Roberto Hernández Álvarez Autor: Hugo García Publicado: 21/09/2017 | 05:39 pm
VARADERO. Matanzas.— Cuando el turista ruso Steponenko Kinil se despertó en el bungaló 515 del hotel Sol Palmeras, no podía creer que había perdido su tablet y su cartera. Pero entre el pesar del desasosiego matinal y la euforia de saber que sus bienes estaban bien custodiados no transcurrió mucho tiempo.
«Solo en Cuba sucede algo así», dijo apenas Steponenko, entre saltos y gestos de alegría, en el momento en que la dirección del hotel le hacía entrega de sus pertenencias.
Detrás de la historia, aparentemente común en centros turísticos, se erige el joven Roberto Hernández Álvarez, quien recuerda que siempre se encuentran cosas extraviadas.
«Antes de terminar el turno, alrededor de las seis de la mañana, comencé a recoger vajillas y cubiertos en las áreas de los jardines exteriores y la piscina», nos cuenta este joven de 37 años de edad y vecino de la ciudad de Matanzas.
«Cerca de la piscina vi unos objetos, y al acercarme me cercioré de que era una cartera, la revisé y contenía 50 billetes de cien dólares estadounidenses (5 000 en total), seis billetes de cien euros, cuatro tarjetas de crédito, el pasaporte y además había un tablet PC».
El también Licenciado en Contabilidad y Finanzas ha trabajado en el giro turístico en lavandería, administración, en la cocina y ahora como dependiente gastronómico.
Enseguida entregó todo al gerente nocturno, porque así procede, y ya él terminaba su turno de 11 de la noche a siete de la mañana.
«Pensé en la familia», sintetiza, mientras valora lo que significa su actuación para sus hijos Roberto y Ramón; su esposa, la doctora Mónica Arnold, y para César, el hijo de esta.
Ante mi provocación de que tuvo oportunidad, si hubiera querido, de apropiarse de ese dinero, su respuesta fue tajante: «Estaba solo, claro que nadie se enteraría, pero ¡compadre, lo que no es de uno, no es de uno!».
Asegura que en Sol Palmeras, donde trabaja desde 1999, hay gran sentido de pertenencia por parte de sus trabajadores: «Les brindamos mucha seguridad a los turistas, sin drogas ni prostitución, y eso es una fortaleza de nuestro turismo.
«Imagínate que cambiara mi modo de vida abruptamente, o si mi familia se entera de algo así; eso no lo concibo. Soy el primero que les advierto a los niños que nada que no sea suyo lo pueden tomar para ellos, que aún cuando se encuentren cualquier cosa en la escuela, es de algún niño y tienen que devolverlo a los maestros.
«Pienso que no me sentiría bien si mantengo un nivel de vida que no provenga del trabajo propio, y por eso muchos me decían que esto se me revertirá en más salud y hasta el hotel y la Delegación del Mintur en Matanzas me hicieron un reconocimiento.
«Cuando se lo conté a mi hermana, hermano y a mi esposa, todos pensaban que era un chiste; sin embargo, todos estuvieron a favor de mi gesto.
«Es cierto que algunos valores se han perdido, pero no totalmente; viven en todos los cubanos, y entre todos tenemos que rescatarlos y despertarlos en nuestras familias y la sociedad», reflexiona el joven matancero.