Acuse de recibo
Para Ricardo Zulueta Savigne, aquel vuelo 984 de Cubana de Aviación, más que con destino a Santiago de Cuba desde Ciudad de La Habana, viajó hacia «la desatención y el maltrato».
El lector, quien reside en San Juan 408, entre Lebredo y Samaritana, en el municipio capitalino de Guanabacoa, refiere que, con tiempo suficiente, reservó un pasaje para Santiago de Cuba con fecha 21 de agosto de 2006, para las 7:00 a.m. Y ese día estaba en la terminal aérea José Martí mucho antes de la hora de chequear: las 5:00 a.m.
Cuando fue a chequear el boleto a la hora señalada, le informaron que el vuelo tenía retraso. «No pudimos entrar al salón de última hora hasta pasadas las 6:00 a.m —precisa— por la demora que presentaba el vuelo, pero no se nos especificó qué tiempo duraría por ninguno de los empleados que nos fueron atendiendo en cada momento.
«A las 8 y 35 a.m., varios pasajeros solicitamos que nos dijeran qué estaba sucediendo, porque hasta ese momento no hubo explicación alguna por parte de las autoridades competentes».
Fue cuando apareció una representante de Cubana de Aviación, quien especificó que el 984 estaba demorado, porque poco tiempo antes, a las 7:00 a.m., los mecánicos diagnosticaron que el avión tenía dificultades técnicas, y debido a ello, se posponía hasta las 6 y 15 p.m., después que arribara un vuelo internacional y se preparara la nave. Cubana asumiría los gastos de alimentación de los pasajeros.
«No considero, manifiesta Ricardo, que la seguridad de los vuelos en esa terminal esté planificada para el último minuto; y mucho menos que sean los mecánicos quienes tomen la decisión de incumplir con un compromiso contraído con los clientes, con tantos días de antelación...».
Precisa el lector que esperaron más de 11 horas en aquel salón de última hora, el cual no tiene condiciones que permitan enfrentar tal demora. A las 6:00 p.m. se anunció finalmente la salida del 984, pero la paciencia de todos expiró, cuando nuevamente les informaron que el vuelo estaba demorado.
Ante la enérgica reclamación de los pasajeros, la representante reapareció y dijo que acababa de llamar a la Presidencia de la entidad, para que alguien viniera a dar una solución, porque el avión no podía salir por falta de comisaría.
Ricardo se cuestiona si esa podía ser una razón convincente: «¿Qué comisaría necesitaba el vuelo 984, después de 13 horas de espera?».
Al fin, a las 7 y 40 de la noche partió la nave. Y el lector se pregunta todavía: «¿Quién va a resarcir a los pasajeros del vuelo 984 por la demora, la falta de atención y el incumplimiento con la reservación realizada, el maltrato y las incomodidades ocasionadas por las más de 14 horas de espera?».
En nombre de esos pasajeros de aquel infausto día, Ricardo solicita que Cubana de Aviación les dé una explicación de por qué el destino «no fue Santiago de Cuba, sino el maltrato y la desatención».