Inter-nos
Green violó y mató. Igual que su gobierno. Uno de cada diez soldados en la llamada guerra contra el terror de Bush ha sido evacuado hacia el mayor hospital del ejército de Estados Unidos en Europa por problemas mentales; y ocho de cada diez tratados en el Centro Médico Regional Landstuhl han tenido problemas «psiquiátricos o de salud conductual», según reconoce la comandante de ese hospital, la coronela Rhonda Cornum. Por Landstuhl han pasado al menos 11 754 efectivos estadounidenses, la mayoría procedentes de Iraq y no son los únicos uniformados heridos o evacuados de los campos de batalla.
El Army (ejército) estadounidense ha estimado que uno de cada seis de sus efectivos en Iraq sufren del desorden de stress post-traumático y que pocos han sido atendidos adecuadamente en su emplazamiento y tampoco se les ha permitido regresar a sus casas. Lo dijo un estudio de mayo de 2006 de la Government Accountability Office.
Traemos el tema a colación porque en estos días se ha estado llevando a cabo en Fort Campbell, Kentucky, el proceso criminal a un grupo de soldados que el 12 de marzo de 2006 entraron en una casa del poblado de Mahmoudiya, a unos 40 kilómetros de Bagdad, y allí mataron a tiros al padre, a la madre y a dos de sus jóvenes hijas, una de las cuales, Abeer Qassim al-Janabi, de 14 años, fue además violada.
En la criminal acción, estuvo especialmente involucrado Steven D. Green, quien tres meses antes de ese ataque bestial fue diagnosticado y atendido por «obsesiones homicidas», cuando buscó ayuda del Army Combat Stress Team en Iraq el 21 de diciembre de 2005. Green dijo entonces que buscaba desesperadamente vengar la muerte de sus camaradas de armas en la guerra, así que le suministraron pequeñas dosis de Seroquel, una droga destinada a regular el comportamiento, para que pudiera dormir un poco; pero al día siguiente estaba nuevamente de servicio en las calles iraquíes, a pesar de que un mes después le repetía al comandante de su batallón que odiaba a todos los iraquíes.
Nadie movió un dedo y la carnicería tuvo lugar. Bajo el estímulo de Steven Green otros cuatro soldados participaron en la masacre y la violación.
La práctica del Pentágono de mantener a personas con problemas mentales o emocionales en el escenario bélico ha recibido más de una crítica, pero en la guerra que pronto cumplirá cuatro años de iniciada nada los detiene. Dice AP que intentó obtener una explicación del mando de la 101 División Aerotransportada, la unidad mayor del soldado Green, pero le dijeron que era inapropiado discutir un caso en proceso, y en el Pentágono no respondieron las llamadas telefónicas de la agencia. Lo cierto es que las fuerzas armadas de EE.UU. ni siquiera examinan la salud mental de sus tropas antes de enviarlas a la guerra. El mismo Green estuvo bajo medicamentación de metilfenidato durante sus estudios de high school por un hiperactivo desorden de déficit de atención, que lo descalificaba para ser reclutado.
A solo ocho días de que asesinara a la familia de la menor Abeer Qassim al-Janabi y la violara, se le diagnosticó desorden de personalidad antisocial, lo declararon no apto para el servicio y una semana después lo licenciaron y enviaron de regreso a Estados Unidos. Como no había salido a la luz la criminal masacre, la psiquiatra que lo atendió dijo que Green no indicaba conductas peligrosamente erráticas u homicidas.
Las heridas invisibles siguen profundizándose en Iraq y Afganistán, los daños están en el cerebro de los soldados y ello provocará, no muy a la larga, otras muertes y otras heridas en la misma sociedad norteamericana...