JIGUANÍ, Granma.— ¿Cómo podemos decirle a un niño que se vista correctamente si nosotros andamos por la calle con ropa inadecuada? ¿Cómo le vamos a hablar de solidaridad en la escuela si él ve que en el barrio actuamos de manera egoísta? ¿Creerá en la honestidad si le mentimos?
Estas preguntas las formuló con énfasis Yulexis Ocaña en la asamblea de balance de la UJC en el municipio de Jiguaní, para demostrar que los maestros «tenemos que educar más allá de las aulas, dondequiera que estemos, hasta soñando en nuestra cama».
La muchacha hacía estas reflexiones cuando la reunión se deslizaba por el hilo de un asunto candente: el ejemplo de los jóvenes como fuente de valores para los más pequeños. Por eso —dijo con otras palabras— si cada educador no es un espejo virtuoso, los niños pueden deformarse; aunque no debemos olvidar tampoco el papel de los padres.
Su intervención filtró en el ambiente otro tópico que no por viejo deja de tener complejidades: ¿Dónde el adolescente comienza a formarse o a torcerse, en la escuela o en la casa?
Varios de los delegados a la asamblea coincidieron con el viejo axioma que reafirma «por la familia empieza todo». Sin embargo, algunos, como el maestro primario Alexis Leyva, observaron que la escuela es capaz de influir también en la familia, «que no constituye solo el núcleo que vive en el hogar sino, además, el del entorno... el barrio».
Puso como ejemplo la experiencia de su centro, el Rafael Gómez, en el que cada dos meses se desarrollan las escuelas de padres. «En estas les llevamos temas a los mayores para que los debatan con sus hijos; les explicamos cómo influir mejor en los pequeños».
La joven Yanira Barcaz hizo una acotación razonable: desde cualquier profesión u oficio hay posibilidades de contribuir en la batalla por los mejores valores.
«Nosotros mismos, los trabajadores sociales —expresó— interactuamos todos los días con los integrantes de la familia y podemos inculcarles buenas conductas».
Claro, la vida es una cadena, como señaló oportunamente Manuel Valera Escalona, primer secretario de la UJC en Granma. «¿Y quién influye sobre esos trabajadores sociales, que son en su mayoría jóvenes y están formando su carácter?», se preguntó.
Precisamente ahí entran a desempeñar su rol las organizaciones de base, las cuales no siempre ejercen presiones morales sobre los jóvenes con «comportamientos extraviados», una etiqueta aplicable a un maestro, a un trabajador social, a un médico...
Al respecto Valera recordaba lo que con lucidez había sentenciado Fidel hace unos meses: «Si los jóvenes fallan, todo fallará». Por eso, concluía el dirigente juvenil, tenemos que lograr que no falle ninguno, en ningún lugar, ni en el aula, ni en el hospital ni en la más remota unidad gastronómica...