Los que soñamos por la oreja
De existir un supuesto calendario musical cubano, decididamente agosto sería el mes de la cultura hip hop. Por estas fechas, en 1995 y organizado por el extinto Grupo 1 (con el auspicio de la Asociación Hermanos Saíz), se echó a andar el que antiguamente se conociera como Festival de Rap Alamar y que a partir de la edición de 2001 cambiara el nombre por el de Habana Hip Hop. Creo que una virtud del colectivo encabezado por Rodolfo Rensoli es que involucró a personas relacionadas en directo con la cultura del hip hop y, al estudiarlo, trató de mirarse desde adentro.
Lamentablemente, el festival de rap se perdió por diversas razones que sería largo explicar ahora. Aquel evento, por encima de las carencias que se le puedan señalar, brindaba la posibilidad de medir la temperatura social del fenómeno rapero dentro del panorama sociocultural cubano. En dicho sentido, los desaparecidos encuentros testimoniaban la cultura popular en sus dos modos específicos de expresión: como manifestación artística y como cultura de masas.
Siempre he manifestado que mi interés por el rap en específico y por el hip hop en general, no está dado solamente por la cuestión musical sino por las características de su discurso como reflejo de la sociedad que se ha ido conformando en Cuba desde la década de los 90. Junto a ello, además figura el hecho de que considero necesario estar al tanto del acontecer de las que gusto denominar estéticas al borde, porque al fin y al cabo son estas las que inyectan lo nuevo a la cultura y que en un momento dado se integra a la norma.
Algunos de los integrantes del proyecto La Fabri-K, responsable del simposio. No se trata de asumir el estudio del fenómeno del rap desde una perspectiva antropológica, con la visión desde el poder del otro. Pienso que hay que partir de discutir y reflexionar sobre los presupuestos con los que se mira el asunto. En el caso del hip hop en Cuba, el tipo de análisis por el que me pronuncio, creo que se logró con el Grupo 1 y, en fecha más reciente, con la celebración de las emisiones del Simposio de Hip Hop Cubano, convocado por el proyecto La Fabri-K, y que en la presente semana lleva adelante una nueva edición en pro de hallar los espacios que puedan propiciar, desarrollar y promover todas las expresiones «hip hoperas» en nuestro país.
El tipo de experiencia aportada por el Grupo 1 y por el Simposio funciona como una ventaja y, además, deviene una importantísima diferencia con manifestaciones como el folclor y lo campesino, que en nuestro país están tamizados y con mucha frecuencia hasta transculturados cuando van a los medios de comunicación. Como variante de reflexión organizada por los propios raperos, estos encuentros pudieran actuar como una manera de repensar problemas como el de la racialidad en el contexto del debate sobre la identidad nacional.
El Simposio de Hip Hop cubano, que se celebra por estos días en la Casa de Cultura de Plaza, sirve para que exponentes de la manifestación en sus distintas expresiones se encuentren, discutan y, sobre todo, se re-conozcan entre ellos. Es un espacio que muestra el amplio panorama del hip hop y permite evidenciar las contribuciones y carencias de lo que en determinado momento parecía ser un movimiento consolidado y que después, al influjo de ciertos acontecimientos, se comprobó que no.
Así, tras un instante de crisis, en que importantes raperos se pasaron a las filas del más lucrativo reguetón o marcharon a radicarse en otras tierras, han surgido otras figuras con el interés de mantener vivo el espíritu polémico del rap facturado en nuestro país y que ha hecho que esta no sea una manifestación artística limitada a propósitos estéticos, sino que también ha tenido miras sociales, razón que ha tornado compleja su ubicación en el entramado institucional de la cultura cubana.
Entre los nombres que se han sumado al destacamento de vanguardia integrado por gentes como Anónimo Consejo, Doble Filo, Obsesión y Hermanazos, yo mencionaría los de D’safío, Yimi Kon Clase, Rompiendo Barreras, El Nihilista y, en particular, el de Los Aldeanos, proyectos que deben ser apoyados por representar la quintaesencia del auténtico hip hop, una cultura ya insertada, creadora y conscientemente, en el proceso sociocultural cubano.