocupado, pues no sabía quédepararía la mañana. Por suerte fue negativo; al paciente sólo hubo que tratarle la neumonía.
«Llevo dos semanas seguidas empatando los días, pero me asiste la confianza y la seguridad de que con mi actuar personal contribuyo al mantener esta pequeña ínsula libre del coronavirus. Y sé que como yo hay miles en el país que mantienen la vigilancia permanente de nuestras fronteras; un abrazo para ellos y seguimos en combate. Nuestro deber es proteger a las personas y lo haremos», enfatizó.