Acuse de recibo
Debían pasar una rotunda vergüenza pública, y ser afectados en sus bolsillos mediante descuentos a sus salarios, los responsables de que un colectivo de trabajadores presente irregularidades en la fecha de cobro de sus respectivos salarios. Lo enfatizo porque se ha resquebrajado en algunos centros algo que fue sagrado e inviolable siempre.
José Ángel Pérez (Avenida 26 de Julio y Final, s/n, Reparto Abel Santamaría, Boyeros, Ciudad de La Habana) escribe una carta de denuncia apoyada con las firmas de trabajadores que, como él, integran el área de campaña contra vectores del Policlínico del Wajay, en la capital.
La misiva, fechada el 16 de marzo pasado, refiere que a esos trabajadores ese día aún no se les había pagado sus salarios, cuando la fecha de cobro fija es el 10 de cada mes.
«No se nos ha dado una explicación —dice— ni una respuesta a nuestras inquietudes y preocupaciones que nos convenza. La dirección de nuestro policlínico no nos ha dado el frente; tampoco Vectores. Nos han engañado de muchas formas, y nadie paga por esta violación, que se ha repetido en varias ocasiones».
Señala la carta que a esos trabajadores se les exigen muchos reglamentos y disciplina, con razón, por la importante labor preventiva que realizan con el público; por lo cual, de la misma manera, debía haber una preocupación por una mejor atención a ellos.
Rita Díaz (calle 122, No. 7106, Marianao, Ciudad de La Habana), es una señora de 76 años que desea reconocer «el magnífico trabajo del policlínico 27 de Noviembre, sito en 69, entre 126 y 128, Marianao».
La amabilidad es la primera medicina que allí se recibe, manifiesta, conjuntamente con una atención esmerada y muy profesional. «Por mi patología —afirma—, me atiendo con las doctoras Esmeralda Plasencia y Karina Filtres, quienes no escatiman tiempo ni horario para mejorar la salud de sus pacientes».
Refiere la anciana que el pasado 14 de marzo su familia la trasladó hasta el Cuerpo de Guardia del citado policlínico, aquejada de una hipertensión y un dolor en el pecho. Y allí recibió «una esmeradísima atención por parte del doctor Adrián Figueredo, un joven médico que, conjuntamente con su equipo de paramédicos, me devolvió el bienestar que necesitaba con una labor admirable».
Agrega Rita que muchos pacientes de ese policlínico tienen similar criterio acerca de ese centro asistencial, y lo comentan a diario. Y ella considera que toda Cuba debe conocerlo, por contraste con otros indolentes e incapaces «que empañan en ocasiones el sol radiante de la Revolución Cubana».
Hoy debo autocriticarme.
El pasado 6 de marzo, reflejé la respuesta de Norge Luis Morales, director de la Empresa Eléctrica de Villa Clara, a la queja de la santaclareña Alejandrina Socarrás —reflejada aquí el 6 de enero de 2010— con respecto a la demorada reposición de equipos electrodomésticos suyos dañados por operaciones incorrectas de esa entidad.
Lamentablemente, el domingo 21 de marzo volví a publicar la respuesta de Norge Luis al caso de Alejandrina, con un comentario adosado; como si fuera por primera vez. Fue un lapsus mentis de este redactor. Son tantas las cartas que uno maneja, que olvidé el hecho de que ya la había difundido.
Me disculpo con nuestros agudos y fieles lectores —más de uno se percató y me lo hizo notar por correo electrónico—, y también con Norge Luis Morales y demás funcionarios de la Empresa Eléctrica de Villa Clara.