Los que soñamos por la oreja
Simon Frith, reputado sociólogo dedicado a la investigación musical, escribió hace 26 años el ensayo titulado Towards an aesthetic of popular music. En el aludido trabajo se establecen algunas funciones para el pop que, a su vez, ayudan a comprender el modo en que se realizan los juicios de valor en dicho género. De manera resumida, están relacionadas con la creación de la identidad, el manejo de los sentimientos y la organización del tiempo. Cada una de ellas depende, según el criterio de Simon Frith, de nuestra concepción de la música como algo que puede ser poseído. A partir de esa base sociológica es posible analizar el mayor o menor acierto con que unas canciones o determinados artistas cumplen, para equis oyente, las funciones referidas.
Si en Cuba se hubiesen aprehendido en su momento las ideas de Simon Frith antes expuestas, de seguro el pop habría sido mucho menos menospreciado por la crítica, que por lo general lo ha vinculado con el comercialismo excesivo y con lo más pedestre desde la óptica artística. Así, no ha sido raro que entre nosotros, sin formular análisis serios, se haya acusado a la música pop de fomentar la banalidad entre sus audiencias, es decir, la propensión hacia el consumo de lo trivial, insustancial y de poco interés o trascendencia.
Como ha afirmado el profesor universitario Lázaro J. Blanco: «El pop ha sido hijo de la globalización musical, por lo cual no se asocia a ninguna manifestación cultural nacional, aunque habitualmente tiene matices que lo caracterizan, en función de las influencias culturales. Detrás de las corrientes pop de la música, habitualmente se encuentran grandes disqueras, las cuales son normalmente acusadas, con razón o sin ella, de intentar imponer formas y modos de hacer la música, peligrosamente estandarizadores y facilistas».
En el empeño de combatir la banalidad, vista como sinónimo de alienación, asunto al que periódicamente una y otra vez se vuelve en el contexto cubano, como se comprueba al hacer una breve revisión de nuestra historia cultural, en no pocas ocasiones se ha perdido la brújula al ignorar que en toda sociedad que se respete, el individuo —ya sea como consumidor o productor— tiene todo el derecho del mundo a pronunciarse y decantarse por el producto cultural que desee, incluso los supuestamente clasificables dentro del nivel más bajo desde la perspectiva del análisis estético.
Por esa tendencia valorativa que ha prevalecido en nuestro medio, un trabajo como el realizado por el cantante Jessee Suárez en el disco titulado Ese soy yo, es visto simplemente como expresión de la globalización que hoy vive la cultura. Quienes así piensan no comprenden la compleja relación que en el presente se da entre producción y apropiación.
Solo a partir de entender el hecho de que, si bien es cierto que la difusión de la mayor parte de las formas simbólicas es en la actualidad global y que su apropiación no puede ser sino local, es que podemos dar una valoración más o menos justa en torno a la estética que una figura como Jessee Suárez defiende en su ópera prima y que un análisis prejuiciado tildaría solo como música comercial.
Contentivo de 12 cortes, en este fonograma predomina una sonoridad concebida desde una perspectiva universal. Prevalece la sencillez de los textos, líneas melódicas de fácil asimilación por las grandes audiencias, estribillos pegajosos, pasajes rítmicos nada ortodoxos, armonías en tonos mayores, breves solos guitarrísticos con mucho feeling y melosos timbres de teclados. Tales rasgos se comprueban al escuchar temas como Toda la vida, La maldición, Tonight, Solo el amor y No me sirve.
Trabajo musical diseñado para cumplir una función específica entre cierta clase de audiencias, el álbum debut de Jessee Suárez tiene que ser visto como lo que es, o sea, una propuesta dentro de los códigos clásicos que internacionalmente han regido durante años el universo del pop. En dicho sentido, por lo menos para mí, el disco reúne los requisitos que se le exigen a este tipo de materiales. Si alguien va buscando en el CD otra cosa, se equivocó de camino.