La disciplina es la mejor estrategia de Alaín Álvarez. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 17/09/2022 | 09:13 pm
A los 11 años Alaín Álvarez se vistió por primera vez de pelotero en su natal Villa Clara, pero no fue hasta los 15 que pudo entrar a la EIDE y desde entonces comenzó un intermitente partido cuyos mejores innings parece que están por jugarse ahora cuando tiene 45 años de edad.
La historia del recientemente nombrado director del equipo Cuba para menores de 23 años es otra confirmación de que nadie es profeta en su tierra.
«Con el equipo de Santa Clara gané en series provinciales, jugué con Eduardo Paret, Lázaro López y Andy Sarduy, entre otros buenos peloteros de ese territorio, y hasta llegué a una Liga de Desarrollo, pero no pasé de ahí», comenta en su diálogo con Juventud Rebelde.
—¿Entonces decidiste probar suerte en Cienfuegos?
—Ya me había desvinculado del béisbol activo y estaba dedicado a los estudios, terminé en 2001 la licenciatura en Cultura Física, cuando un buen amigo, Eliecer O´Connor, también villaclareño, me invitó a acompañarlo para jugar allá, donde tendríamos más posibilidades de hacer equipo para la Serie Nacional.
«Participé en cuatro torneos provinciales e integré tres veces la manada de los Elefantes. Después decidí terminar mi carrera como jugador para dedicarme a tiempo completo a la labor de entrenador.
«Pasé directo del campo de juego a un colectivo técnico, con 28 años ya era preparador físico de Cienfuegos y seguía superándome, nunca he dejado de estudiar».
—¿Cómo llegas a la dirección de equipos?
—En 2014 me pidieron que dirigiera en la primera Serie Nacional sub-23. Estuve cuatro temporadas en esa categoría, un año fui preparador físico del equipo grande y desde la Serie 58 soy el director de los Elefantes.
—¿Hay algún mentor que te haya servido de referente?
—Jorge Fuentes es uno. Él es una leyenda viva de la dirección de béisbol en Cuba. Siempre lo admiré por su estilo y métodos de dirección. Es un hombre respetuoso, transparente, educado.
«El otro es Pedro Jova, muy humilde, sencillo, recuerdo que en los años 90 basó su estrategia ganadora en la paciencia y la compenetración con los atletas. Yo he tratado de hacer una fusión de las virtudes de ambos con mis cualidades para encontrar mi propio estilo».
—¿Ya puedes definir tu estilo o al menos las claves de tu gestión?
—Mi estrategia se fundamenta en la disciplina, la exigencia y la organización, esos son elementos que aprendí de mis entrenadores y de mis padres, a los que debo mucho en mi formación como ser humano. Soy muy exigente conmigo mismo, para luego serlo con los demás.
—¿Has estudiado sobre la dirección de equipos en ligas extranjeras?
—Sigo en la medida de mis posibilidades otras ligas, especialmente el mejor béisbol del mundo, y analizo cómo los mánagers conducen los juegos.
—¿Qué diferencias te llaman más la atención respecto a la forma de dirigir en Cuba?
—Son más pacientes; como los jugadores saben lo que tienen que hacer, ellos se concentran en la toma de decisiones; transmiten confianza, seguridad, respeto, son muy precisos cuando dialogan con los medios.
—En Cuba se nota la falta de una escuela para formar directores o al menos que tengan un tránsito por otras funciones antes de asumir esa responsabilidad…
—Por lo general, en el mundo primero deben dominar todas las áreas del juego, casi siempre empiezan como coach de primera, luego de tercera, de banca, y cuando están preparados les asignan la conducción de equipos en ligas menores o formativas para contribuir a su desarrollo.
«En todo ese proceso hay también un componente académico que incluye técnicas de dirección, sicología, comunicación y cultura, no solo reciben contenidos de béisbol.
