El Centro Nacional de Pronósticos del Instituto de Meteorología (Insmet) trabaja de forma experimental en un nuevo manual de procedimientos operacionales para los avisos de ciclón tropical, como parte de una estrategia de adaptación ante estos fenómenos, que cada vez se generan más cerca de nuestro archipiélago y con una velocidad de intensificación mayor.
La afirmación la hizo este martes el director del Insmet, el Doctor José M. Rubiera, durante la primera jornada del IX Congreso Internacional sobre Desastres, que se desarrollará hasta este viernes en el Palacio de Convenciones de La Habana, con la participación de expertos de más de 20 naciones.
«Lo que queremos es adaptar los procedimientos que hasta ahora teníamos a las nuevas condiciones de los ciclones tropicales, hacer las cosas más expeditas y con mayor cantidad de detalles y precisión», explicó a JR.
Al referirse a las características del nuevo manual de procedimientos, el Doctor Rubiera precisó que el Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil (Emndc) y el Insmet han definido dos zonas muy importantes para el trabajo operacional: una de vigilancia reforzada y otra de máxima atención.
Según la fase decretada, ahondó, el Centro Nacional de Pronósticos tiene una actuación diferente. Si está establecida la fase informativa, entonces dentro de las 24 horas posteriores a su decreto se informará al Emndc la situación en perspectiva de ese ciclón tropical, para determinar con mayor precisión el cono de trayectoria, la magnitud de impacto de la marea de tormenta, las lluvias y los vientos. Un criterio con gran antelación de lo que pudiera pasar, consideró.
Si está en vigor la fase de alerta, dentro de las 18 horas después de haber sido decretada, se informan detalles sobre la magnitud de la marea de tormenta, los vientos… en la zona principal de impacto, explicó.
«En la fase de alarma, cuando el huracán entre en la zona de máxima tensión y mientras se mantenga sobre el territorio nacional, se comunica en plazos inferiores a seis horas una información muy detallada, en un documento nuevo que se llama Aviso Especial de Ciclón Tropical para la Defensa Civil. Y para cuando termine la afectación directa, tras la cual pueden quedar lluvias y otros elementos peligrosos, se anuncian las posibilidades de afectación», subrayó Rubiera.
En el último siglo —precisó— la temperatura ha ido elevándose considerablemente, y eso tiene sus consecuencias. «Los principales modelos que pronostican la temperatura superficial del mar en el Atlántico indican un incremento desde 1,5 hasta cuatro grados Celsius para mediados y finales del siglo XXI», acotó.
«Algunos modelos especializados en ciclones tropicales han dado como consecuencia probable que haya huracanes más intensos (alrededor de un cuatro por ciento de intensidad mayor por cada grado Celsius de temperatura)», ahondó.
Según el experto, ocho huracanes de gran intensidad han azotado a Cuba desde 1995 hasta el 2013. Este es el nivel más alto de actividad ciclónica desde 1886, que se ha duplicado prácticamente con relación a cualquier otro período de alta actividad que hemos tenido.
«Se forman más cerca de Cuba, alcanzan una alta intensidad rápidamente y eso quiere decir que tenemos que variar también nuestra respuesta meteorológica», concluyó.
El general de división Ramón Pardo Guerra, jefe del Emndc, inauguró el IX Congreso Internacional sobre Desastres y la V Conferencia Internacional de Bomberos, que sesionarán hasta este viernes en el Palacio de Convenciones.
En su conferencia magistral ratificó que Cuba cuenta con un sistema de Defensa Civil con más de cinco décadas de experiencia, que constituye en sí mismo la plataforma nacional para la reducción de riesgos de desastres, y que basa su estrategia en el empleo y participación integrada de todos los recursos e instituciones.
Como el resto de la comunidad internacional, hemos recibido el impacto de eventos hidrometeorológicos extremos. Entre 1998 y 2012 el país fue afectado por numerosos ciclones y huracanes. En ese período hemos protegido a más de 14 millones de personas, expresó.
«Los países más pobres o en vías de desarrollo, que no cuentan con las tecnologías de avanzada, no pueden enfrentar el deterioro del medio ambiente o las consecuencias del cambio climático con la efectividad que exige el momento, si no se le da acceso al desarrollo científico.
«De ahí la necesidad de colaboración en materia de reducción de desastres. Debemos trabajar unidos, mediante proyectos y metas concretas, aplicando con eficacia las experiencias y buenas prácticas aprendidas, y adaptándolas a las características de cada nación», exhortó.