Acuse de recibo
Todo se dispuso para pasar un agradable día en familia. Por eso, Talía Rodríguez Blanco y sus padres (Calle 68, No. 1904, entre 19 y 21, Playa) se dirigieron al área del Mégano, en Santa María del Mar. Al llegar, cuenta la capitalina, se ubicaron bajo una de las sombrillas de guano que existen en la zona para protegerse del sol. Pero al rato de estar allí, el día comenzó a enrarecerse...
«Se personaron dos jóvenes, presumiblemente los encargados de medios de recreación de esa área, y nos comunicaron que debíamos abandonar la sombrilla porque unas personas habían solicitado alquilar una cama plástica (las llamadas “tumbonas”) y que, aunque dichas sombrillas, según nos aseguraron ellos mismos, no se alquilan, es decir, que son para el libre disfrute de todo el que acuda al área (a diferencia de las de tela, por cuyo uso, nos explicaron, sí hay que pagar), si algún cliente solicita alquilar una tumbona, hay que ubicársela en una sombrilla de guano; y si no hay ninguna disponible, las personas que estén usándolas sin haber alquilado una cama deben abandonarla», narra la habanera.
Los miembros de la familia, que no entendieron la decisión, preguntaron dónde estaba escrita esa norma, y pidieron por favor que les mostrasen el documento. La cuestión, observaron, se reducía entonces a la posibilidad de tener o no los dos CUC (50 pesos) para alquilar una tumbona o renunciar a protegerse del sol. Y eso no les pareció justo.
«Los compañeros nos dijeron que era algo establecido por el área náutica (perteneciente a la marina Marlin), que eso estaba explicado en el cartel colocado a la entrada del área (que presumiblemente es el único documento “legal” que ampara esta medida…), y que si no abandonábamos el área podían incluso hacer intervenir a los agentes del orden, alegando frases tales como: “por eso no se puede ser buenos con las personas”, “yo no debí haberlos dejado sentarse desde que llegaron”, “los cubanos siempre están en lo mismo”, etc.».
Aún sin comprender, Talía y sus papás solicitaron hablar con el Jefe del área. Este acudió y se identificó oralmente como Tomás Castellanos —evoca la remitente— y se dispuso a explicarles a los inconformes.
«Nos argumentó que esas sombrillas las habían construido “ellos” (pienso que se refería a la administración de dicha área) para poder alquilar las tumbonas y así recaudar, pues nadie iba a alquilar una tumbona para estar al sol, que eso no estaba escrito en ninguna parte, pero que era así», apunta la lectora.
En este punto ya los encargados habían llamado incluso a un responsable de seguridad, que también refirió que las cosas eran de tal manera, como decían los compañeros.
«Finalmente, decidimos abandonar el lugar, no sin antes manifestarles que no estábamos satisfechos», rememora la capitalina.
¿Acaso ya no son bastante inaccesibles por sus altos precios ciertos servicios que se ofertan en áreas recreativas como para que también una simple sombrilla de guano en nuestras playas esté condicionada al poder del bolsillo? ¿Estaban obrando los responsables del incidente según normativas establecidas en legalidad o por iniciativa propia? Las entidades implicadas tienen la palabra.
La licenciada Yanelys Batista Santana (calle 74, No. 5751A, e/ 57 y 59, San Antonio de los Baños) lleva más de un año con esa condición, sin el documento legal que la ampara y enorgullece.
«El día 8 de mayo de 2015, en una reunión efectuada en la Universidad de Artemisa, tuve que presentarme con el carné de identidad para corregir el nombre en la computadora, supuestamente para la confección del título. (…). El 5 de julio de 2015 realicé la prueba estatal, donde mi nombre en el acta aparecía con errores, (…) pues me llamo Yanelys y en dicho documento lo escribieron Yanelis. Me dijeron que eso fue de corre corre, que no me preocupara, que para el título estaría bien; y cuál fue mi peor sorpresa: que en una muy bonita graduación celebrada el 9 de julio de 2015, mi título contenía el mismo error», relata la joven.
Desde entonces, la artemiseña se ha desgastado en gestiones, llamadas, peloteos. Hace casi un año, y el sagrado pergamino, colofón de tantos estudios, aún no está en sus manos. ¿Por qué?