Celular. Autor: LAZ Publicado: 21/09/2017 | 05:49 pm
MATANZAS.— La niña de diez años Elizabeth Frías Díaz devolvió un teléfono móvil a su legítimo dueño, Hugo Alejandro García Arango, de 15 años de edad.
Si escribo sobre el hecho lo hago, más que por el valor del Nokia, por resaltar su actitud honesta y los valores con que la familia ha educado a esta pequeña. Además, porque ese actuar también conmovió a Hugo Alejandro (mi hijo), a nuestra familia y a quienes lo rodean en su escuela, el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Carlos Marx.
En apariencia son pequeñas cosas que quizá algunas personas minimicen, cuando en realidad debiéramos exaltar en estos tiempos.
Tal pareciera algo normal. Pero no lo es. Según el colega Enrique Tirse, de la emisora provincial Radio 26, de Matanzas, en el programa de facilitación social Frecuencia Abierta son numerosas las personas que reportan diariamente pérdidas de celulares y otros muchos objetos. Sin embargo, en el último mes, de cinco celulares extraviados han devuelto tres equipos de ese tipo, incluido este que les cuento.
Pese a la poca confianza de reportar la pérdida por la baja probabilidad de un final feliz, insistí y me regocijo de haberlo hecho.
«Me siento muy feliz de habérselo devuelto, ese teléfono no era mío», nos dice ahora emocionada, sonriente y con la mirada alegre la estudiante de cuarto grado de la escuela primaria Amistad cubano-vietnamita, del poblado de Juan Gualberto Gómez, en Unión de Reyes.
Su tía abuela Telma Raquel Díaz Pernas, de 78 años, escuchó el pedido radial a quien se encontrara el teléfono por la zona de la pizzería Bellamar, de la ciudad de Matanzas, que por favor lo devolviera a su dueño, y se brindaba el número de teléfono adonde podían llamar.
«Desde el principio le dije que si sabíamos del dueño tenía que devolverlo; al oír el aviso por la radio decidimos llamar para que vinieran a buscarlo», recuerda la tía abuela.
Al llegar al poblado de Cidra, donde se encontraba Elizabeth en casa de unos familiares para devolver el teléfono, le agradecimos el gesto. Al conversar con ella supimos de su vocación por ser psicóloga o abogada, y que su maestra Zenia Morales le ha inculcado el amor por Martí y los valores que él quería que vivieran dentro de los corazones de las niñas y los niños, y de todas las personas.
«He leído La Edad de Oro y he hecho varios trabajos de clases sobre ese libro fascinante», cuenta esta niña vivaz y conversadora.
Su tía abuela, quien fuera maestra y luego, ya jubilada, trabajó como cajera pagadora en el desaparecido central azucarero Juan Ávila, señala que a los niños hay que infundirles sentimientos altruistas para formarlos como buenas personas.
Igualmente, destaca que los padres de la niña, Adrialis Díaz y Yuniesky Frías, velan por que Elizabeth no guarde momentos infelices como hubiese sido en este caso, por tomar algo que supo luego de quién era.
Tanto Elizabeth como Hugo Alejandro hablaron de cómo se perdió el teléfono y la manera en que lo encontró. Sus sonrisas y contentura hablaban por sí solas de la diminuta semilla que se sembró en el alma de ellos el pasado domingo.
A Elizabeth le prometimos un libro de Martí (posiblemente La Edad de Oro) y visitarla algún día. Recordaremos siempre que fue una «ceremonia» familiar e inolvidable, si es que así la podemos llamar, que nos enseña y educa para ser mejores en la vida.