Acuse de recibo
Para hacer una antología de la indolencia, con miles de páginas, alcanzaría sin mucho esfuerzo el rosario de historias publicadas en este espacio sobre pequeños problemas que, rodando y rodando, se hicieron bolas inmensas, arrollaron a alguien en su camino y, finalmente, se atajaron a raíz de su debate público en la prensa. Como si no fuésemos capaces de aprender de errores a los que conduce la sistemática falta de previsión.
Pienso en ello cuando leo la misiva que a nombre de su comunidad envía Yadira Perdomo Prada (Edif. No. 1, apto. 14, CAI José María Pérez, Camajuaní, Villa Clara). Comienza Yadira refiriéndose al estado de los viales en el batey, el que comenzó arrastrando agujeros diminutos y ya hoy existen calles cuyos huecos van de un lado a otro; de tal forma que los carros deben a veces hasta tomar parte de la acera para poder circular. Y como es lógico, estas «piscinas» en plena vía permanecen, riesgosamente, con agua estancada.
«Es vergonzoso», afirma la lectora, ver cómo ante visitas importantes realizadas al CAI José María Pérez, «solo se les conduce por la única calle con medianas condiciones del batey, la que además llega de manera más inmediata a las oficinas administrativas del central. Como tapando la realidad que se oculta detrás de esa aparente normalidad», relata Yadira.
Pero este asunto aún es menor comparado con otros que preocupan y ocupan a los residentes del sitio. Específicamente se refiere la lectora al «problema de salubridad generado por el derrame de aguas albañales en uno de los dos edificios del batey, producto de la rotura de una tubería».
Este vertimiento tiene como desagüe los huecos de las calles y otros turbios riachuelos alrededor de varias viviendas. De ahí se dispersa en ruedas de carros, zapatos, salpicaduras. Y a correr el peligro.
«La situación —apunta la camajuanense— fue reportada hace cuatro meses y sin embargo fue visitada hace solo diez días por las autoridades (...), quienes solo supieron decirnos que el vehículo que puede solucionar el problema es uno para toda la provincia y que ahora apoyaba en Caibarién, por la situación epidemiológica que existía en ese territorio».
Precisamente el panorama preocupante de Caibarién y Placetas, zonas aledañas, donde —según noticias de la prensa local—, la situación higiénico-sanitaria ha enfrentado problemas, es lo que más compulsa a los habitantes del batey. No entienden que haya que esperar a males mayores para tomar cartas en el asunto.
«Somos testigos de la preocupación de nuestras autoridades comunitarias (dígase presidente del CDR, delegado de circunscripción) que todo este tiempo han sido portadores de nuestras inquietudes. Pero de nada vale sentirnos escuchados, si ante ellos otros hacen oídos sordos», se duele Yadira.
Y ya que hablamos de agujeros y falta de previsión, resulta oportuno traer a colación la carta del capitalino Boris González Arenas (calle Emilio Núñez No. 229, e/ 20 de Mayo y Enrique Villuendas, Cerro, La Habana).
Se refiere Boris a «un problema que lleva muchos años y que significa un serio obstáculo para los peatones que bordeamos asiduamente la Biblioteca Nacional por la parte que queda frente al Ministerio de Economía. Esta acera (la de la biblioteca) tiene unos huecos enormes, que creo pertenecen al soterrado de las luces de la calle, pues están adjuntos a unos enormes postes metálicos que hay allí.
«Por períodos les han puesto planchas metálicas sobre las que nunca me apoyo y les tengo prohibido hacerlo a mis hijos, pues siempre da la impresión de que uno puede irse abajo con plancha y todo».
Ciertamente los huecos de esa acera, cercanos a nuestra redacción, podrían reclamar el calificativo de prehistóricos y, como bien apunta el remitente, caer en ellos —más si se trata de niños o ancianos y en horas de poca visibilidad— resultaría fatal.
¿No se podrán sellar con un cierre seguro? ¿A qué se espera?