«Aquí no pocas veces se violenta el tránsito, me pasó a mí, pasé del campo de juego al puesto de mando. De ahí que empecemos con comportamientos inadecuados, discutiendo mucho con los árbitros y los muchachos. Poco a poco vamos superando esas conductas y maduramos».
—Y para la toma de decisiones, además de la dirección colectiva, asignas mucha importancia a la sabermetría…
—Los directores por lo general tenemos entrenado el sentido del instinto, pero el béisbol es un juego de probabilidades y la sabermetría te aporta datos predictivos que ayudan a escoger las mejores opciones en dependencia de las situaciones, lo que no quiere decir que siempre salgan como deseamos.
«Cada día el béisbol se me parece más a un juego de ajedrez dinámico y así se lo digo a los muchachos. El ajedrecista está sentado y tiene delante de sí muchas opciones de juego, lo mismo pasa con el pelotero, solo que sus acciones son en movimiento».
—Por mucho que un director tenga herramientas y su equipo sea competitivo es difícil ganar si no hay team work. ¿Es así?
—Ese es uno de los mayores retos del mentor y su colectivo técnico. El team work resulta el momento cumbre del equipo en su mejor estado de forma. Le otorgo mucha importancia al trabajo coordinado tanto en el campo de juego como fuera de él y también a las relaciones entre los atletas, atletas-entrenadores y entre entrenadores.
«La magia de la dirección radica en lograr que los jugadores otorguen prioridad al equipo, que sientan las mayores satisfacciones cuando su aporte determine un éxito y sean valorados por eso».
—¿Coincides en que la falta de profesionalidad y el championismo atentan contra el trabajo en equipo?
—Son dos de sus principales enemigos y pasa también con los entrenadores, quienes casi siempre son valorados más por un lugar en un torneo que por su estrategia para desarrollar jugadores.
—Pero tu vida no solo es béisbol, ¿en qué empleas el tiempo libre?
—Me gusta mucho la tranquilidad. Después que analizo mi día, lo anoto todo para no repetir errores, escucho música, veo fútbol, soy aficionado del Barcelona, y disfruto las visitas de mis amigos.
—¿Las redes sociales digitales influyen en ti?
—Mi estrategia es no enfocarme en las críticas, no estoy pendiente de si están hablando mal de mí, si me hacen memes. Accedo a las redes para intercambiar con amistades, ver videos, pero no las empleo para nada que me genere presión y aleje de mi objetivo en las competencias.
—¿Y la familia, los amigos, los vecinos…?
—En casa tenemos una máxima: la felicidad es de todos y juntos salimos también de las tristezas. Cuando las cosas no están bien en la pelota, ellos son mi sostén, me acogen, tratan de no afectar mi sensibilidad.
«Igual sucede con las amistades, no soy de dar explicaciones más allá de las que corresponden y ellos saben cómo soy, pero sí me preparo para dar respuestas a todos, lo mismo en los círculos íntimos que en la calle.
«Me gusta la vida social, trato siempre de responder con cortesía, sin herir a nadie, aunque sea en temporadas como la pasada cuando Cienfuegos quedó en el último lugar».
—Hablemos del Mundial sub-23. En la pasada cita, casi que con medio equipo, Cuba quedó en cuarto lugar, ¿eso te genera presión?
—No, ninguna, son situaciones diferentes, incluso varios de aquellos atletas debían estar ahora también en el equipo si no lo hubieran abandonado.
«Con estos muchachos vamos por una medalla, tienen potencialidades, aunque para algunos todavía no debía ser su momento. Les estamos inculcando mentalidad ganadora sin caer en sobrexigencia».
—Se dice que Armando Johnson y tú han hecho muy buen equipo de trabajo…
—Con Mandy estuve en el pasado Panamericano y aprendí mucho a su lado, igual me fue bien en el colectivo dirigido por Eriel Sánchez para los Juegos Panamericanos junior. Mandy, además de gran conocedor del béisbol, es una excelente persona y resulta un ejemplo que me inspira.