Tomás Vidal Autor: Edgar Batista Publicado: 16/04/2018 | 08:23 pm
HOLGUÍN.— «¡Que no se escape un solo tiro!», había sido la orden. La costa se vestía de campaña, aunque el «diente perro» mordiera los nervios de los soldados. El mar, como «Kiko», permanecía intranquilo. A lo lejos, el agua no era más que un monstruo indefinido que dejaba ver, cada cierto tiempo, algún movimiento luminoso.
«Ahí vienen los barcos, pensábamos; pero no pasaba nada», rememora Luis Enrique Aguilera Calzadilla (Kiko), miembro del segundo pelotón de la cuarta compañía, perteneciente al Batallón 231, de Playa Girón.
A esa hora Orestes Guerra Ávila aún no dormía: el uniforme de la escuela secundaria Rubén Casáus, de Holguín, era un pegote de grasa y sudor, seguramente sancionable por la madre. En las afueras del almacén SD-11, el adolescente de 13 años manipulaba ametralladoras de disco y PPCH, con el objetivo de alistarlas para la lucha.
Por otro lado, en una pequeña casa sita en Empedrado 215, entre Cuba y San Ignacio, en La Habana, Elsa Cruz, de 20 años, bombardeaba la noche con malos pensamientos: sin un familiar o amigo para desahogarse, creía que cada minuto iba a ser el de la mala noticia que la dejaría viuda.
Arrastrándose, corriendo, saltando de un punto a otro de la carretera, sin alejarse de tierra firme, los soldados de la Columna 1 Especial de Combates e Infantería se desplazaban rumbo a Playa Larga. El poder absorbente de los pantanos y la posible aparición de algún caimán no eran competencia para el fuego de los morteros, cuya carga destructora iba in crescendo.
Tomás Vidal apretó el fusil FAL contra su cuerpo y cruzó corriendo la carretera, detrás del jefe de la columna, el capitán Harold Ferrer. En busca de posiciones desde donde dispararle al enemigo, el muchacho se agazapaba, corría en medio de la tormenta de ametralladoras, fusiles y tanques, emplazados a 200 o 300 metros; pero las ráfagas no denunciaban las siluetas de los mercenarios: la noche del pantano era neutral para ambos bandos.
Fusil contra fusil
El domingo 16 de abril de 1961, el periódico Surco, órgano del campesinado cubano, con circulación en Holguín, reproducía las declaraciones de Fidel con motivo del bombardeo a Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, por aviones B-26 de etiqueta norteamericana: «Si este ataque aéreo fuera preludio de una invasión, el país, en pie de lucha, resistirá y destruirá con mano de hierro cualquier fuerza que intente desembarcar en nuestra tierra».
Esa mañana, en la guarnición de Cojímar, Tomás vio partir a un grupo de compañeros hacia el acto de 23 y 12, en las cercanías de la necrópolis de Colón, para despedir con honores a las siete víctimas cubanas de la bestialidad imperialista.
«Aquí, junto a las tumbas de los compañeros caídos (…), reafirmemos nuestra decisión de que al igual que ellos pusieron sus preciosas vidas a las balas, al igual que ellos dieron su vida —decía Fidel a todo un pueblo conmovido—, cuando vengan los mercenarios, todos nosotros orgullosos, en nuestro propósito de defender esta Revolución de los humildes y para los humildes, no vacilaremos en defenderla».
En Cojímar, todos los soldados permanecían expectantes frente al televisor. Dos palabras, solo dos, removieron todo el cuartel: Revolución Socialista.
«Yo procedía de una familia comunista, lo cual era visto con recelo por algunos de mis compañeros, porque no tenían una idea clara de lo que eso significaba —rememora Tomás Vidal—. Cuando Fidel lo proclamó abiertamente, todos los combatientes me abrazaron. Ese socialismo era el que defenderíamos al día siguiente».
La Isla se vistió de miliciana. Cada soldado ocupó su puesto de combate, aun cuando muchos estaban de pase. De la escuela de tanques de Managua salieron carros repletos de combatientes. Creían que su rumbo era Girón, pero la seguridad nacional los necesitaba en todas partes.
«Yo no disparé un tiro», recuerda ahora Publio Curbelo Pérez, quien fue enviado para la playa de La Habana del Este. «Nos pasamos los días practicando, porque allí había tanques SAU 100, pero no teníamos mucho dominio de su funcionamiento», añade.
