Productores de frutales de todo el país intercambiaron experiencias en su 7mo. Encuentro. Autor: Luis Raúl Vázquez Muñoz Publicado: 21/09/2017 | 06:52 pm
Ciego de Ávila.— La pregunta que encabeza este reporte tiene su razón en el movimiento para fomentar los frutales en Cuba. Porque donde dice manguitos, ponga usted, amigo lector, guayaba, aguacate, mamey, chirimoya, guanábana y así aparecerá un listado de combinaciones donde a no pocos se nos convertirá la boca en agua.
Sin embargo, más allá de ciertas delicias, la interrogante tiene otras implicaciones muy contundentes. Como, por ejemplo, que actualmente la tonelada de mango fresco se cotiza a 2 610 dólares en el mercado internacional y la pulpa a 1 218 dólares. Esas cifras ponen a un solo producto y su gama de derivados con valores interesantes, tanto por sus capacidades de ingreso como por los bajos costos para producirlos.
Ahí el negocio empieza a ponerse redondo. Pero su redondez se completa con las posibilidades de multiplicar efectos financieros, demandar producciones, generar empleos y mantener producciones el año completo. Y si se estimulan, como se quiere, ¿a dónde nos pueden llevar los frutales?
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De esos y otros temas se habló durante el 7mo. Encuentro Nacional de Cooperativas de Frutales que, organizado por el Ministerio de la Agricultura y la ANAP, reunió a más de 200 productores líderes de ese renglón en Cuba entre el 17 y 19 de marzo. Ellos son la vanguardia de un movimiento creado el 14 de octubre de 2012, bajo el estímulo del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro Ruz, para fomentar el cultivo de frutas en la Isla.
Hoy el movimiento muestra algunos datos para atender. Cuenta con 206 unidades productoras, entre Cooperativas de Crédito y Servicio (163), Cooperativas de Producción Agropecuaria (28) y Unidades Básicas de Producción Cooperativa (15). Todas dan empleo a más de 4 000 trabajadores.
Al cierre de 2016 esas unidades abarcaban 14 127 hectáreas con plantaciones de frutales, lo que representa el 16 por ciento de esas áreas en el país. El pasado año sus producciones alcanzaron las 104 867 toneladas, equivalentes al 19 por ciento del total de frutales cosechados en el país. Esos volúmenes permitieron el ingreso de 3 252 000 dólares, al exportar 56 524 toneladas.
Todo eso se logró con campesinos «fajados» a pleno pulmón, de domingo a domingo, con sequías que no perdonan, huracanes que destrozan plantaciones casi completas —como hizo el Matthew con el coco de Guantánamo—, y sin todos los equipos y las líneas de financiamiento que se necesitan.
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¿Volverá a tener Cuba la cantidad de frutas de antaño? La pregunta es válida cuando se escuchan los cuentos de los abuelos, quienes hablan de la cantidad de mangos, anoncillos y guayabas que se cosechaban en nuestra campiña. Esas anécdotas son un verdadero contraste cuando el cubano de a pie nota lo perdidas que están ciertas frutas en determinadas épocas o el año completo. Prueba de esa baja oferta son los precios de algunos productos o la muy baja presencia de otros, muy gustados para un buen batido, como el mamey.
Donaldo Jardines Saínz, especialista de la Empresa Cítrico-Frutales Ceiba, en la provincia de Artemisa, y con una vida entera dedicada a los frutales, es categórico con un sí. «Claro que nos podemos recuperar y tener una buena cantidad de frutas. Las cosas han cambiado, sobre todo el pensamiento. En las décadas de los 70 y 80 en Cuba se sembró con la idea de planes especiales y cultivos especializados. Usted cogía cientos de hectáreas y las sembraba nada más que de caña o naranja, lo que fuera; pero un solo cultivo. Si en el medio había una plantación de mango o mamey, se le daba motoniveladora y completo».
«El resultado —dice— fue perder los frutales. Fidel estaba preocupado con eso. Decía que íbamos a tener una deuda grande con esos cultivos y mandó a crear el Plan Motembo, en Las Villas; el Sandino, en Pinar del Río, y el de Santa Cruz, en Camagüey, donde se creó el área compacta de mango más grande de Cuba, con más de 120 caballerías. Hoy la cosa es distinta. Se habla del policultivo, de plantar muchas variedades en una finca. Eso permite diversidad y producción el año completo. Además, mire lo que ha logrado un grupito de gente en tan poco tiempo, sin muchos recursos y con deseos de trabajar. Creo que sí, llevará tiempo, pero vamos a recuperarnos y tendremos frutales».
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El optimismo de Donaldo tiene otros fundamentos, como las posibilidades económicas de los frutales para la economía. Además de un mercado creciente, porque comerlos es muy saludable; en la actualidad, según se conoció en la plenaria del encuentro, la industria láctea del país demanda frutas para eliminar los saborizantes empleados en el helado y de esa manera sustituir importaciones por valor de unos seis millones de dólares.
En los intercambios de experiencias con las bases productivas y sobre todo en la plenaria, los productores pidieron que el modelo creado en la Empresa Agroindustrial Ceballos, de Ciego de Ávila, se generalice en el país. Algunos productores se encuentran afiliados a empresas pecuarias cuya cultura y función es distinta a la del procesamiento de frutales.
No es lo que ocurre entre la entidad avileña y distintas formas productivas, las cuales lograron una unión, apreciable en las 20 minindustrias en manos de productores privados y cooperativistas. Mediante asesoría y relaciones contractuales claras y una filosofía de compañeros y no de enemigos, la empresa estatal apoya con asesoría, créditos, insumos, materiales y equipamiento. Así los productores tienen asegurada la compra por parte de la empresa de una gama de productos, fabricados bajo inocuidad alimentaria, que van desde las barras de dulce de guayaba, mermelada de mango y dulce de coco rallado, entre otras ventajas para ambas partes.
Y más datos ilustran las ventajas de esa unión. Las minindustrias, pertenecientes a unidades en convenio con la Empresa Agroindustrial de Ceballos, pueden generar, cada una, valores por encima de los 20 millones de pesos, lo cual reporta hasta más de 100 000 pesos para el Estado por concepto de impuestos.
Pero una de las mejores oportunidades en el desarrollo de los frutales está en la capacidad de ese rubro para «halar» a otros sectores de la economía. La necesidad de encadenar producciones y sectores ha llevado a que en estos momentos la industria nacional fabrique minindustrias. Desde el 2012, se construyeron 21 de estas para el procesamiento de frutas y vegetales; y este año saldrán cinco, número demasiado discreto debido a la capacidad financiera del país.
Esas cinco serán ubicadas en las cooperativas que cumplan con los requerimientos, entre estos la inocuidad alimentaria y la protección al medio ambiente. Los sistemas de riego también son una realidad. Además de máquinas de pivote central, bombas hidráulicas y casas de cultivo, entre otros productos fabricados en Cuba, la Empresa Industrial de Riego ya cuenta con los primeros proyectos para regar a fincas de 67 hectáreas de frutales, hoy en su fase final de pruebas. Y así lo afirmaron varios delegados al recorrer las minindustrias avileñas. Al observar la demanda de equipamiento para mejorar y diversificar producciones, muchos aseguraban: «Sin agricultura, no hay industria».