En el Festival de la Juventud y los Estudiantes celebrado en Caracas propusimos desarrollar un diálogo sistemático de generaciones en el que participen quienes traemos la experiencia de haber tomado parte intensamente en la vida política en la segunda mitad del siglo XX y los que asumen responsabilidades crecientes en estos inicios del XXI y desarrollarán su vida política hasta bien entrado el mismo.
Se trata, de hecho, de un intercambio de experiencias entre dos siglos. Ofrezco estas reflexiones como una contribución a ese diálogo en el aniversario 45 de la Unión de Jóvenes Comunistas.
En la década del 20 del pasado siglo se ensamblaron definitivamente la tradición patriótica y antiimperialista que venía del siglo XIX y cuya figura descollante es José Martí, con el pensamiento socialista europeo. El pensamiento antiimperialista de Martí con su proyección universal asumió el liberalismo latinoamericano, lo trascendió y presentó las primeras ideas y programa antiimperialista. Este pensamiento fue el que se articuló con el pensamiento socialista en el siglo XX.
José Martí. Simón Bolívar. Carlos Manuel de Céspedes. José Carlos Mariátegui. Benito Juárez. Eloy Alfaro. Simón Rodríguez. Francisco de Miranda. Augusto César Sandino.
El símbolo más representativo de esa fusión es, sin duda, Julio Antonio Mella, junto a Villena y los fundadores del primer Partido Comunista de Cuba en 1925.
Los ideales patrióticos, antiimperialistas y por la justicia social inspiraron el combate de la llamada «Generación del 30» contra la tiranía de Gerardo Machado. De ese proceso emerge la figura de Antonio Guiteras como su más radical y consecuente representante.
Sobre el fundamento de esa tradición, diversos procesos y hechos históricos de la década del 30 y principios de la del 40, influyeron decisivamente en la formación política de la Generación del Centenario.
No fue casual que ante la pregunta del fiscal a Fidel Castro en el juicio por los sucesos del Moncada sobre el autor intelectual de aquella acción armada, él respondiera sin vacilación: José Martí. Esos hechos y procesos son, entre otros, los siguientes:
El pensamiento liberal latinoamericano que nos representamos en Miranda, Bolívar, Simón Rodríguez, Juárez, Alfaro y Céspedes. Ese pensamiento adquirió en nuestras tierras un sentido y una proyección bien diferente al norteamericano y al europeo. Las ideas expuestas por Benito Juárez, en enero de 1861, constituyen una buena demostración de la radicalidad alcanzada por el pensamiento liberal latinoamericano. Dijo Juárez: «A cada cual, según su capacidad y a cada capacidad según sus obras y su educación. Así no habrá clases privilegiadas ni preferencias injustas (...)»1 «Socialismo es la tendencia natural a mejorar la condición o el libre desarrollo de las facultades físicas y morales».2
Las concepciones más progresistas de la Revolución Mexicana de 1910 y 1917, tal como la representaba, en su tiempo, Lázaro Cárdenas.
Las ideas nacidas de la Reforma Universitaria de Córdoba, de las cuales empezaron a emerger, con gran vigor, las concepciones sociales más avanzadas del siglo XX en América Latina.
Las ideas y luchas antiimperialistas de Augusto César Sandino.
Las ideas más progresistas en la lucha a favor de la República Española, su expresión en la presencia internacionalista cubana en aquella lucha y la continuidad de la misma en el combate contra el régimen de Franco.
Las luchas contra el fascismo en Alemania e Italia en la década del 30 y la solidaridad hacia las fuerzas antifascistas que participaban en la II Guerra Mundial.
Las ideas revolucionarias que se forjaron en el proceso de la Constitución de 1940 y en su aprobación. Este texto constitucional llegó a ser el más avanzado en su época entre los llamados países occidentales.
Las ideas de contenido social puestas en práctica por Franklin Delano Roosevelt, para combatir la recesión en Estados Unidos y el llamado New Deal en las relaciones hacia América Latina promoviendo una política más inteligente y cultivada que los anteriores y posteriores gobiernos de Estados Unidos.
Los ideales sociales, políticos, antiimperialistas y socialistas de América Latina simbolizados en Mella, Mariátegui y Aníbal Ponce, entre tantos otros.
La lucha contra el golpe de estado de Fulgencio Batista, violatorio del orden constitucional, y el enfrentamiento a la tiranía impuesta con el respaldo del imperialismo.
Como una expresión de ese pensamiento, característico de las nuevas generaciones que asumieron la Revolución desde una óptica esencialmente revolucionaria y de contenido socialista, reproduzco parte del contenido que, como dirigente del Movimiento 26 de Julio en 1956, expuse en una carta dirigida al presidente de México, Adolfo Ruiz Cortines:
«Cuba, Honorable Sr. Presidente, está al borde de una Revolución que transformará el orden social y político y sentará las bases de una democracia socialista y revolucionaria. Nosotros representamos la vanguardia de esa Revolución, ya que por imperativo de las circunstancias estamos en el deber patriótico de conducir al pueblo en este minuto incierto en que el gobierno lo ha llevado a un callejón sin aparente salida».
Cuando Batista asumió la presidencia de la República en 1940, la posición más revolucionaria la ostentó el Partido Revolucionario Cubano Auténtico, heredero de la mejor tradición de los años 30. Luego, gran parte de este equipo se corrompió y nació para enfrentarlo la Ortodoxia al frente de la cual estaba Eduardo Chibás con su lema «Vergüenza contra dinero». Tras la muerte de Chibás, se produce el golpe de Estado de Batista que interrumpió el ritmo constitucional de la nación, y el combate a la corrupción se unió al combate a favor de la legalidad. El golpe de Estado y la tiranía de Batista fueron el ejemplo más claro de que la ilegalidad y la falta de ética en Cuba provocaban, necesariamente, una revolución social.
Con estas ideas y el método electivo de la mejor tradición filosófica cubana de principios de la primera mitad del siglo XIX: todas las escuelas y ninguna escuela, he ahí la escuela; todos los métodos y ningún método, he ahí el método; encontraremos los nuevos caminos de las ideas que requiere el siglo XXI.
Las experiencias y enseñanzas de la práctica socialista en Europa en el siglo XX, las asumimos hoy apoyándonos en una antigua institución del Derecho romano que autorizaba a recibir las herencias a beneficio de inventario, es decir, para no cargar con las deudas. Sobre la base de estos principios podemos hoy examinar esa herencia socialista a la luz del pensamiento de Fidel y del Che.
Nosotros hemos hallado esos caminos en el ideal socialista que, como dijo Mariátegui, no puede ser «ni calco ni copia, sino creación heroica», ni, como también señaló Mella, «copias serviles de revoluciones hechas en otros climas».
1Tomada de Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia, obra en 15 tomos, compilada por Jorge L. Tamayo, editada por la Presidencia de la República Mexicana entre 1972 y 1975.
2Ibídem