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Llegan casi silenciosamente, espían o descargan la muerte. Es la nueva escalada de la guerra aérea sobre Afganistán, donde los vuelos de observación se han triplicado en los ocho meses transcurridos de este 2010 y también los bombardeos desde los aviones de más avanzada tecnología, los sin piloto, para proteger la vida de los estadounidenses.
En el año 2007, Estados Unidos tenía una docena de esas naves en el escenario bélico, y hoy en día suman más de 40 los Reaper drones, un jet ejecutivo transformado en avión espía o parafernalia para abastecer a las tropas en tierra durante ofensivas contra los talibanes.
Se dice que el defenestrado general Stanley McChrystal impuso órdenes estrictas sobre los bombardeos que redujeron los ataques aéreos a la mitad, pero ya se sabe que este fue relevado por el general David Petraeus y, entre junio y julio de este año, la Fuerza Aérea realizó 5 500 misiones y en 900 de esos vuelos, sencillamente dispararon sus cañones o dejaron caer bombas, un aumento notable de más de mil operaciones para las fuerzas que tienen base en Bagram, con el Ala Expedicionaria Aérea 455.
Algunos analistas aseguran que si Estados Unidos y sus aliados de la OTAN quieren perder esta guerra mucho más rápidamente, solo tienen que alienar al pueblo, y ninguna forma mejor que estos bombardeos, porque a pesar de tanto espionaje las víctimas son en su mayoría población civil —y no precisamente combatientes del talibán—, y desde hace rato hay acusaciones fuertes de que los militares estadounidenses utilizan cualquier tipo de armas, incluidos proyectiles incendiarios de fósforo blanco.
Hasta el presidente impuesto en Afganistán por la ocupación, Hamid Karzai, ha pedido en reiteradas ocasiones que cesen los golpes aéreos que siegan tantas vidas de civiles, pero esa es una solicitud que ha caído en oídos sordos, aun cuando el argumento es tan razonable: ¿Cómo usted puede esperar que el pueblo que está perdiendo a sus niños permanezca amistoso?
Y ahí está la respuesta, redoblada también a diario. Desde el viernes pasado, bombas camineras de los combatientes afganos en el este y el sur del país centroasiático mataron a 21 soldados estadounidenses en tan solo 48 horas, y las estadísticas reconocen 484 bajas mortales de la coalición otaniana en lo que va de año. De seguirse ese ritmo, sobrepasará en mucho las 521 muertes del año 2009. Los combates «se hacen más duros en lugar de más fáciles», advertía el general Petraeus.
Ahora bien, en la lectura diaria de cuanto sucede en este loco mundo, nos llamó la atención una información publicada en el sitio web de la revista Wired. Estados Unidos va a utilizar Predator drones en la frontera con México para patrullar y vigilar el muro del oprobio que ha edificado y amplía constantemente para cerrarle el paso a los inmigrantes sin documentación.
Janet Napolitano, secretaria del Departamento de Seguridad de la Patria —ese engendro de la era bushiana sigue intacto—, anunció que los aviones sin pilotos manufacturados por la General Atomics Aeronautical Systems Inc, estarán emplazados este primer día de septiembre en Corpus Christi, Texas, como parte de la legislación ya firmada por Obama el 13 de agosto, proveyendo 600 millones de dólares para reforzar la frontera.
Esperemos que este inicio de la actividad de espionaje no se transforme algún día en la fase que hoy prevalece en Afganistán y tampoco aumenten las «víctimas colaterales», que entonces no se llamarían Omar o Muhammad, sino Pedro o Juan.