Los que soñamos por la oreja
Entre los muchos maestros que he tenido a lo largo de mi vida como eterno aprendiz, uno que dejó en mí especial huella fue Frank Emilio Flynn. No se trata solo de que con él aprendiese a escribir y leer una partitura a través de lo que se denomina Musicografía, es decir, la transcripción de la notación musical al sistema braille; de que me enseñara asignaturas como Solfeo, Armonía, Acústica y Piano complementario, sino que en sus clases y, sobre todo, con su amena conversación, logró hacerme comprender y disfrutar la música en su sentido más abarcador. Y es que para mi querido y recordado Frank, no existían diferencias entre un danzón, una pieza de jazz, el acompañamiento de una canción o un concierto para piano y orquesta, siempre que la calidad de la obra fuese lo prevaleciente.
Por semejante visión ecuménica que le caracterizara, a cada rato a mi mente vuelven mis encuentros con Frank Emilio en casa de su cuñada Nena, en Santos Suárez, nuestras extensas charlas telefónicas o las muchas veces en que asistí como público a sus presentaciones, ya fueran en teatro o en un club nocturno, uno de los espacios en que yo disfrutaba más de sus actuaciones, en virtud de la riqueza del repertorio que interpretaba en tales ocasiones. Como se deducirá de lo expuesto, profeso una remarcada afición por coleccionar los registros fonográficos que él publicó con diferentes disqueras y que constituyen una fuente de saber hacer y obligatoria consulta, no ya únicamente para los jóvenes pianistas sino para cualquier interesado en nuestra música. Por ello fue para mí un placer cuando me encontré con un material perteneciente a la Colección Cuba en vivo y que lleva por título el de Frank Emilio y sus invitados. Vols. I y II.
Confieso que no me gusta en lo más mínimo la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Empero, la vida, que suele ser muy caprichosa, en no pocas ocasiones me coloca ante la disyuntiva de tener que admitir la veracidad de la aludida frase. Ello me ha ocurrido cuando comparo el accionar de la Egrem de hace décadas atrás y el actual, en lo concerniente al hecho de preservar la memoria sonora de este país.
Es punto menos que increíble pensar que en décadas como las de los 60, 70 y 80, la principal casa discográfica cubana contaba con un estudio móvil, capaz de registrar para el futuro cuanto concierto o festival que en materia de música tuviese valía en Cuba y que hoy, cuando se supone que la tecnología ha vuelto mucho más fácil acometer tarea semejante, no se haga nada al respecto, con lo cual se pierden para la historia presentaciones únicas y de las que no queda la más elemental huella sonora.
Gracias a la otrora preocupación por conservar muestras de funciones como las acaecidas en la sala de concierto del Museo Nacional de Bellas Artes, en la actualidad podemos disfrutar de un fonograma contentivo de dos CDs y que dan testimonio de un concierto celebrado el 21 de marzo de 1978 y que tuviese como protagonista al maestro Frank Emilio Flynn. En ese festín para los oídos, registrado gracias al quehacer como grabador del ingeniero Ramón Alom, Frank contó con invitados de lujo, a saber Guillermo Barreto, Tata Güines, Orlando «Cachaíto» López, Gustavo Tamayo (integrantes de Los Amigos); los pianistas Zenaida Romeu y Nelson Camacho y los cantantes Merceditas Valdés, Ela Calvo y Reinaldo Henríquez.
En su conjunto, estos dos discos son una muestra de la pluralidad con la que Frank Emilio abordó siempre el trabajo musical, en el cual él no establecía distingos entre música popular y académica. De tal suerte, aquí podemos escucharlo como intérprete solista que aborda ya sea una canción procedente de la corriente del filin o una obra pianística del siglo XIX, como parte del grupo Los Amigos, o como acompañante de una vocalista.
Álbum de singular belleza y que tuviese en la figura de Jorge Rodríguez al productor que dio vida a este importante prensado, esta propuesta salida al mercado ya hace algún tiempo es de esos materiales a los que hay que acudir una y otra vez, para de forma sistemática encontrarnos y reencontrarnos con las esencias de nuestra identidad.