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La economía estadounidense perdió otros 54 000 puestos de trabajo en agosto, y eso que supuestamente están recomponiendo la crisis que dobló las rodillas de grandes bancos y consorcios financieros. Pero estos tuvieron casi de inmediato la ayuda del Estado y las aguas volvieron a su nivel para los poderosos. Sin embargo…
Ya le llaman la Gran Depresión del Empleo, y va de mal en peor. En la pasada semana el número de personas que solicitaron beneficios de desempleo se elevó a medio millón, y el Departamento del Trabajo admite que se necesitarían crear 125 000 nuevos cargos laborales cada mes para darle respuesta a la población que crece y debiera engrosar las filas de la fuerza de trabajo.
Una cifra definitiva: en estos momentos hay 22 millones de estadounidenses desempleados y si se les añade aquellos que solo tienen trabajo a tiempo parcial y buscan un empleo de horario completo, ese número llega a los 25 millones, aunque algunos lo llevan a 30 millones. El Departamento del Trabajo prefiere darlo en por cientos, pero el reconocido también es elevado: 9,6 por ciento de desempleo y 16,7 cuando se cuentan todos los que están recibiendo mucho menos por su tarea.
Hay una noria aplicada a esta circunstancia económica: las familias no pueden pagar sus cuentas, reducen sus gastos, no pueden mantener sus tarjetas de crédito, se reducen las compras de autos y de casas, también las ventas al detalle y como resultado… muchos negocios no pueden vender su producción, reducen sus nóminas y son más hombres y mujeres sin trabajo, y vuelve la rueda a girar. ¿Se quebró la economía de supuesta prosperidad que hacía soñar a muchos con vivir en el imperio?
Así van las cosas en un año electoral y noviembre está lleno de interrogantes para los demócratas de Obama, que pueden perder su mayoría actual en ambas cámaras del Congreso. Aunque este es otro tema —relacionado, por supuesto— pero puede ser tratado aparte.
Ahora se trata de la desesperación de los trabajadores y de la evidente falla del régimen capitalista, incapaz de solucionar la urgencia de millones en una sociedad que les enseñó a consumir sin medida, y que tiene que darle respuesta a las necesidades reales.
Mientras tanto, la brecha entre los superricos y el resto, se profundiza. En un trabajo publicado en Huffington Post se decía que en 1970, los cien presidentes de los más ricos consorcios a los que nadie controla ganaban 45 dólares por cada dólar de un trabajador promedio, y en el año 2008 ya era 1 081 dólares por cada uno de los engañados.
Una advertencia de la historia podría hacerles bien: la pirámide de la desigualdad conduce inevitablemente a la inestabilidad, ¿y esta?...