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Robert Gates listo a cumplir la encomienda de Bush. Foto: Reuters Viene de un pasado de trabajos sucios. Esa es su experiencia al frente de la CIA y, mucho antes, desde su especialización en asuntos de seguridad nacional. Bush, el hijo, se buscó nuevamente un hombre de la era Reagan y de la total confianza de Bush, el padre, lo que puede ser una rémora más para su administración, cundida ya de indeseables.
Probablemente, por esa condición de hombre del clan que puede asegurar una continuidad guerrerista, George W. se apresuró a nominarlo en lugar del defenestrado Donald Rumsfeld y, más rápido todavía, llevó su propuesta a un Capitolio que da sus últimos estertores bajo dominio republicano, previendo que, con el control demócrata, no camine ni un paso y Robert Gates jamás llegue a ser jefe del Departamento de Defensa, o secretario de guerra, que a eso lo tienen destinado: a continuar la ocupación y las acciones bélicas en Iraq, en Afganistán y analizar otros posibles escenarios de confrontación militar...
Las preguntas pueden ser muchas, desde su papel en la conexión de la CIA con el escándalo Irán-Contra, hasta cómo armaron secretamente a Saddam Hussein. Una mirada al currículo personal de Robert Gates permite recordar que en 1987 el presidente Ronald Reagan lo nominó como director de la CIA pero tuvo finalmente que retirarlo porque el Senado de entonces se opuso, y solo fue confirmado cuatro años más tarde, en 1991, cuando el regreso vino de la mano de George H. W. Bush para que lo acompañara en la Primera Guerra del Golfo.
En su momento, Mel Goodman, un ex alto analista de la CIA, acusó a Gates de ciertas impropiedades, entre ellas imponer juicios de inteligencia a pesar de no tener el consenso del Directorio de Inteligencia y sesgar información o suprimirla para lograr los propósitos políticos de sus jefes. Un ejemplo de ello fue la propalación en los años 80 de que la Unión Soviética organizaba el «terrorismo» internacional.
En la breve aparición en la que el W. despedía a su compinche Donald Rumsfeld, y anunciaba el nombramiento de Gates, el nominado hizo su declaración de principios: «Estados Unidos está en guerra en Iraq y Afganistán. Nosotros estamos luchando contra el terrorismo a nivel mundial, y enfrentamos otros serios retos a la paz y a nuestra seguridad. Yo creo que el resultado de estos conflictos modelará nuestro mundo en las décadas por venir. Debido a que nuestro interés estratégico a largo plazo y nuestra seguridad nacional y de la patria están en riesgo, debido a que tantos hijos e hijas de América (Estados Unidos) en nuestras fuerzas armadas están en caminos peligrosos, yo no dudé cuando el Presidente me pidió regresar al deber». ¡Que magnanimidad en asuntos bélicos!
A su vez, Bush hizo la apología: «Bob es uno de los más consumados servidores públicos de la nación. Él se unió a la CIA en 1966 y tiene una experiencia de casi 27 años en Seguridad Nacional, sirviendo a seis presidentes de ambos partidos políticos. Pasó cerca de nueve años sirviendo en el personal del Consejo de Seguridad Nacional. Y en la CIA, él ascendió desde el nivel de empleado hasta convertirse en el director de la Agencia Central de Inteligencia. Y su experiencia lo ha preparado bien para esta nueva encomienda».
No nos cabe duda alguna, con tal jugador de grandes ligas en el negocio del espionaje y de las mentiras. Y esta, es una cualidad bien valorada por los bushianos. Es el candidato perfecto...