Acuse de recibo
Desde la comunidad rural La Comuna, en el municipio pinareño de San Juan y Martínez, Dayán Meléndez Acosta presenta credenciales como un heredero de la tradición tabacalera, desde sus abuelos, pasando por sus padres y ahora junto a su hermano.
Y lo hace, porque sabe la importancia que tiene la producción tabacalera para nuestra economía. Por eso, no entiende que la cooperativa Conrado Benítez, a la cual está asociado, no le haya liquidado a sus miembros el dinero de la venta de sus cosechas hace más de cinco meses.
«Es doloroso ver como la mayoría depende de ese dinero para sus gastos y el pago de sus impuestos, y aún no se avizora cuándo se realizará el mismo, señala. Así, la totalidad de los campesinos estamos en la roturación de tierras y preparación para la siembra en la nueva campaña 2018-2019, y aún no hemos cobrado la campaña anterior».
Dayán reconoce que la cooperativa ahora tiene una nueva dirección que trabaja, y que a mediados de año fue objeto de una auditoría de la Policía Económica, por viejos problemas heredados. «Pero aún así eso no es motivo para que quienes labran la tierra no reciban sus ingresos», enfatiza.
El cosechero no entiende por qué las organizaciones del territorio como la Empresa Tabacalera, la Delegación de la Agricultura y la ANAP no hayan hecho lo posible porque tal asunto se resuelva. «Hoy, cuando la atención a los campesinos es priorizada a nivel del país, ¿por qué suceden estas cosas?», cuestiona Dayán.
El 23 de noviembre pasado Osleisy Cardoso Martín salió llorando de rabia e impotencia de la casa de compras de Recuperación de Materias Primas en Fomento, Sancti Spíritus, cuando fue maltratado por reclamar sus derechos.
Todo comenzó cuando llegó con un cargamento de 418 kilogramos de cartón acopiado por él, para ser vendido allí. Las cuatro pesadas en la balanza arrojaron sucesivamente 107, 93,5, 104.5 y 113 kilogramos. Y al acercarse a la mesa del encargado del almacén, para su sorpresa, el mismo ya tenía hecho un comprobante de pago con 410 kilogramos. Y le dijo a una muchacha que estaba a su lado que le pagara a Osleisy por esa cantidad.
Este, muy respetuosamente le aclaró que debía haber un error, pues eran 418 kilogramos pasados por balanza y no 410 como él había escrito en el comprobante. En consecuencia, el pago debía ser también mayor.
«Por tan solo reclamar ese derecho, dice, aquel hombre se puso como una fiera a la que alguien intenta arrebatar parte de su territorio. Me tiró encima del buró el carné de identidad, me dijo que mi cartón no tenía calidad alguna porque estaba lleno de precintas, algo incierto, pues mi padre y yo lo limpiamos siempre con esmero.
«Me dijo más: que ese cartón no era mío y no me había costado nada, que ya debía estar satisfecho con lo que se me pagaba por 410 kg. Sacó de su billetera un billete y lo tiró encima del buró, diciendo: ahí tienes la diferencia de los kilogramos que faltan. Y por último me lanzó el desagravio mayor: a este lugar no puedes volver con más cartón porque no te lo voy a recibir»
Osleysy, hombre pacífico y acostumbrado a no discutir, dio la espalda y se fue con el pago por 410 kilogramos.
«Por supuesto, afirma, no cogí el billete que lanzó, pues había salido de su billetera. En el camino a casa meditaba, y lloré de impotencia, porque mis derechos eran vilipendiados. Porque en estos meses, que se habla tanto de derechos y deberes del consumidor los míos fueron vulnerados. Porque era yo quien debía sentirse ofendido y agredido. Y partí de allí sin ni siquiera un comprobante por aquella gestión de venta que hice de 418 kg de cartón.
«A estas casas de compras de materias primas van muchas personas de escasos recursos y bajo nivel intelectual. ¿A cuántas más habrá engañado este señor? A cuantos más habrá lanzado el ultimátum de no recibirles más la mercancía si intentan reclamarle lo que por derecho propio le pertenece?
«Ayer lloré, y mucho. Hoy no me conformo y escribo a Acuse de recibo», concluye Osleisy, quien reside en Juan Bruno Zayas no. 1-I, entre Guáimaro y José del Carmen Hernández, Fomento, Sancti Spíritus.