Así son los maestros: tiza, cuartilla y consejo al mismo tiempo; gestores de un esfuerzo que se premia a veces solo entre formas y límites. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:28 pm
No son reyes, aunque poseen su estrado singular. Imperan desde una voluntad que los consagra. Abrazan la paciencia y el gesto de la constancia como inspiración. Enseñan mientras aprenden; aprenden mientras enseñan, y convidan siempre, a su manera, al difícil ejercicio de vivir.
Albergan, en su mayoría, energías indetenibles, momentos de pausas y alegrías en su andar, horas de desvelo tras la frase o el libro que hace más claros el ejemplo y la explicación... Están llamados a predicar con un ejemplo que es espejo de la sociedad. Y como evangelios vivos, con la certeza de la utilidad como virtud, repasan y acaban sosteniendo para siempre en uno los saberes más insospechados.
Así son los maestros: tiza, cuartilla y consejo al mismo tiempo; gestores de un esfuerzo que se premia a veces solo entre formas y límites. Por ello este 22 de diciembre, vale extender el abrazo desde la pasión formadora de los más jóvenes, esos que bien saben cuánto se puede querer y construir en una profesión que desafía y alienta a la vez.
Por vocación, no por imposición
Desde niño estaba convencido de que sería maestro. Para Joel Benítez Páez, estudiante de tercer año de Marxismo e Historia en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Rafael María de Mendive, en Pinar del Río, dedicarse a la docencia fue una aspiración de vida.
«Siempre soñé con ser profesor. Desde pequeño me inspiró el arte de enseñar. Es muy importante el referente que se tenga para decidir pasar el resto de la vida frente a un aula.
«Al principio todo el mundo me decía: “¿Maestro? Pero con el promedio que tienes, por qué no te haces abogado o médico”. No entendían lo que quería por encima de cualquier otra opción», destaca.
A juzgar por su destreza y madurez, el santiaguero Idalberto Senú González parece tener más de 27 años. Desde que siguió el ejemplo de sus primeros maestros en el seminternado Rubén Bravo, del poblado de El Cobre, siente una pasión vehemente por estar frente a un grupo de niños, tiza y borrador en mano.
«Todos los días aprendo algo nuevo, de mis grandes maestros y también de mis alumnos, pues en palabras de Fidel siempre será necesario un profesional que estudie cotidianamente», asegura.
Al igual que Idalberto y Joel, Nurelis Rivero Antúnez, maestra de la escuela primaria Hurtado de Mendoza, en Santa Clara, refiere que llegó al magisterio por vocación. «Siendo una niña ponía los asientos como si fueran estudiantes y un viejo muñeco de yeso era la tiza. Me encantaba formar aquel escenario. Y hoy me doy cuenta de que cobró vida mi voluntad. Por ello pienso que educar es un acto que demanda, ante todo, aptitud y entrega. No podemos imponérnoslo ni dejar que nadie nos aísle de lo que nos corresponde decidir».
Por su parte, el pinareño Iván Armas Maragoto, graduado en 2007 en la carrera de Marxismo e Historia, sostiene que todo parte de contar con paradigmas en el magisterio. «Tuve buenos profesores y eso influyó en mi selección. Siempre trato de ser como ellos, representar para los alumnos lo que constituyeron esos modelos para mí».
La santiaguera Yanet Mock Martínez partió en 2001 desde el oriental territorio de San Luis hasta La Habana para responder al llamado de Fidel de iniciar la formación de los profesores generales integrales de Secundaria Básica. Desde entonces comparte una convicción que la mantiene siempre estimulada: «En el maestro se encierran todas las profesiones».
Que la familia siempre ayude
Al ser entrevistados por este diario, diez jóvenes educadores pinareños destacaron que al principio encontraron cierto desánimo en sus familias por el estudio de carreras pedagógicas. Según refirieron, ello trajo consigo diálogos profundos y la búsqueda final de un entendimiento entre gustos, aspiraciones y posibilidades.
Sin embargo, para Yansaina Miranda Duarte, estudiante de primer año de Biología y Geografía de la universidad pedagógica vueltabajera, la decisión corrió por casa. «Mi tía y mi abuela se dedicaron al magisterio y ellas me inculcaron la vocación».
Pero, más allá de la influencia ejercida desde el hogar o por patrones escolares, la mayoría de los encuestados coincidieron en que falta aún mucho por hacer en lo referente a la orientación profesional en las escuelas.
A juicio de Miranda Duarte, a veces resulta insuficiente la capacitación que se brinda en centros docentes sobre cómo y por qué optar por carreras pedagógicas.
«En ocasiones se eligen estas especialidades sin tener una verdadera disposición, e incluso solo por complacer a la familia con tal de tener un título universitario. Por eso desertan en medio de los estudios.
«La presión de la sociedad, de los amigos, de la familia, aún sigue siendo muy fuerte, pues a mí todavía me dicen que si estoy dispuesta a aguantar niños malcriados, jóvenes indisciplinados y padres histéricos, como si ser maestro se resumiera en eso».
Siempre un reto
Lograr el verdadero reconocimiento de estudiantes y padres ha de constituir una proyección cardinal del maestro, sobre todo para los de menos edad. «Hay que saber imponer respeto correctamente en el aula. Muchos progenitores piensan que porque somos jóvenes no tenemos las condiciones para inculcarles habilidades y conocimientos a sus hijos. Y los convencemos de ello demostrando cuánto el niño es capaz de aprender con uno», expuso Miranda Duarte.
Para esta joven pinareña, con los noveles profesores a veces también se tienen erróneamente ciertos prejuicios, que deben revertirse a base de constancia diaria.
Armas Maragoto cree que «todo depende del desempeño y la actitud de cada cual, pues no se puede ser profesor solo en la escuela; esa es una función de vida, las 24 horas, en todos los contextos».
De igual forma piensa la santiaguera Yanet, quien funge como directora de la secundaria José Luis Tassende. Ella concentra los mayores desafíos de los jóvenes maestros en la ejemplaridad, la preparación constante y la consagración. «El maestro no puede tener solo una jornada de trabajo; a veces también necesita llevarse tareas y compromisos del aula para la casa, sin que por eso deje de otorgarles valor y tiempo a otros espacios».
Esta joven considera que para contrarrestar las presiones o incomprensiones de la familia, la escuela debe ser más enfática y certera en su gestión de trabajo vocacional. «En mi centro, por ejemplo, ya tenemos 48 niños de séptimo y octavo grados que forman parte de un destacamento pedagógico».
En igual sentido, Adalberto cree que «hay que resaltar la imagen social del educador, y su reconocimiento. De las universidades han de egresar profesionales con cualidades y capacidades pedagógicas, portadores de ternura y de una sólida ética», asegura.
A modo de repaso, la villaclareña Ania López Hernández, maestra de primer grado, destaca que nada supera la entrega y la pasión de uno cuando sabe lo que se quiere. «La familia podrá sugerir, pero al final uno decide. La enseñanza requiere amor, saber cuándo regañar y pasar la mano, comprender que se aprende con ejemplos y que no pueden faltar ni los medios ni los métodos. Pudiera parecer cosa fácil, pero educar lleva ímpetu y eso es lo que más nos gusta a muchos de los que elegimos este noble y apasionado camino».