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MUSHTARAK se llama la operación ofensiva que las fuerzas de Estados Unidos, la OTAN (casi todos británicos) y el ejército afgano a hechura de los ocupantes, llevan a cabo en el país centroasiático, dicen que contra el enemigo talibán.
En lengua dari, mushtarak quiere decir «juntos», pero esa juntera, bastarda por naturaleza, que desencadenan 15 000 efectivos de la OTAN —la columna vertebral son los marines yanquis— y de los otros en la región de Marjah, de la provincia de Helmand, controlada por rebeldes islamistas y productores de opio, según afirman las agencias de prensa occidentales, tiene para los analistas un fin más allá de lo militar: el de la propaganda.
Por eso, una guerra de prácticamente nueve años que fue casi cayendo en el olvido, resultó resucitada por obra y gracia del nobilísimo Barack Obama y va acompañada ahora de otra ofensiva, la mediática, para que todo el mundo pueda ver y escuchar los «avances» en el campo de batalla y la «exitosa» estrategia de enviar 40 000 soldados yanquis suplementarios, y dar un total de 150 000 tropas foráneas pisoteando Afganistán.
AFP citaba a Ahmad Behzad, un legislador afgano sobre el tema: «El valor de esta operación es más político que militar. Su objetivo es la opinión pública de aquellos países que han contribuido a forjar la coalición de la OTAN en Afganistán» y «mostrar al público occidental que no se está perdiendo la guerra».
Pero una cosa es pensar la guerra y otra hacerla. La ofensiva, que apenas está en su primera semana, fue descrita así por el general Besmilá, jefe de Estado Mayor del ejército afgano: «Avanzamos lentamente, pues la zona está plagada de minas».
Y nada de artefactos de sofisticada manufactura: simples bombas de fabricación casera para causar bajas a un enemigo numérica y tecnológicamente muy superior.
Por cierto, se dice que la historia de las minas terrestres comenzó en la guerra civil estadounidense, las emplearon en la Primera Guerra Mundial y que también EE.UU. fue pionero en el desarrollo de la tecnología de minas antitanques y antipersonales, utilizándolas ampliamente en la guerra de Vietnam. Por supuesto, no son los únicos en emplearlas, y ese tipo de armamento ha proliferado en todos los conflictos armados; así que no es nada extraño que los afganos en beligerancia, talibanes o lo que sean, las utilicen en su versión más sencilla, pero no menos letal, para ocasionar el mayor número de bajas a las fuerzas invasoras, y Marjah es el teatro militar actual, donde las acompañan con las emboscadas de los francotiradores, según atestiguan los jefes militares de la Operación Mushtarak.
Están entonces por verse los resultados de los objetivos militares y propagandísticos de la juntera, pero no cabe dudas de que el no confesado de causar muertes y más muertes, sí lo están logrando.
La OTAN acaba de asumir la responsabilidad por las de 12 civiles afganos en un bombardeo sobre un blanco erróneo cerca de Marjah; otros tres civiles murieron en incidentes separados en la provincia de Helmand —dicen las agencias—, cuando fueron confundidos con insurgentes por una patrulla, y en otro incidente «sin relación con Mushtarak» también lanzaron sus bombas y provocaron cinco bajas civiles más.
En apenas cuatro días de ofensiva, 20 civiles muertos. Pero no hay problema, el vocero militar, coronel Steven Baker, declaró a la prensa: «Lamentamos estas muertes y ofrecemos nuestras condolencias a las familias implicadas. Trabajaremos con nuestros aliados afganos para impedir que ocurran sucesos tan trágicos».
¿Saben cuántos talibanes estiman que hay en la zona de Marjah?: Unos mil combatientes, y todavía no ha habido un parte oficial del mando estadounidense-otaniano de los 15 000 hombres, que informe de un solo insurgente muerto...
¿Para qué Estados Unidos hace esta guerra?