La CTC Revolucionaria llamaba a sus miembros a unirse a las Milicias Nacionales Revolucionarias, realizar mítines y superar la producción. «Que no se detengan (…) ni la campaña de alfabetización ni una sola obra (…)», había orientado Fidel.
En Holguín, como en toda Cuba, el pueblo daba muestras de apoyo a la defensa de la Patria. Más de mil obreros de las industrias y las minas de Nicaro improvisaron un mitin relámpago para expresar la disposición de no rendirse y continuar trabajando las horas necesarias. En tanto, el Partido Socialista Popular (PSP), la FMC y todas las organizaciones políticas agrupaban a sus miembros para prestar primeros auxilios, preparar viviendas con estos fines y organizar la guardia dentro y fuera de la ciudad.
María Gallardo, una señora de 54 años, ataviada con overol, manipulaba las palancas de las máquinas de cortar acero en el taller de fundición del central Urbano Noris. Como ella, varias muchachas más jóvenes operaban chuchos, dinamos y reguladores de voltaje, para no dejar ni un solo puesto de trabajo vacío, porque los hombres permanecían movilizados.
Asimismo casi 500 reclusos de la cárcel de Holguín extendieron los brazos para donar su sangre, necesaria para la fabricación del plasma que debía usarse en la atención a los heridos.
Sin sueño, una noche de abril
Mientras, Luis Enrique se mantenía alerta en el cerco tendido a unos cuantos kilómetros de Playa Larga, listo para detener a cuanto mercenario pretendiera asaltar o escapar; «La Muerte», como también era conocido Vidal, continuaba avanzando, con una idea en la cabeza: «De la toma de Playa Larga esta noche, depende que ganemos la batalla». Esa había sido la advertencia de Fidel horas antes.
En el SD-11, Orestes, con los dedos de las manos pelados a causa del calor y el roce continuo, metía el gancho en el agua hirviendo, sacaba el fusil con menos grasa de conservación, lo terminaba de limpiar, le daba la vuelta completa al disco para llenarlo, bala a bala, y después de ponerle grasa fina, lo dejaba listo para la acción combativa.
«Me había ido de la secundaria para brindar mis servicios como militante de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, sin permiso de la familia; pero cuando mi hermana apareció, preocupada por mí, me moría de la vergüenza», reconoce.
A la entrada de Playa Larga, los tanques Sherman y cañones sin retroceso enemigos silbaban su canto de odio y muerte. Por entre los valerosos combatientes, algunos corrían presurosos trasladando a los heridos. Tomás vio pasar el cuerpo vivo de «Piojito», teñido de sangre, con la garganta destrozada por una calibre 50. Arreciaba el fuego, pero los revolucionarios no detenían el avance.
«Muy próximo al amanecer, cuando todo empezaba a aclarar —recuerda el teniente coronel (r) Tomás Vidal—, se hizo el silencio de la batalla. Apenas se escuchaba algún disparo muy aislado y los mercenarios empezaron a retirarse de Playa Larga. Fue al amanecer del día 18».
Cada uno continuó en su puesto, ejecutando las misiones que les fueron encomendadas. Como integrante de la columna 1 de su Batallón, Tomás sirvió de defensa a los movimientos de Fidel por las zonas de combate; Kiko capturó, junto al cocinero de su Batallón, a siete soldados enemigos que intentaban escapar por las cercanías de la costa; Orestes regresó al hogar, para reincorporarse a la escuela y más tarde alistar su mochila de alfabetizador; Publio mantuvo el tanque listo para la defensa durante casi dos meses; mientras, Elsa tranquilizaba a la familia de Tomás, su esposo, porque a Mina de Melones, en Rafael Freyre, había llegado la noticia de un lugareño muerto en los combates.
La victoria de Girón demostró, además de la capacidad combativa de nuestro pueblo revolucionario, el héroe pasivo que cada cubano, niño o adulto, hombre o mujer, guardaba entre las prendas de los quehaceres cotidianos. Desde entonces, en Cuba, abril ha florecido con la inspiración del heroísmo.
Luis Enrique Aguilera (Kiko). Fotos: Edgar Batista.
Orestes Guerra Ávila. Fotos: Edgar Batista.
Publio Curbelo Pérez. Fotos: Edgar Batista.