Acuse de recibo
LAS instituciones y entidades no pueden desentenderse así como así del perjuicio que puedan hacerle a los ciudadanos. Pero lamentablemente se dan casos, como el que relata Esther Melcón, vecina de Honda número 1, entre Presidente Gómez y Egusquiza, en la localidad camagüeyana de Florida.
Cuenta Esther que en el 2003, al local que ocupaba un atelier, limítrofe con su casa y la de otra vecina, y a su vez parte de un mismo techo de una sola agua con esas dos viviendas, decidieron demolerlo por orden de la Empresa de Servicios del municipio. Y lo hicieron sin una asesoría técnica ni personal especializado que sopesara las consecuencias, ni contando con la anuencia de quienes iban a ser afectados por aquella decisión.
Como el techo es de madera y tejas, el desmantelamiento de las paredes del mismo afectó seriamente las estructuras de ambas casas de familia, al punto de que tuvo que detenerse la demolición. De entonces para acá tanto Esther como la otra vecina, han visto deteriorarse sus viviendas: humedad, filtraciones, desprendimientos de madera de sus techos, hendijas abiertas. Y hasta peligro de derrumbe. Y cuando llueve es el pánico en ambas casas. Así, ya se les han deteriorado muebles y otros objetos.
Luego de aquel desaguisado, lo que quedaba del local se le otorgó a la ANAP municipal. Y como nada hizo allí, más tarde se le confirió a la Dirección de Servicios Comunales. Pero «el cuartico está igualito». Apenas unos CVP cuidan lo que queda de aquel local. Pero ni por asomo se vislumbra una solución. Nadie asume las consecuencias, a pesar de que esos vecinos «han quemado todas las naves» en el municipio.
Asumir las consecuencias de los actos propios, y obrar en consonancia, para resarcir los daños a los perjudicados, es un principio tan viejo como la humanidad misma. ¿Qué sucedería si hubiera sido al revés? ¿Qué se pensaría de esa vecina si, trabajando en su vivienda, hubiera afectado la estructura del local de una entidad hasta ponerlo en peligro? ¿Se hubiera permitido que se desentendiera de ello?
Algo similar les sucedió a los vecinos del edificio sito en Manrique 209, entre Concordia y Virtudes, en el municipio capitalino de Centro Habana. Lo atestigua la carta de una de ellos: Aniuska Martínez Ayala.
Hace año y medio, el hotel Girasol hizo una reparación constructiva, que incluía la pared que colinda con el inmueble de los vecinos. Relata Aniuska que «los compañeros, sin prestar atención a los reclamos de los vecinos, barrieron en más de una oportunidad hacia los tragantes los desechos de mezcla que les sobraban, lo que trajo como consecuencia la tupición de los mismos, que se encuentran en el pasillo, cercanos a la cisterna».
Luego de muchas gestiones con el delegado y el director del hotel, al fin fue el carro de destupición de Aguas de La Habana. Y la solución fue romper la tubería que está debajo del piso. Y ahora se complica todo, pues cuando llueve, el agua se acumula en el pasillo, entra a las casas y a la cisterna.
Ahora que estamos en temporada ciclónica, los residentes se preguntan qué va a ser de ellos. Y no entienden que les hayan complicado su existencia y ahora no suceda nada.