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Centenares de pacientes beneficiados con rehabilitación de la cara y prótesis bucomaxilofacial

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En el Centro de Rehabilitación de la Cara y Prótesis Bucomaxilofacial de esta provincia oriental cubana, numerosas personas que habían perdido alguna parte del cuerpo, encontraron un bálsamo para sus vidas

HOLGUÍN.— A los siete meses de nacida, Marisleydis tuvo un accidente tremendo. Un vidrio de una botella que explotó imprevistamente, se le incrustó en el ojo derecho.

«El susto fue grande. Estaba sangrando demasiado; hubo que operarla de urgencia y extraerle el ojito», cuenta ahora su mamá, Yoaida Mora, 11 meses después de aquel percance que sacudió a la comunidad rural de Lindero, en las afueras de la ciudad de Holguín.

La intervención quirúrgica, realizada por especialistas del hospital pediátrico Octavio de la Concepción Pedraja, resultó exitosa. Sin embargo, los padres de la niña sentían que sus corazones se estrujaban cada vez que le observaban la carita. La mirada menguada de Marisleydis parecía perderse entre los campos inhóspitos y las casitas de Lindero.

Pronto llegó una noticia que los iluminó. Se enteraron de que, desde julio de 2008, en la Ciudad de los Parques funcionaba una clínica verde y blanca, en la cual hacían verdaderos prodigios. «Yo me dije: esa es la clínica de nosotros, y allá nos fuimos», rememora Yordanis Leyva, el padre.

Se trataba, en realidad, del Centro de Rehabilitación de la Cara y Prótesis Bucomaxilofacial, una institución perteneciente al hospital Vladimir Ilich Lenin y en la que abundan historias impresionantes sobre «elaboraciones» de ojos, orejas, narices... ¡partes del cráneo!

Al poco tiempo, la pequeñita tenía colocada una prótesis ocular tan perfecta que solo quienes conocieron los pormenores del caso, pueden dar fe hoy del contratiempo. Los peores recuerdos, por eso, se han ido evaporando.

Un cráneo nuevo El joven Ernesto Cruz Ricardo, un antes y un después Aristóteles estará siempre agradecido

Marisleydis no es la única que pasó del mal rato y la consiguiente afección psicológica a la sonrisa casi entera. Tampoco son sus familiares los únicos que se deshacen en elogios al hablar de este centro, el sexto de su tipo inaugurado en Cuba (anteriormente funcionaban tres en Ciudad de La Habana, uno en Villa Clara y otro en Santiago).

Son millares ya —en este año se habían dado más de 1 100 consultas a pacientes de Holguín, Granma, Las Tunas y Camagüey— los que hablan con admiración de esa entidad de solo 11 trabajadores, dirigida por el doctor Fernando Emilio Martínez Escobar.

«La mayoría de las personas se ha conmovido con el servicio del centro, con la profesionalidad de nuestros seis técnicos y con la interacción que tenemos con otros especialistas como otorrinolaringólogos, oftalmólogos, psicólogos, máxilo-faciales... Sin ese equipo multidisciplinario, sería imposible rehabilitar a los pacientes», dice este reconocido galeno.

Uno de los que no se cansa de agradecer es Ernesto Cruz Ricardo, a quien en noviembre de 2008 le pasó un microbús «por encima» a causa de una imprudencia. Muchos, cuando le vieron la cabeza sangrante en medio de la Carretera Central, lo dieron por muerto.

«En el hospital Lenin tuvieron que hacerme una operación muy compleja, de cinco horas; perdí este hueso (se señala el parietal). Me salvé, pero quedé con un hueco en la cabeza», dice.

La solución estética a esa parte hundida nació precisamente en el Centro de Rehabilitación de la Cara..., donde fue intervenido quirúrgicamente otra vez. Allí le colocaron una pieza de polimetacrilato de metilo que le devolvió la apariencia normal.

«Hoy soy casi el mismo», reconoce este joven de 32 años, quien no tiene la más mínima idea del costo de este proceder médico.

Toda prótesis vale un mundo en cualquier país. Claro, excepto en Cuba. Una ocular está por encima de los 500 dólares, una nasal puede sobrepasar los 1 200 si es de acrílico y los 1 500 si es de silicona; en tanto una auricular excede los 2 000 dólares. Eso sin hablar del precio de las consultas, medicamentos, etc.

«Oiga, no sabe cuánto esa gente maravillosa ha hecho por uno», expone Aristóteles Concepción Remedios, un hombre de 68 años que desde hace meses vive con una oreja confeccionada en la institución holguinera. «Mírenme a mí, es difícil notar que tengo una prótesis. Le tiraron unas fotografías a mi hijo, por las cuales se fijaron para hacerme la oreja; es casi increíble».

Algo parecido subraya Rubén Gabriel Fernández, de 61 abriles, y a quien en el año 2000 le amputaron totalmente la nariz. Desde diciembre de 2008 anda con una nueva, pegada a los espejuelos, elaborada en el Centro de Rehabilitación de la Cara...

«Me prepararon esta prótesis a partir de fotografías viejas y nuevas. Allí son excelentes fisonomistas», apunta.

Sin andar por el aire

La niña Marisleydis y su mamá hoy pueden sonreír de un modo diferente El pequeño edificio donde laboran el doctor Fernando y sus técnicos, no impresiona desde el exterior. Es un inmueble que consta de un salón de operaciones de cirugía menor, dos consultas con sillones, laboratorio de prótesis con varios departamentos para procesar metal y porcelana, banco de yeso y arenado, sala de docencia o discusión de casos y área de esterilización.

El equipamiento, empero, es de alta tecnología. Eso ayuda a confeccionar, por ejemplo, en un horno de microondas, prótesis de resina acrílica, que es la más demandada.

«Un 70 por ciento de los pacientes que llegan a esta instalación, viene con afecciones oculares, pero también acuden personas con otros padecimientos, producidos por accidentes, por carcinomas u otros factores. Nuestro propósito, en cualquier caso, es elevar la calidad de vida del paciente», explica el doctor Fernando.

Él agrega que el centro forma parte de la Red de Asistencia Nacional de Rehabilitación de la Cara y Prótesis Bucomaxilofacial, abierta en 1999 en el país. Y que además de los trabajos de rehabilitación de la cara, allí se han hecho implantes molares, los cuales tienen enorme aceptación entre los ciudadanos.

Y aunque llueven las alabanzas y los reconocimientos, como el de Colectivo Moral, los de esta institución —siempre pulcra— no se inflan. Sus metas son cada día más elevadas. Así debería ser en todos los lugares del país.

Ánimo crecido

Marisleydis, la niña que estremece hoy con su novela real, contada a retazos en el principio de estas líneas, aún no logra articular muchas palabras.

Pero pronto empezará a descubrir que el ánimo le creció en el interior gracias a las atenciones recibidas, desde que apenas tenía siete meses de vida, en la casita blanca y verde de los prodigios, en el corazón de Holguín.

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