Acuse de recibo
Para nadie es un secreto que sufrimos una seria escasez de medicamentos, incluso de los controlados por el llamado tarjetón, que no pueden faltarle a los pacientes, so pena de que agrave su salud. Y llueven las cartas sobre el asunto a esta sección.
Yosmary Vicente García (calle 2 A, no. 501, entre 5 y 11, San Antonio de Río Blanco, Jaruco, Mayabeque) cuenta que su hijo padece de autismo y epilepsia. Y el tratamiento consta de varios medicamentos, entre ellos la risperidona y el valproato de magnesio, del cual toma cuatro tabletas al día. Hace más de dos meses que este último no entra a la farmacia correspondiente, y más de seis meses que se recibe irregularmente. Ella desespera de que su hijo convulsione.
Raisa López León (calle Ayuntamiento 209, apto. 3, entre Lombillo y San Pedro, Plaza, La Habana) es diabética y tiene indicadas tres tabletas diarias de metformina y dos de glimepiridina. No se queja del trato en la farmacia de Ermita esquina a San Pedro, si no de que esos medicamentos no los puede adquirir.
Algo similar con la metformina le sucede a Lilian Reyes Céspedes (calle 200 no. 28902, apto. 19, entre 289 y 291, Reparto Consuelo, Boyeros, La Habana): No la puede adquirir porque cuando llega, no alcanza para todos los consumidores.
Carlos Cuenca Perlayo (avenida 47 no. 1417, entre 14 y 18, Playa, La Habana) padece de miastenia, enfermedad autoinmune caracterizada por debilidad y fragilidad de la musculatura esquelética, que se agudiza con las altas temperaturas, y puede conducir a un paro respiratorio.
No le pueden faltar la prednisona y la piridostigmina. Y esta última está en falta hace varios meses: «He acudido sistemáticamente a la farmacia de La Verbena, donde tengo registrado el tarjetón, y la de 31 y 44 (Crucero de Playa). Y la respuesta siempre es la misma: No hay el medicamento», afirma. Desde febrero hasta junio de este año debió recibir 20 cajas de comprimidos, y solo ha podido adquirir seis.
Bismarck Martín Piñero (calle D no. 45, Guatemala, Mayarí, provincia de Holguín) está seriamente preocupado por la falta en ese municipio de medicamentos esenciales en el tratamiento de la hipertensión arterial, diabetes, cardiopatías y para pacientes siquiátricos y epilépticos. Y José Hernández Carreras (Prolongación de Colón, edificio 2 B, apto. 5, reparto Cardoso, Santa Clara) quiere saber por qué diuréticos como la hidroclorotiazida faltan hace meses.
También Joana Lima González (Acosta 318, entre Cortina y Figueroa, Diez de Octubre, La Habana) pregunta por algo que para la mujer es tan urgente como un medicamento: las almohadillas sanitarias o íntimas: desde finales de mayo no entran a las farmacias de ese municipio. Le dicen que la fábrica Mathisa no está produciendo. Pero una compañera suya llamó a esa entidad y le respondieron que sí están fabricándolas. ¿Dónde están?, ¿cuál es la verdad?, pregunta ella.
Esta es solo una selección de las cartas que llegan a nuestra sección, transidas de dudas, resquemores, ansiedades y preocupación, en torno a un tema sumamente delicado. En su gran mayoría, las misivas reconocen los problemas de liquidez y dificultades económicas del país, pero solicitan una información transparente y fundamentada del Ministerio de Salud Pública, con la credibilidad que siempre ha caracterizado a esa institución.
Ante situaciones como esta, que no dejan de presentarse cíclicamente, es esencial ese «medicamento» saneador que es la información, la cual delimite hasta dónde hay condicionantes objetivas y hasta dónde subjetivas. Es el tratamiento más eficaz para evitar las «pandemias» del rumor, la especulación, y hasta de la maledicencia.
Porque muchas de esas personas que nos escriben, se preguntan por qué en la calle hay un floreciente mercado negro de lo que no se encuentra tras los mostradores de las farmacias. Y al final, la terapéutica más eficaz en tal sentido es que, en medio de tantas dificultades, no falte el medicamento. ¿Será posible?