Acuse de recibo
Carlos Ariel Pérez García (Juana María Conde 21, entre Guáimaro y Félix León, Fomento, Sancti Spíritus) escribe muy dolido porque no encuentra en su localidad respaldo para el problema que presenta su hijo de cinco meses.
Refiere que el bebé padece de hipotiroidismo congénito, detectado desde la primera semana posterior a su nacimiento. Debido a lo poco frecuente de esa enfermedad, precisan asistir a consultas médicas especializadas de Endocrinología y Psicología, así como a la de Neurodesarrollo, en la ciudad de Sancti Spíritus, para darle seguimiento a su patología, como mínimo, hasta que cumpla un año de vida. Un caso verdaderamente excepcional.
Precisa el padre que en Fomento se le niega el respaldo para trasladar a su hijo a la cabecera provincial para las consultas. Solo un mes, a solicitud de la doctora médico de la familia, se facilitó una ambulancia para trasladarlos, y se les advirtió por la directora municipal de Salud que sería esa única vez.
«Esa negativa nos obliga a gastar elevados recursos, alquilando autos particulares, para que nuestro hijo pueda asistir a consulta, señala Carlos Ariel, precisamente en un país donde, como cualquier cubano conoce, los traslados intermunicipales en boteros son sumamente caros para una familia común».
Y la negativa obedece, según les manifestaron la directora municipal de Salud y otros funcionarios, a la falta de combustible. «Nosotros les ofrecimos garantizar el combustible, afirma, y ellos no accedieron, dando como respuesta que eso no se podía hacer».
Carlos Ariel ruega que se busque una solución, porque esa enfermedad, si no es atendida de manera adecuada, podría provocar graves daños o secuelas para la salud del pequeño, incluso un retardo mental severo.
Aún cuando el problema del combustible sea sumamente restrictivo, no puede constituir un obstáculo cuando se trata de la salud y el normal desarrollo de un niño. ¿Dónde está la solidaridad en Fomento? El Gobierno local debería intervenir, y con su autoridad buscar una solución. Pero lo inaceptable es la negativa ciega y sorda ante un lance de tal envergadura.
Hay obstáculos que nos hacen la vida mucho más difícil, confiesa en su carta Yoralis Blanco Vega (calle 10 nro. 425, apto. 109, entre 17 y 19, Vedado, La Habana), una madre cuyo niño es limitado físico-motor, tiene incontinencia urinaria y camina muy poco, por lo cual debe trasladarlo generalmente en coche.
El 25 de enero, cuenta, fue a la tienda Panamericana de 26 y 17, en Plaza, a comprar culeros desechables. Y llevó al niño con ella en el coche, como siempre. Cuando fue a entrar en la unidad comercial, la persona que estaba en un improvisado guardabolsos le dijo que no podía entrar con el pequeño en el coche.
Yoralis preguntó en qué sitio estaba visible la normativa, y al amparo de qué resolución se impone la prohibición, teniendo en cuenta las limitaciones de su hijo. Y la empleada le respondió que era una normativa interna de la tienda, adoptada a partir de un supuesto hurto realizado utilizando un coche con niño.
La madre no quedó satisfecha y solicitó al gerente de la tienda o al jefe del piso, y le dijeron que no había nadie de ellos que pudiera explicarle al detalle. Por suerte, iba acompañada de una tía, que se quedó con el coche y el niño para que ella, al fin, pudiera comprar los dichosos culeros.
Pero al final, Yoralis sufrió la humillación y el maltrato de una medida que, de alguna manera, supone un ladrón en cada cliente. ¿No hay otra manera de vigilar por los recursos de la tienda menos lesiva? ¿Por qué una persona honesta debe sufrir esa afrenta? ¿Desapareció la delicadeza y el respeto hacia una madre con su hijo discapacitado?
Los que sufren por sus hijos, como es el caso de estas dos historias, debían tener siempre toda la consideración y el apoyo dondequiera que fueran. No hay recurso o razón económica, por lógica que pueda ser, que vaya contra la solidaridad y el sentimiento.